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 domingo, 21 de mayo de 2006  
Tema de la semana
Entre méritos y excesos, el gobierno enfrenta el futuro

El 25 de mayo próximo se presenta en el futuro inmediato como una jornada en que el fervor patriótico amenaza quedar desplazado por la pasión política. A tres años de asumir la primera magistratura de la Argentina, el santacruceño Néstor Kirchner —más seguro que nunca de su popularidad y su poder— se prepara para darse en la Plaza de Mayo lo que el gran poeta francés Charles Baudelaire llamó, tal vez irónicamente, un “baño de multitud”. En el sitio donde el peronismo consagra a sus dioses y excomulga a sus réprobos, el presidente de la Nación proyecta lanzarse hacia el porvenir con los brazos abiertos, confiado en la aprobación de la gente después de haber consolidado un rumbo económico vinculado a una bonanza de la cual hace mucho no se tenía memoria en la República. Pero lo indiscutible y valioso de la recuperación conseguida, así como los elogios que ciertamente merece la revalorización de la figura presidencial —devastada tras el desgobierno delarruista—, no logran ocultar los lunares de una gestión signada por el desborde de poder y la tentación constante del unicato.

   La palabra reelección, aunque es explícitamente negada como parte de la agenda del acto de la fecha patria, se recorta con nitidez en el horizonte. “Es inevitable” referirse a ella, dijo el ministro del Interior, Aníbal Fernández, en la misma jornada que legisladores y gobernadores, incluyendo a los de la supuesta oposición, habían respaldado directa o indirectamente la eventual postulación del jefe del Estado para un segundo mandato. Mientras tanto, Kirchner se reunía con el santafesino que más cerca estuvo del sillón de Rivadavia en mucho tiempo y sacaba a relucir un nuevo concepto que reemplaza al ya polvoriento vocablo “transversalidad”. El encuentro con Carlos Reutemann fue un nuevo y decisivo paso hacia la consolidación de un proyecto gubernamental que acaso merezca una renovación de estilo conductivo.

   El flamante juguete dialéctico del Ejecutivo se llama “concertación”, nada nuevo por cierto en el panorama político nacional pero alusivo en este caso a aquellos que se instalan a la sombra del poder, por coincidencias o conveniencias. Con una oposición virtual, dividida entre quienes forman irremisiblemente parte del pasado y aquellos que se limitan a posicionarse como fiscales éticos sin real ambición de obtener el poder, el porvenir se presenta como un campo llano que puede ser recorrido triunfalmente sin que se avizoren nubes de tormenta de ningún tipo.

   Pero el éxito legítimo y transformado en mejoras concretas para el pueblo no debería nublar la vista de nadie: cuando el ejercicio del poder se confunde con la soberbia o la desmesura, los frutos que se recogen terminan siendo amargos. Las constantes embestidas hacia la prensa por parte del primer mandatario distan de contribuir a la tan necesaria construcción en el país de una cultura democrática. Y no es que se niegue desde esta columna la saludable posibilidad del debate de ideas, frontal y franco: lo que se cuestiona es, justamente, la ausencia de ideas, la tendencia al epíteto y la costumbre de estigmatizar sin base en argumento ninguno.

   Manchas leves, sin dudas, en el marco del consenso popular generalizado y la consecuente euforia oficial. Pero si alguna lección debió haber dejado la historia de los últimos veintitrés años es que todo resulta efímero, excepto las instituciones.

   El 25 de Mayo de 1810 evoca mucho más que los primeros y pálidos albores de la nacionalidad: a través de los casi dos siglos que de la fecha nos separan es posible todavía distinguir la abnegación y lucidez de un grupo de hombres que, muchas veces postergando hasta el infinito su beneficio individual, se jugaron enteros por un futuro aún difuso. Hija de sus visiones, se sembró la semilla de la independencia hispanoamericana.

   El mismo Baudelaire decía, en sus “Pequeños poemas en prosa”, que “no a todos les es dado tomar un baño de multitud. Gozar de la muchedumbre es un arte”. En el gran abrazo colectivo que recibirá el jueves próximo, el presidente de los argentinos no debería olvidar que de su ecuanimidad y equilibrio dependen muchas cosas. Entre ellas, nada menos que el mismo éxito del cual ahora, legítimamente, disfruta y disfrutan todos los argentinos.


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