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 domingo, 21 de mayo de 2006  
Reflexiones
Obras son amores... y celos

Carlos Duclós / La Capital

Nicolás Maquiavelo decía que “no hay cosa alguna que confiera tanto honor a un hombre surgido recientemente, como lo hacen las nuevas leyes y los nuevos ordenamientos por él ideados. Estas cosas, cuando sean fundadas y encierren alguna grandeza en sí, le hacen digno de reverencia y admiración”. Lamentablemente, asistimos a una penosa realidad: a muchos funcionarios y legisladores en este país se los conoce por sus discursos y críticas de campaña, pero no por los proyectos nuevos que hayan presentado. De manera tal que, o nunca tuvieron un proyecto o si lo tuvieron no les importó demasiado difundirlo. Lo curioso es que ciertas sociedades suelen, a pesar de semejante mediocridad, premiar con honores a estos funcionarios contrariamente al pensamiento del filósofo y político.

  Otro pensamiento del célebre pensador de Florencia —al que algunos por gran desconocimiento comparan con perversidad— es aquel que dice: “No es suficiente para la salud de un Estado tener un príncipe que, mientras viva, prudentemente lo gobierne. Más necesita de uno cuyo ordenamiento sea tal que, muerto él, aún pueda sostenerse” (se refiere a la salud del Estado). Penosamente, asistimos a algunos gobiernos que, muy lejos de diagramar y ejecutar políticas con miras al futuro (estadismo), se ocupan de retocar la imagen para la fotografía que sirve a los votos.

Acción y reacción

  Hecha esta introducción, merece analizarse una cuestión que tiene que ver con la obra pública y la reciente propaganda del gobierno provincial y la reacción de dirigentes socialistas y de la Municipalidad. Como se sabe, desde hace un tiempo el gobierno de la provincia ha decidido que la población de la provincia de Santa Fe conozca las obras que se han realizado durante la gestión de Jorge Obeid. Esto, parece, ha preocupado al socialismo sintiendo acaso que le apareció un gran competidor en materia de obras. Como resultado, los ciudadanos rosarinos asisten por estos días a una serie de reacciones socialistas: Binner ha dicho, por ejemplo, que “el gobierno de Jorge Obeid inauguró obras virtuales por 500 millones de pesos que le dio la Nación y no se sabe dónde están”.

  La reacción de algunos dirigentes del justicialismo no tardó. Agustín Rossi ha retrucado: “Binner no sabe nada de obras públicas, y además de ignorancia muestra mezquindad y miedo, porque ve que la Nación y la provincia están siendo muy eficientes a la hora de concretar obras importantes, hechos concretos, que tienen mucho más valor que las mentiras que él dice”.

  Por otra parte, un dirigente del Frente para la Victoria señaló: “Lo único que no se sabe donde están son los proyectos que como diputado debía haber presentado Hermes Binner, quien en lugar de eso se ocupa todo el tiempo de hacer campaña a más de un año y medio de la elección”.

  Mientras tanto, la Municipalidad salió a decir: “Ni anuncios ni promesas. No le contamos lo que vamos a hacer, le mostramos lo que ya hicimos”. “Y con la plata de la Nación y la provincia”, agregó pícaramente un encumbrado dirigente justicialista.

  El planteo que debe formularse es si es correcto que dirigentes, funcionarios y gobiernos salgan a competir con otros gobiernos no sólo con miras a no quedar atrás en la carrera política, sino con un claro propósito de neutralizar de alguna forma el rédito que pueda dejar el anuncio de obras de la otra parte.

  ¿Qué lectura se ha de hacer de esto? En primera instancia parece ser a los ojos de un ser pensante y reflexivo como un acto de cierta mezquindad, como lo plantea Rossi, pero inmediatamente viene una segunda lectura, mucho más profunda, mucho más delicada para la salud de la sociedad: las obras, según parece, algunos las hacen en función del beneficio político, de los votos y no pensando en el bien común. ¿No son esta clase de obras endebles, superficiales, que en poco aprovechan a la salud del Estado y en consecuencia del pueblo? ¿No carecen estas obras del contenido necesario para satisfacer los derechos fundamentales del ser humano?

  En suma, que mientras la gente está aguardando unidad de la dirigencia en proyectos claros y plausibles, que saquen al ser humano de la crítica situación que se encuentra, algunos entienden la política justamente al revés y en lugar de buscar la conjunción de fuerzas e ideas para lograr el sublime propósito apuestan a la defenestración del otro y su acción. Se deberá evaluar, entonces, si no le asiste razón a Rossi cuando habla de mezquindad política.

Las obras provinciales

  Negar que el gobierno de la provincia de Santa Fe ha realizado muchísimas obras a lo largo y ancho de la provincia parece un hecho injusto. Un superficial repaso de los trabajos realizados por la provincia da como resultado: cientos de kilómetros de rutas, alumbrado en las mismas, accesos a poblaciones, la unidad penitenciaria de Piñero, la alcaidía en la ex fábrica militar Mathew, el aeropuerto de Rosario, los puentes de la Circunvalación, la ampliación del hospital Centenario, medicina nuclear en el Provincial, la construcción de la plaza cíviva en la ex Jefatura, el acceso a Rosario desde Uriburu y la puesta en marcha de algo importantísimo para la región como es el Plan Circunvalar junto con la Nación, entre otras muchas. Y para ser más justos, no puede dejar de mencionarse como gran impulsor de estas realizaciones al ministro de Obras y Servicios Públicas de la provincia, el reutemista Alberto Hammerly, hoy con licencia sin goce de sueldo.

  Debe aclararse que no se puede negar que también la Municipalidad hizo lo suyo, no sería justo no decirlo. Sin embargo, esta reacción binerista y este mensaje municipal que es posible esté atado a un pedido del binerismo, no parecen adecuados y no parecen caer bien en la población. Quien esto escribe escuchó a un señor que tras leer los afiches municipales le decía a su esposa en plena calle: “Parece que están en un combate de boxeo donde uno le devuelve al otro con un golpe bajo, porque el “No le contamos lo que vamos a hacer” de la propaganda municipal implica una respuesta directa al anuncio provincial. De no ser así la expresión tendría que haber sido: “Le contamos lo que hicimos”.

  Es cierto que seguramente a Binner le ha inquietado que la provincia dijera que todas las obras que hizo las realizó sin aumentar los impuestos. Pero es cierto, también, que existe una carga que debe sobrellevar la Municipalidad por haber aumentado las tasas, el Derecho de Registro e Inspección, los montos de multas, servicios, sellados, llegándose incluso ahora a aumentar el canon de los vendedores de diarios. Pero esas son las circunstancias dadas y, como ha dicho alguien: “Sería mucho más correcto, mucho más ético hacer campaña sin tener que recurrir al sutil ataque y, sobretodo, sin menospreciar la inteligencia del ciudadano común al que tratan de confundir permanentemente”.

  La Constitución habla de la obligación de los gobiernos de dar a conocer sus actos a la sociedad. Pero lo marca con el loable propósito de que esa información sea espontánea, prudente y responsable, que sirva a la información y formación del ciudadano. No dice el principio constitucional que la difusión de los actos de gobierno debe surgir como respuesta a la acción de otro Estado, mucho menos ser competitiva y mucho menos aún tener un propósito electoralista. Pero en este país las cosas son así y si bien las obras son amores, como en el amor también son celos.


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