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 domingo, 21 de mayo de 2006  
Belfast, el orgullo irlandés
El auge del comercio en el siglo XII impulsó la ciudad desde el puerto, que aún define su perfil

La historia empieza en el muelle. A pocos metros del Lagan Lookout (observatorio del río Lagan), el agua que emana debajo de un arco y de la ciudad. Este es el nacimiento del río Feirste. Su nombre gaélico es Beal Feirste, que significa "cruzando el banco de arena". Así es como empezó todo. El puerto fue construido en el siglo XII, y desde entonces la ribera de Belfast no sólo ha sido una parte vital de la personalidad de la ciudad, sino también un motor de riqueza que ha creado este patrimonio arquitectónico extraordinario.

Fue principalmente en la época victoriana cuando los grandes industriales y empresarios de Belfast -constructores de barcos, ingenieros y barones del lino- se enriquecieron y dejaron su marca. Su ardiente orgullo por la ciudad se ve en todas partes.

La sede de gobierno local, cuya influencia irradia desde el corazón de la ciudad, no es sólo una pieza magnífica de arquitectura del renacimiento clásico, sino una reafirmación. Sus pasillos de mármol anuncian: "somos iguales a cualquier otra ciudad del mundo". Ese orgullo encuentra un eco en unos cientos de edificios magníficos de ladrillo rojo y piedra, georgianos, victorianos y eduardianos, que se encuentran por toda la ciudad.

Muchos otros encantos de la historia de Belfast están cerca del centro. El mercado de San Jorge, esculpido en piedra y hierro, cerca del muelle, es una arteria vital que florece de nuevo. Esta obra maestra victoriana restaurada hace poco es el último recordatorio de una de las mejores zonas de mercado de Belfast, donde durante siglos, los olores frescos de productos del país se han mezclado con los gritos y el ingenio de los vendedores. Y aún lo hacen.

Y ésta es la clave de la historia de Belfast que aún vive. La historia vive en el patrimonio literario más grande de la ciudad que se conserva en la biblioteca Linen Hall, restaurada elegantemente, en una inestimable colección de libros. Y también en las conversaciones de la gente en los innumerables pubs de bonita decoración, tales como el The Crown Liquor Saloon en Great Victoria Street, el pub victoriano más exquisito del mundo.

Cualquiera sea su magnitud, la historia aún tiene aquí poder para sorprender a la gente. Las magníficas exposiciones del Museo del Ulster revelan el panorama del patrimonio de Belfast, pero en Culturlann, el centro de arte irlandés de Falls Road, y en Fernhill House, el museo de Shankill, muestra la historia de las gentes.

En los barrios están los "íconos del problema", murales políticos mundialmente conocidos que grafican los sentimientos sangrientos y encontrados de católicos y protestantes.


Futuro
Para entender del todo esta ciudad, hay que visitar el puerto. En los muelles se puede ver su origen, la fuente de su riqueza, orgullo y personalidad; y en el cambiante horizonte, la silueta de su futuro.

Las grúas Harland y Wolff, totems imponentes que reflejan la actividad de la ciudad, se alzan desde los muelles. La ambición que hizo de Belfast un puerto feroz y competitivo, al que pocos rivales consiguieron mantenerse a la altura, puede percibirse en la visita.

El nuevo Belfast, con hoteles de millones de libras, atractivos turísticos, los centros de conferencias y elegantes bloques de departamentos, da cuenta de que la ambición aún pervive. Una ambición igualada al ingenio y la calidad del trabajo, que aún es la piedra angular del progreso de la ciudad. ¿Quién sino podría haber creado un barco del tamaño y de la magnificencia del Titanic?

Cuando se construyó el transatlántico más famoso del mundo en 1912, en Belfast el orgullo era palpable. Y aún lo es: en el 2002 se celebró durante una semana entera el noventa aniversario de la botadura del barco y del desafortunado viaje. La magia aún pervive.

El ambiente del antiguo puerto también. En los muelles donde se construyó y salió el Titanic, los viejos almacenes, fábricas e hileras de grúas de los astilleros donde aún se trabaja.

Belfast es beber una Guinness en uno de los viejos pubs de estibadores en alguna calle con vías de tranvía en Sailors Town, el pueblo de los marineros.

El área de los muelles antiguos es en sí una ciudad. En el centro interpretativo Lagan lookout, situado en la nueva presa construida por Harland y Wolff, se puede conocer la historia y el carácter de ese área.

Para el festejo de Halloween, los tradicionales cementerios de Friars Bush y Clifton Street invitan a recorridos fantasmales que se extienden por el centro de la ciudad con contadores de cuentos de brujas.

No obstante, la nueva ciudad está surgiendo a escala tan grande que sólo desde el aire se puede entender la inversión: se están construyendo nuevas urbanizaciones junto a los muelles y a lo largo de las vueltas y recodos del río Lagan que serpentea por toda la ciudad.

Los nuevos bloques de departamentos, los edificios como el Waterfront Hall, con una bóveda de cobre imponente donde se dan conciertos, el hotel Hilton de cinco estrellas y el nuevo y extraordinario complejo lúdico Odyssey, de una inversión de más de 100 millones de libras, definen el Belfast moderno, de la misma manera que el edificio de gobierno municipal y la aduana definen el antiguo.

Pero el interminable andamiaje anuncia la llegada de una nueva generación de edificios. En una ciudad que desarrolla su carácter desde el agua, ¿en qué otro lugar podría hallarse el futuro?
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La esquina de The Crown Liquor Saloon, el pub más famoso de la ciudad.

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