Para beber

¿Corchos o tapa a rosca?

Gabriela Gasparini

Esto del corcho, el sintético, la tapa a rosca y el tapón de vidrio es una historia con muchas vueltas que no termina de cerrar, y que siempre vuelve al tapete. Ya he comentado los problemas que suele presentar el querido tapón natural. Uno, y el más esgrimido por sus detractores, es que el vino puede terminar malogrado debido al intenso olor a corcho producido por una molécula conocida como TCA (tricloroanisol), que tendría su origen en el uso y abuso de fungicidas a base de productos químicos, los pentaclorofenoles, que tardan muchos años en desaparecer, y que por un proceso degenerativo terminarían por convertirse en TCA. La otra cuestión es su alto costo.

Especialistas de un lado, especialistas del otro, cada uno dice lo suyo y nunca se ponen de acuerdo, pero al final parece que el tapón de corcho sigue siendo el más idóneo para mantener el vino en las mejores condiciones, sobre todo a largo plazo. Es cierto que el porcentaje de botellas arruinadas por ese gusto a cartón mojado, a humedad, típica del TCA es atendible ya que puede alcanzar entre 8 y 10%, motivo más que suficiente para que muchas bodegas no quieran arriesgarse a sufrir esa pérdida, y decidan implementar los tapones sintéticos, sobre todo para sus líneas más económicas.

Las voces disonantes no tardan en hacerse escuchar, y sacan a relucir sus estudios. Tal es el caso de los australianos que aseguran que el papel que desempeña el oxígeno no tiene importancia para el envejecimiento del vino embotellado, contraponiéndose a la concepción tradicional que dice que es imprescindible un leve intercambio de aire para que los caldos de guarda envejezcan de la mejor manera. Y, ahí nomás, agregan que tienen vinos que estuvieron cerrados más de diez años con rosca y apenas sufrieron una pequeña reducción sin grandes problemas. A pesar de eso, está comprobado que este tipo de tapón favorece una particular y poco afortunada reacción sulfurosa posterior al embotellado, mientras que el corcho la desfavorece.

Esto no consigue amedrentar a los ingleses que al ver que tanto el tapón natural como el de plástico (este último tampoco es considerado lo más seguro debido a que permite una oxidación aleatoria) ocasionan incidentes que se reflejan en sus números por lo que también han decidido volcarse a la rosca. Una muestra más de las desventajas del sintético la presentan los vinos de Oporto, ya que "al cabo de unos años el tapón aparece carcomido porque el vino lo ha ido perforando, y el plástico se disuelve en el líquido", afirmó Dominic Symington, director de un importante grupo productor de Oportos.

En casa las cosas están repartidas, y no parece que ninguna de las dos variantes vayan a copar el mercado como para desplazar definitivamente al viejo y querido corcho, que desde su plop al abandonar la botella nos anuncia un camino de placer. Las bodegas declaran que el promedio de uso en el mercado interno es de un 80% de corcho natural, 16% del sintético y 4% a rosca, mientras que para los envíos al exterior la relación es casi 50 y 50. Para rematarla, sostienen que debido al hecho de que pasado un tiempo se hace difícil sacar el tapón sintético y se necesita fuerza (las mujeres no compraríamos esas botellas).

Para terminar, me parece necesario comentar otro tipo de consecuencias que puede ocasionar dejar de lado los cierres naturales. En España se lanzó una campaña que promueve la compra de botellas con tapones de corcho, y la razón es que los bosques de alcornoque son ecosistemas muy ricos en biodiversidad, que están amenazados por los cambios climáticos, y por la posibilidad de que el corcho no se use más y deban sustituirse por otro tipo de bosques más rentables.

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