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 jueves, 16 de noviembre de 2006  
Tarde de terror. El meteoro dejó su huella en los estacionamientos
Edificios sin vidrios y autos destrozados
El intenso granizo terminó en minutos con amplios ventanales, persianas y lunetas de vehículos

Eugenia Langone / La Capital

Autos, edificios y casas quedaron como si hubieran sido blanco de una balacera infernal. Las piedras dejaron parabrisas completamente destrozados, persianas agujereadas y ventanales tanto de oficinas como de departamentos destruidos. Los estacionamientos eran un peregrinar de dueños en busca de sus vehículos, mientras que los encargados aclaraban que "los seguros no cubren daños por problemas meteorológicos". Otros circulaban apenas terminada la tormenta con los vidrios destruidos porque no habían encontrado lugar donde guarecerse. De los edificios, la gente salía consternada y miraba hacia arriba sin poder creer cómo el granizo había destrozado la mayoría de los ventanales orientados hacia el sur y el sudoeste. Fue un caos.

"Se escuchaban explosiones impresionantes", contaba la gente que bajaba de las oficinas, mientras otros, todavía en los pisos, intentaban sacar los trozos de vidrio que quedaban colgando y con riesgo de desprenderse.

El granizo sorprendió a todos, a los que estaban en la calle y a los que no. En algunos estacionamientos la suerte les dio una mano, pero en la mayoría hubo vidrios rotos y abolladuras. "Tengo tres autos con las lunetas rotas", contaba Lucio, el encargado de la playa de Santa Fe y San Martín mientras señalaba el estado de un Citroën Saxo que su dueño todavía no había visto.

Pero esos no fueron los únicos daños: los hierros que sostenían la media sombra estaban retorcidos sobre una hilera de autos y montones de piedras habían quedado embolsadas sobre las telas que protejen a los vehículos.

"Fue impresionante, yo me quedé adentro del cuartito porque las piedras rebotaban contra el vidrio y parecía que lo iban a reventar", contó el hombre.

Una situación similar vivió Miguel, del estacionamiento de Santa Fe al 900. "Todos los autos que estaba estacionados en el medio se rompieron, porque las piedras venían inclinadas desde el sudoeste", contó el encargado, al tiempo que un cliente salía con la luneta de su Peugeot absolutamente destrozada.

A otros, en cambio, la pedrada los agarró en medio de un trámite y con el auto en la calle. Ese fue el caso de Alberto, que lo había dejado estacionado por San Martín para ir al banco. "Me agarró adentro y no llegué a hacer nada", contó el hombre mientras miraba azorado cómo las piedras habían roto el parabrisas, abollado el baúl y el capó, donde había caído muerto un pájaro.

José tiene 69 años y estaba en Santa Lorenzo, a la altura de Oroño, cuando el granizo se vino con todo. "Puse el auto en marcha y una piedra del tamaño de un huevo de gallina rompió el vidrio y me dio en la cara", relató el hombre, quien aseguró que "nunca había visto algo así".

Los edificios tampoco se salvaron. Quedaron en muchos casos como si hubieran sido blanco de ráfagas de balas, con vidrios rotos y persianas totalmente destruidas.

Daniel Zolezzi es el encargado de la Galería Santa Fe y el edificio de oficinas que funciona sobre los comercios (Córdoba 850), y no podía creer lo que veía. "Las piedras rebotaban adentro de la galería, eran como huevos que el viento traía y destrozaban todo", relató y detalló: "Las oficinas están rotas, los laterales destrozados y los vidrios de los locales por Santa Fe también quedaron destruidos".

Allí, además de los comercios de la planta baja, funcionan oficinas de escribanías, estudios jurídicos y centros odontológicos que sufrieron las consecuencias de las piedras. "Los vidrios explotaban, la gente salía desesperada, fueron diez minutos terribles porque hizo estragos", insistió el encargado.

Un paisaje de edificios con ventanas destruidas que se repetía en la mayoría de las calles del centro, e incluso en barrios de la ciudad. Los vidrios que dan al sur del edificio de Santa Fe 778 quedaron destruidos del sexto al piso 12. "Es una catástrofe", dijo Ana, una mujer de 52 años que además tenía parte de su departamento lleno de agua.

Una situación similar vivió Rita, que vive sobre el pasaje Cajaraville. "Todos los vidrios que dan al sur se rompieron porque las piedras venían del suroeste con mucha fuerza", contó la mujer de 67 años.
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