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 domingo, 02 de abril de 2006  
Historia de un programa económico que marcó a fuego a la Argentina
El 2 de abril de 1976 José Martínez de Hoz anunció los lineamientos de su gestión, la otra cara de la represión

Marcelo Bátiz

Muchas de las conmemoraciones por los treinta años del golpe militar del 24 de marzo de 1976 pasaron por alto otra fecha clave de la dictadura, como fue la presentación del programa económico del ministro José Alfredo Martínez de Hoz, el 2 de abril de aquel año.

Esa noche, se presentaron los lineamientos principales de uno de los experimentos económicos que marcaron a fuego con mayor intensidad a la sociedad argentina a lo largo de toda su historia, por medio de uno de los ministros que acumuló tanto poder como para eclipsar a su propio presidente: al hablar de la economía de esos años, nadie se refiere al "plan de Videla".

Martínez de Hoz, hombre fuerte de la economía durante cinco años, abordó la tarea al frente de uno de los equipos con mayor preparación previa al momento de su asunción. Una prueba de ello la constituye la cantidad de leyes, decretos y resoluciones dictadas en las primeras horas de gestión.

El ministro había sido puesto en funciones el 29 de marzo y su gabinete prestó juramento el día siguiente. El 2 de abril ya habían sido sancionadas siete leyes. Quedaba en claro que el equipo económico había comenzado a trabajar mucho antes del 24 de marzo.

Rompiendo con una tradición, el discurso de Martínez de Hoz no se circunscribió a algunos aspectos importantes de su programa sino que abarcó a toda la economía. A lo largo de dos horas, su mensaje abarcó desde cuestiones globales como la racionalización del sector público hasta detalles como el precio del sorgo granífero en el noroeste.

Como lo dijera el propio ministro, "el presente programa es un conjunto coherente e inseparable. En el pasado, muchos de los intentos de saneamiento y recuperación económico-financiero del país han fracasado por haberse encarado únicamente aspectos parciales del problema".

A treinta años, puede comprobarse cuánto de lo dicho esa noche no se correspondió con la realidad y hasta resulta una ironía alguna de sus consideraciones, como la de alentar "la actividad económica sobre bases que tiendan a estimular y premiar la actividad productiva, quitando todo aliciente y posibilidad a la acción parasitaria especulativa".

O, si se prefiere "es también indispensable que consideremos una equitativa participación de los diversos sectores de la Nación en la riqueza del país (...) preservando el nivel de los salarios".

No fue el único pasaje de su discurso que chocó con los hechos: el ministro que puso el debate de las privatizaciones sobre la mesa no privatizó nada. Por el contrario, actuó con inusitada celeridad para terminar la estatización de la Compañía Italo Argentina de Electricidad (Ciade), de la que él había sido director.

En cuanto a la inflación, si bien la redujo en comparación con los índices heredados de la gestión de Emilio Mondelli, la dejó en niveles que decuplicaban a los actuales.

La liberación de precios, la eliminación de los tipos de cambio múltiples y, en suma, el repudio al intervencionismo estatal en la economía, tuvo una excepción que puso en evidencia cuál iba a ser la variable de ajuste del plan: los salarios.

"No es factible pensar que puedan tener vigencia las condiciones ideales de libre contratación entre la parte obrera y la empresarial para la fijación del nivel de los salarios", puntualizó Martínez de Hoz, para quien "debe, pues, suspenderse toda actividad de negociación salarial entre los sindicatos y los empresarios, así como todo proceso de reajuste automático de salarios de acuerdo con índices preestablecidos".

En otras palabras, "será el Estado el que establecerá periódicamente el aumento que deberán tener los salarios". El empresariado respiraba tranquilo: lo de la "distribución equitativa" había sido una formalidad y la tasa de ganancia creciente estaba asegurada.

Pero hubo que esperar diez días más para que Martínez de Hoz abandonara la amabilidad y adelantara a los empresarios sus propósitos.

"Guay de aquel que no entienda la responsabilidad del momento histórico que vivimos", amenazó a unos quinientos empresarios convocados a un acto en la Secretaría de Comercio el 12 de abril.

Por si no quedaba claro, abundó: "No me va a temblar la mano en aplicar los instrumentos que tiene el Estado a su disposición, no para aplicar multas ni las penas consabidas de la ley de abastecimiento, sino medios mucho más efectivos que pondrán en juego las leyes económicas para que, por medio de la política arancelaria o crediticia, a cada empresario que no haya sabido comprender la responsabilidad de la hora, se dé cuenta que le ha resultado un pésimo negocio el no haber estado a la altura de la comunidad empresaria en la cual debe desempeñar su oficio".

Para muchos, no pasaba de un habitual discurso de ocasión. Cuando se dieron cuenta, ya era demasiado tarde. (DyN)
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Las consecuencias del plan de Martínez de Hoz aún perduran.

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