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 domingo, 21 de mayo de 2006  
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En tiempos de oscuridad
La Editorial Municipal presenta "El cine argentino durante la dictadura militar", obra que obtuvo el primer premio en un concurso de ensayos. Aquí se ofrece un adelanto

Fernando Varea

Teniendo en cuenta la manera en que la dictadura militar utilizó la organización en nuestro país del XI Campeonato Mundial de Fútbol y el triunfo del equipo argentino (junio de 1978), para ganar popularidad y ocultar la imagen ganada en el exterior por sus violaciones a los derechos humanos, no parece tan inocente el guión de "Hay que parar a la delantera" (1977), basado en una idea original de los periodistas Mario Mactas y Carlos Ulanovsky. Allí, atractivas espías (entre ellas, una psicoanalista y una periodista extranjera) intentan impedir la victoria de la selección argentina de fútbol; por supuesto, al final ganan los nuestros, de quienes las mujeres terminan enamorándose.

En dicho filme, los deportistas del exterior, con quienes los argentinos compiten en un par de ocasiones, aparecen ridículamente caracterizados, como hombres primitivos con el pelo sujetado con huesos. Daniel López, en La Opinión, descubría en esta película "una sátira tan feroz como memorable" sobre el mundo del fútbol, pero La Razón reconocía que esa intención satírica "el público apenas la percibe".

En "Las turistas quieren guerra" (1977) -título que, indirectamente, refleja la idea que el gobierno argentino tenía de los extranjeros como confrontadores o peligrosos-, los protagonistas (Porcel y Olmedo) intentan aprovecharse de mujeres provenientes de otros países que visitan Buenos Aires, mientras que en "Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier tipo" (rodada entre junio y agosto de 1978, y que incluía imágenes del Mundial) la misma dupla ayuda a vender a nuestros jugadores, ya ganadores, al exterior.


El triunfalismo
Como se señaló anteriormente, la organización en nuestro país, en junio de 1978, del XI Campeonato Mundial de Fútbol de la Copa de la FIFA, y el triunfo de la selección argentina el 25 del mismo mes, se vivieron con un triunfalismo alentado desde arriba, con la clara intención de sustraer a la población de los problemas y desdibujar la imagen de la dictadura ganada en el exterior. Ya se mencionaron, también, algunas películas picarescas cuyas situaciones argumentales se relacionaban con el Mundial. En Buenos Aires, incluso, llegó a reponerse "Pelota de trapo" (1948, Leopoldo Torres Ríos), virada al sepia, el 24 de mayo de 1978.

Hubo un filme, sin embargo, que puede considerarse la expresión cinematográfica de ese festejo manipulado: "La fiesta de todos" (1978), dirigido por Sergio Renán, con libro cinematográfico de Mario Sábato y Hugo Sofovich, y con Adolfo Aristarain como director de producción.

El punto de partida fue el material registrado por la empresa brasileña Milton Reisz Corp, que había tenido la concesión de la filmación del Mundial. Con esas sesenta horas de entrevistas a jugadores, a técnicos y al público, se comenzó a preparar un documental con producción de Jarbas Barbosa y dirección de los brasileños Maurice Capovilla y Paulo César Saraceni (el primero formado en la Escuela del Litoral en Santa Fe, el otro en el Centro Sperimentale de Roma, ambos autores de varios documentales e historias de ficción con espíritu crítico en Brasil).

Pero la productora argentina Inversiones Cinematográficas SA compró el material, lo que provocó un reclamo difundido por un cable de la agencia EFE, fechado el 11 de agosto de 1978 en Río de Janeiro, y reproducido por la revista gremial argentina Heraldo del Cine en su edición Nº2345, el 17 de agosto: "Un grupo de cinematografistas brasileños quiere que las autoridades brasileñas les devuelvan el material que filmaron en la copa del mundo y que, afirman, vendió a Argentina, lo cual anulará todo el sentido social y crítico del documental que preparábamos".

El producto final fue un collage optimista que reunía imágenes de los distintos encuentros deportivos y de los festejos de la gente en la calle y en las tribunas -donde también aparecían, en algunos momentos, Videla y Massera, y donde asomaba un cartel sostenido con globos con la leyenda "Argentina de pie ante el mundo"-, más una serie de mínimos sketches interpretados por conocidos actores argentinos, desde Luis Sandrini y Malvina Pastorino hasta Aldo Barbero, Rudy Chernicoff, Ulises Dumont, Ricardo Darín y Susú Pecoraro.

Ya el título -que inicialmente sería "Nuestra fiesta" y que terminó adoptando un sesgo más autoritario con "La fiesta de todos"-, predisponía al público. Según Peter Burke "Las películas son iconotextos que muestran mensajes grabados para ayudar al espectador o influir en él a la hora de interpretar las imágenes. Entre esos iconotextos, uno de los más importantes es el título de la película, que influye en las expectativas del público antes incluso de contemplar una sola imagen". El mismo eslogan promocional aseguraba: "¡La primera película donde el protagonista es usted!".

La voz en off de un locutor se encargaba de promover lo que el espectador debía pensar sobre lo que iba viendo, prodigando elogiosos comentarios sobre el director técnico y los jugadores de la selección nacional, así como sobre el comportamiento del pueblo argentino.

Más reveladores eran algunos testimonios: al comienzo del filme, por ejemplo, el periodista Roberto Maidana afirmaba que "Las oficinas, las fábricas, los clubes, fueron el campo de batalla donde se enfrentaban vehementemente dos bandos: el de los optimistas y el de los contras". Tras el triunfo argentino, el historiador Félix Luna se refería al festejo de los argentinos diciendo: "Es lo más parecido que he visto en mi vida a un pueblo maduro, realizado, vibrando con un sentido común, sin que nadie se sienta derrotado o marginado, y tal vez por primera vez en este país, sin que la alegría de unos signifique la tristeza de otros". El humorista Luis Landriscina remataba: "Fue la fiesta de todos".

En cuanto a los episodios humorísticos, se basaban, más que nada, en el trato despectivo y hasta agresivo sufrido por personajes indiferentes o críticos respecto al Mundial: extranjeros, un peluquero afeminado que prefiere ver por TV una telenovela, o "el contra" interpretado por Juan Carlos Calabró (que se defiende diciendo "Las ideas no se matan"). Entre los títulos del film había agradecimientos a la Policía Federal y a la Fuerza Aérea Argentina.

"La fiesta de todos" se estrenó en mayo de 1979, en cincuenta salas cinematográficas de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, La Plata, Salta, Mendoza y otras ciudades, atrayendo a más de 1.700.000 espectadores. Rafael Granado escribió en Clarín que el film reflejaba "El esfuerzo, la repercusión y la trascendencia de un hecho deportivo que fue mucho más que eso".

Hubo otros proyectos cinematográficos en torno al Mundial, "Yo soy el gol" (Adelqui Pellegrino) y "Vamos, vamos Argentina" (de un tal Carlos Goransky), que no prosperaron.
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El festejo de la Junta Militar durante el Mundial de 1978.

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