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 jueves, 25 de mayo de 2006  
EDITORIAL
API: castigar, pero también premiar

La reciente asunción en su puesto del flamante titular de la Administración Provincial de Impuestos (API), Héctor Serravalle, dio motivo a una entrevista con este diario durante cuyo transcurso el funcionario expuso los lineamientos principales de una estrategia nueva para recaudar más y mejor, dentro de una provincia a la que muchos ven como la principal beneficiaria del cambio de modelo económico a nivel nacional. La novedosa y agresiva concepción expuesta por el hombre a quien el gobernador Jorge Obeid le encargó la nada sencilla misión de mejorar los ingresos del Estado provincial sin aumentar valuaciones ni alícuotas impositivas abre caminos a un debate que la sociedad santafesina debe dar si procura madurar de manera definitiva.

La tarea que debe encarar el funcionario dista de ser sencilla. En un país donde la conciencia impositiva de la población está lejos de llegar al nivel ideal, debido a una comprensible desconfianza generada por el propio Estado -que muchas veces fue predador y devolvió muy poco de lo que tomaba a manos llenas-, los evasores son numerosos y mirados con simpatía por demasiada gente. Consciente de las dificultades que deberá encarar a lo largo de su gestión, Serravalle -quien rechaza el mote que le han puesto de "Santiago Montoya santafesino"-, asegura que "los contribuyentes que pagan tienen que saber quiénes no lo hacen".

El "perro de presa de Obeid", como también ha sido bautizado por la prensa, tiene claro que el primer paso para disminuir el porcentaje de morosidad es aislar socialmente a los evasores. Sobre todo en una época de notoria reactivación económica, cuando la capacidad de pago aumenta y las excusas se diluyen. Ese es el fundamento del anuncio realizado en torno de la ya vastamente conocida "lista de los cien", a partir de la cual se difundirán públicamente los nombres de los principales evasores de la provincia.

Pero la contrapartida, aunque resulta obvia, hace tiempo que constituye una omisión flagrante en la estrategia impositiva santafesina: es que así como se debe castigar con dureza a quienes no cumplen con su elemental deber, también debería estimularse -sobre todo en tan complicado contexto social- a aquellos que lo hacen e históricamente lo han hecho en tiempo y forma. Sin embargo, las demoras en premiar a los contribuyentes puntuales continúan. Aunque esta vez al menos se reconoce la necesidad de hacerlo: la justificación de turno, atendible por cierto, es que las últimas dos cuotas del impuesto inmobiliario rural y urbano ya están en la calle.

Las sociedades más desarrolladas del mundo -los países escandinavos- sustentan su alto grado de bienestar en una sabia política de impuestos. La distancia a recorrer en tal sentido por la Argentina es larga y debe ser recorrida con vehículos ajenos a coyunturas políticas u oportunas necesidades de la administración de turno. Es de desear que los valiosos fundamentos que han quedado expuestos por el recientemente asumido funcionario de la provincia encuentren continuidad más allá de que, como la democracia saludablemente propicia, el futuro modifique nombres y orientaciones gubernamentales.
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