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 domingo, 06 de agosto de 2006  
Las falsificaciones presionan a los luthiers italianos
Desde Asia se pone en jaque a la fabricación de violines, una de las industrias más emblemáticas de Italia

Lisa Jucca

Para confeccionar un violín que dure por siglo se necesita arce rojo, un mes de minucioso trabajo y ese toque mágico que convierte a la madera en el instrumento que más se parece a la voz humana.

El maestro luthier Antonio Stradivari siguió esta receta hace 300 años y así es como los violines son hechos todavía en su ciudad natal de Cremona, en el norte de Italia.

Pero al igual que los zapateros, productores de carteras y tejedores artesanales, los fabricantes de violines están sintiendo la presión de las falsificaciones e importaciones baratas desde Asia.

"Cremona todavía es la capital de la fabricación de violines. Puedes sentirlo al pasear por sus viejas calles adoquinadas y al espiar sus talleres", dice Gian Domenico Auricchio, director del consorcio de fabricantes de violines de la ciudad.

"Pero la falsificación ha alcanzado al sector de la fabricación de violines y el perjuicio para nuestra imagen es grande", dijo.

Cremona, una pintoresca ciudad medieval a orillas del río Po, ascendió a la fama mundial entre los siglos XVI y XVIII por su inigualable pericia en la fabricación de violines.

Andrea Amati, quien fabricó un violín para el rey francés Carlos IX en 1566, creó allí el diseño del instrumento moderno.

El fue sucedido por generaciones de fabricantes de violines que vivían en Cremona, siendo los más famosos Stradivari y Guarneri del Gesu.

Los violines fabricados durante ese período están todavía muy bien valuados. En mayo, un violín Stradivarius hecho en 1707 se vendió por 3,54 millones de dólares en Christie's, convirtiéndose en el instrumento musical más caro alguna vez transado en una subasta.


Ahora, por docena
De los más de 1.100 instrumentos que se cree que Stradivari fabricó, sólo sobreviven unos 620 violines hoy en día.

La supremacía de Cremona en aquellos tiempos no tenía parangón, pero los fabricantes de violines modernos tienen que adaptarse a un mundo que cambia muy rápido.

"Los fabricantes de violines tiene que aprender a confrontar la globalización", dice Giorgio Scolari, quien ha estado enseñando en la Escuela de Fabricación de Violines de Cremona por más de 30 años.

"Los fabricantes de violines chinos sacan violines por docena y su oficio está empezando a mejorar", agregó. "Debemos concentrarnos en la calidad, tanto en cuanto a la distribución como al sonido".

Mientras que un violín nuevo hecho en Cremona puede venderse por hasta 12.000 euros (unos 15.000 dólares), los asiáticos sólo cuestan unos pocos cientos de euros.

Las importaciones baratas no son una amenaza tan grande como las falsificaciones.

"La gran mayoría de los violines falsificados proviene del Lejano Oriente", dice Auricchio. "Las víctimas usualmente son los músicos y estudiantes inexpertos que aprenden a tocar con instrumentos que no tienen los requerimientos de calidad necesarios".

Para proteger su tradición, los maestros de Cremona han introducido una marca de calidad y una sofisticada base de datos que les permite a los compradores rastrear los violines hechos en por ellos en todo el mundo.

Los maestros luthiers de la ciudad están restringidos a un máximo de 15 violines al año y deben conservar las virutas de cada instrumento para demostrar su autenticidad.

El mercado para la fabricación de violines en Cremona parece hoy estar saturado. Con 120 talleres, los representantes de la industria dicen que la ciudad provincial de 70.000 habitantes no puede aceptar más inscriptos.

Sin embargo, siguen llegando estudiantes de todo el mundo, especialmente de Asia y Europa del este, para aprender el oficio de Stradivari.

Jonathan Hai, un ingeniero civil israelí que dio un cambio radical en su vida hace dos años, es uno de los 170 estudiantes en su mayoría extranjeros que concurren a la escuela de fabricantes de violines de Cremona.

"Siempre me han gustado los oficios viejos y manuales y provengo de una familia musical", dijo Hai, de 36 años. "Después de 10 años como ingeniero civil decidí tratar de combinar estas dos pasiones".

La tradición de la fabricación de violines de Cremona cayó casi en el olvido hacia fines del siglo XIX. Pero el interés en la materia recobró altura nuevamente en la década de 1970, ya que tocar un instrumentos se volvió algo común entre la clase media de Italia.

A diferencia de los viejos maestros, los fabricantes de violines modernos aprenden el antiguo oficio en escuelas especializadas más que de parte de sus padres o abuelos.

"Soy un fabricante de violines por accidente. Mi padre era un obrero de la construcción y a mí me gustaba la música, de modo que elegí venir a la escuela de Cremona. Y hoy hace 33 años que enseño aquí", dice el maestro Scolari.


Los viejos son mejores
Pero vender violines puede ser difícil ya que los músicos rechazan aquellos recién hechos y eligen comprar instrumentos viejos y de segunda mano, aunque no estén confeccionados por fabricantes famosos.

Esta tendencia ha dado lugar a un próspero negocio de la renovación de violines.

En Estados Unidos, los violines nuevos que son hechos para que luzcan como los viejos son muy populares, dice Scolari. Y los fabricantes de violines han tenido que aprender nuevas técnicas para satisfacer las necesidades del mercado.

Restaurar viejos instrumentos no puede, sin embargo, reemplazar el placer de forjar uno nuevo.

"Sé que afuera de Cremona la demanda de renovación de viejos instrumentos es mayor. Pero prefiero fabricar nuevos", dice Hai. "Cuando vuelva a Israel voy a abrir mi propio taller allí". (Reuters)
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Las escuelas italianas se pueblan de aprendices de luthier de todo el mundo.


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