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 domingo, 20 de noviembre de 2005  
[Anticipo]
El placer de releer
"Con toda intención" es el nombre del libro editado por Sudamericana donde se compilan textos periodísticos de Charlie FEiling. Su pasión por la escritura lo llevó a abandonar la vida académica. Aquí se adelanta un capítulo: "¿Por qué escribo tan mal?"

C. E. Feiling

En 1983, cuando el país recuperó el sistema democrático de gobierno, una nueva historia oficial de la literatura argentina tomó por asalto la Universidad de Buenos Aires y los suplementos culturales de ciertos grandes diarios, desde donde se difundió con una rapidez y una contundencia pasmosas. En aquella lejana época yo tenía veintidós años, y la nueva historia me pareció liberadora. Para ser absolutamente sincero, supongo que lo era: nulidades de la Sociedad Argentina de Escritores como Arturo Cambours Ocampo, titular de Literatura Argentina II durante el gobierno militar, no merecen ni el despectivo reconocimiento que les estoy otorgando con esta mención.

La historia oficial, la que hoy en día gravita sobre los escritores argentinos contemporáneos, que deben de algún modo acomodarse a ella, es elegante y económica, quizá demasiado elegante y demasiado económica. Todo se reduce a Sarmiento en el siglo XIX y a la dialéctica Borges-Arlt en el XX, y supuestamente en cualquier texto argentino es posible hallar una respuesta a los nudos de problemas que suscitan libros como "Facundo", "Ficciones" o "El juguete rabioso".

La historia de esta historia no es difícil de resumir, y lleva el nombre de Ricardo Piglia. Sobre la base de ciertas ideas del grupo de la revista Contorno, luego desarrolladas por David Viñas en "Literatura argentina y realidad política" (1964), Piglia la inventó desde las sombras durante el gobierno militar, y la fue difundiendo en artículos y en su influyente novela Respiración artificial (1980). Para ello contó con la ayuda de Beatriz Sarlo, directora de Punto de vista y hoy en día titular de Literatura Argentina II en la carrera de Letras, donde impuso su versión modificada de las tesis de Piglia, a las que amplió con tesis propias también cruciales, particularmente las referidas a lo que ella y Carlos Altamirano llaman "la fundación de la literatura argentina" (v. Altamirano, C. y Sarlo, B., "Ensayos argentinos", Buenos Aires, Ceal, 1983).

Creo que la historia oficial tiene varios defectos. En primer término, no sólo deja afuera a autores como José Bianco, Miguel Briante, Fogwill y Ezequiel Martínez Estrada (este último "entra" en ella por su lectura de Sarmiento, pero no por libros como "Marta Riquelme"), sino que prescinde por completo del placer y el gusto. Cuando alguien dice que prefiere leer a Sarmiento que a Mansilla, sospecho que está repitiendo la lección o desea progresar en el mundo académico. Lo mismo sospecho cuando alguien de mi edad manifiesta que Arlt es un gran escritor: Arlt es un escritor bastante bueno, pero yo no tengo la culpa de que los intelectuales de los 50 y 60 quisieran un Jean Genet argentino, y además Jean Genet tampoco me fascina.


LA HISTORIA OFICIAL
En segundo término, la historia oficial tiende a generar una literatura asfixiante, que se desvive por inscribirse en esa misma historia y sólo se ocupa de ella. Mientras muchos están intentando convertirse en la síntesis del raro matrimonio Borges-Arlt, a su alrededor ocurren cosas francamente censurables, como la canonización de ese pésimo novelista que es Ernesto Sábato, que ahora funge de conciencia moral de la República, o el hecho de que la muerte de Silvina Ocampo haya pasado sin pena ni gloria.

En este momento me hallo a punto de terminar mi tercera novela. Cuando en 1989 decidí tirar por la borda mi carrera académica y regresar al país (estaba en Inglaterra, enseñando literatura en la Universidad de Nottingham) para dedicarme a escribir, no me imaginé que me aguardaba una trilogía sobre los géneros. Eso vino después, al terminar mi primer libro. "El agua electrizada" es un policial, y se me ocurrió que bien podía rendirles homenaje a otros dos géneros que me dieron y me dan un inmenso placer: la novela de aventuras y la novela de terror. Mi novela de aventuras fue "Un poeta nacional", y con "El mal menor" estoy trabajando el ámbito de lo macabro. Tengo toda la intención de seguir escribiendo mal, vale decir a contrapelo de la versión dominante de la literatura argentina. Algunas otras personas, como Luis Chitarroni y Rodrigo Fresán, no me dejan hacerlo completamente solo.

Escrito en 1994.
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