Estilo
Año CXXXVII Nº 49206
La Ciudad
Política
Economía
La Región
Opinión
Información Gral
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Escenario
Educación
Estilo


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 13/08
Mujer 13/08
Economía 13/08
Señales 13/08
Educación 12/08
Salud 09/08
Autos 27/07
Estilo 22/07

contacto

servicios
Institucional


 sábado, 19 de agosto de 2006  
Rodolfo Livingston: arquitectos de familia
Las reformas representan el 70 % del columen constructivo del país. Es el más grande mercado potencial de trabajo para los profesionales. Nace una nueva especialidad que se distancia de la práctica tradicional, mejora la relación con el cliente y dignifica el rol del arquitecto

Aníbal Fucaraccio

Rodolfo Livingston es un incansable batallador que intenta dignificar el rol del arquitecto bajo una nueva manera de hacer arquitectura. Es un extrovertido especialista en comunicación que en los últimos 25 años se dedicó a trabajar con familias, un enorme sector laboral al que define como "vacío", por la falta de perfeccionamiento que reciben los profesionales en las facultades. "De la misma manera que hay médicos para las familias, debe haber arquitectos de familias. Ese tipo de obra abarca las casas nuevas y las existentes. Y eso es muy importante porque las reformas representan el 70% del volumen constructivo del país", señaló Livingston, autor de los libros "Cirugía de casas" y "El método", en una cálida charla con Estilo.

Los arquitectos de familia son una especialidad nueva, muy diferente en la concepción de la disciplina. "Son diferentes en la forma de cobrar, de pensar, de dibujar y de escuchar. Es tan disímil del modelo tradicional de la práctica profesional como la homeopatía lo es de la alopatía", enfatizó.

Livingston desarrolló y perfeccionó un protocolo, un método de ejercicio laboral que apunta a generar un pensamiento integral y de diseño participativo. Ese sistema lo aplicó con éxito en Cuba donde se formaron grupos de arquitectos de familia para municipios. Esta experiencia se repitió en provincias argentinas como Buenos Aires, Chaco y Corrientes. "Es un sistema que funciona, que es muy bueno para la gente, porque gasta menos dinero al reformar su casa, y también es bueno para los arquitectos porque la gran mayoría está sin trabajo".

"El mercado para los arquitectos no son los grandes edificios. Esos lo hacen cuatro o cinco estudios. Hay que apuntar fundamentalmente a las familias", enfatiza.

Al momento de explicar su meticuloso, motivador y aprendido discurso, Livingston advierte que entre los materiales que precisa el cliente común y sus necesidades no hay nada. "Entonces la mayoría de la gente llama a un albañil", dice. Este fenómeno se produce, según Livingston, porque "la gente cree que los arquitectos únicamente están preparados para hacer cosas grandes, y el 95% no llama a los arquitectos, quienes son los que -en realidad- están mejor capacitados", comentó.

El arquitecto recalcó que el 70% de las viviendas en el mundo se reforman por completo. "Eso pasa porque las familias, que son sus habitantes, cambian. Entonces, en ese hueco los arquitectos no tienen nada que decir porque las facultades los entrenan para hacer cosas grandes".

Y agrega: "durante la historia los arquitectos hicieron palacios y ahora hacen shoppings. La gente los reconoce para ese tipo de obras. Además, en la actualidad, las construcciones de hasta tres pisos las pueden realizar los maestros mayores de obra".

"Esto significa que no es una cuestión técnica sino un asunto íntimamente ligado a la historia y los deseos de la familia. Entonces queda claro que hacen falta arquitectos de familia. Ellos deben ser los que tienen que entender las necesidades, que a veces son contradictorias; la evolución de los integrantes del grupo; qué se debe hacer con el proyecto que quiere el cliente y cómo hacerle ahorrar dinero a través de un correcto diagnóstico. Ese personaje no existe en la sociedad y hace falta crearlo. Este tema está ausente en los gobiernos y en los Colegios de Arquitectos. Lo único que propone el Estado para las reformas es dar créditos. Y nada más", resalta.

-¿Cuáles son los principales puntos que deben tener en cuenta aquellos arquitectos que apuntan a las familias?

-La base es cómo escuchar. Preguntarle al cliente qué quiere no es suficiente porque generalmente lo que quiere no es lo que le conviene. Además hay que estudiar respetuosamente el sitio existente. Partir de la premisa que la casa no es del arquitecto y que el profesional no es autónomo. Que hay varias soluciones correctas para un mismo tema. Que no se debe enfrentar al cliente, sino convencerlo. Esas son las claves.

-¿Qué tienen que vender los arquitectos de familia?

-Creatividad. El objetivo es deslumbrar al cliente. La gente debe decir: "esto jamás se me hubiera ocurrido, es mucho menos de lo que iba a hacer y es mucho mejor".

-¿Por qué cree que esto no se plantea en las facultades?

-Los seres humanos seguimos las costumbres muy fácilmente. Y nos olvidamos de los orígenes. Las familias nunca precisaron arquitectos durante 5 mil años de civilización. Se realizaban por tradición cultural. Las casas se hacían con la misma facilidad y coherencia con que se hacían las comidas. Pero qué pasaría si entrara alguien, pateara la cocina y escondiera las ollas durante tres generaciones. Entonces tendría que venir alguien para enseñar a cocinar de una manera actual. Eso pasó con la arquitectura. Ya no existe más el rancho, ni el barro, los terrenos se venden y existe la propiedad horizontal. Cambió todo. Y las facultades de arquitectura siguen igual que hace 150 años: preparan arquitectos para hacer palacios, que ahora se pueden llamar shoppings. Pero jamás atienden a una familia concreta. Y como la arquitectura no es construcción sino que son trajes que uno le hace a la familia, hace falta entender de ladrillos pero también de familias. Sobre todo, cómo se juntan las dos cosas.

-El nicho de la familia también es el que menos reconoce la figura del arquitecto. ¿Cómo se debe hacer para que ese encuentro no sea crítico?

-Esa es la clave del método que planteo.

-Además de construir, ¿qué otros aspectos no debe descuidar el arquitecto?

-Hay que ampliar los servicios, como por ejemplo, incluir la consulta de compras. Ahí no se construye nada, sólo se aconseja. Los médicos no operan siempre. Y los arquitectos creen que si no operan no cobran. Ese servicio todavía no se inventó y la gente lo precisa. También se pueden brindar servicios para cambiar los colores de los ambientes, cómo ambientar o equipar la casa o consultas de patologías serias como la humedad.

-¿Cómo debe entenderse el momento de la consulta?

-Es muy importante. Hay clientes que van a construir y después de la consulta se convencen de que no tienen que construir sino mudarse. El modelo tradicional de arquitectos cree que eso no se puede cobrar. A los profesionales les enseñan a cobrar un porcentaje de la obra.

-¿Y si no hay obra?

-Para eso instrumenté cómo cobrar la consulta y además cómo hacerla. Esas son cosas nuevas que amplían el abanico de servicios que puede prestar un arquitecto. Y la gente cuando los tiene, los valora. Los clientes finalmente entienden que cuando no se consulta a un arquitecto puede suceder que la escalera le tape la ventana o que el dormitorio de los chicos quede oscuro. Todo el mundo que contrató esta especialidad de arquitectos de familia quedó conforme.

-¿Qué cosas se pueden resignar en el proceso con el cliente?

-Se puede no cobrar una consulta pero no un proyecto o un trabajo largo. Eso sería un abuso. Cuando el arquitecto está muy entrenado y el trabajo es pequeño, también se puede trabajar a distancia a través de videos y planos. Pero no es lo correcto.

-¿En qué facetas hay que ponerse firme?

-En el respeto por la escucha de la familia completa. Hay que entender el proyecto que tiene cada uno en la cabeza. Además, ser respetuoso del sitio. Esas son las bases, porque la creatividad no se ejerce de la nada. No se puede mirar un plano -como nos enseñaron en la facultad- y esperar que venga el espíritu santo a inspirarnos. Hace falta un cliente. El arquitecto necesita un cliente como el boxeador necesita del rival para pelear. Y las dificultades, ya sea una casa entre medianeras o que el cliente no tiene mucha plata, son estímulos para la creación, sin los cuales no se puede trabajar.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto


Notas Relacionadas
La mirada de los otros

La metáfora del parabrisas

Claves en la comunicación con el cliente

La enseñanza del método


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados