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 domingo, 20 de noviembre de 2005  
Panorama político
A llorar a la parroquia

Mauricio Maronna / La Capital

Los analistas que creyeron que las elecciones del 23 de octubre harían amanecer otro Néstor Kirchner han errado fieramente su pronóstico.

El bandoneón arrabalero del presidente continúa emitiendo los mismos sonidos de siempre hacia el "enemigo" que cree ver en cada persona o institución que intente criticar su desmesura dialéctica.

Juguetón, el santacruceño se divierte con las "plumas" de apellido compuesto a quienes, en la intimidad, chicanea como adoradores "del uno a uno". ¿Por qué? "Y... ¿No ven? Me escriben un artículo virulento en contra y después me doran la píldora con un editorial que se parece a una melaza", calma el jefe del Estado a los pocos funcionarios que tienen acceso a su despacho con el único objetivo de dejarle las críticas de los diarios subrayadas en amarillo.

Kirchner es Kirchner, y todos juegan su juego. Los adversarios quedan atrapados en su trampera; les devuelven su aparente irracionalidad con mayor irracionalidad. Mientras tanto, la Argentina real continúa con su larga lista de problemas irresueltos, en la que pocos reparan.

La pregunta se impone con naturalidad: si el presidente ofrece tantos puntos débiles, ¿qué hace la oposición?

A la casi brillante Elisa Carrió le cortaron las piernas con la brutalidad y el pragmatismo a ultranza de los que no reparan en los medios para llegar a determinado fin. El hijo del recordado Alfredo Bravo, Daniel, impuso en la veda electoral -y en letras de molde- que el candidato porteño Enrique Olivera era un lavador de dinero que ocultaba sus fondos en cuentas radicadas en bancos extranjeros. Un contramensaje directo al "contrato moral" que predica Lilita y que (intelectualmente honesto es decirlo pese a la derrota del ARI) alguna vez deberá ser internalizado por los ciudadanos para cambiar el derrotero de picardías criollas que luego se transforman en bumerán.

Pues bien, si Carrió dijo antes del 23 de octubre que las elecciones no eran lo urgente, ¿por qué en vez de encabezar la réplica judicial a esas denuncias falsas se recluyó en un spa en los bordes de Villa Carlos Paz para aparecer sonriendo en las fotos de las revistas de actualidad?

Bravo (el denunciante) es íntimo amigo del arrepentido Mario Pontaquarto y quien lo presentó a Alberto Fernández para garantizar protección antes de la denuncia en la hoy desaparecida (vaya casualidad) revista TXT sobre los mecanismos de sobornos en el viejo Senado. En un país serio, si todo lo que se dijo de Olivera es falso, la oposición, sin fisuras, debería exigir al menos algunas renuncias, pedidos de juicio político, salidas mediáticas para demostrar que no todo lo que brilla es oro.

Salvo en los países anglosajones, o en Francia (donde existe el voto por circunscripción), las bancas corresponden a los partidos. El tránsfuga de Borocotó, sin embargo, parece haber cruzado el Jordán sin demasiadas complicaciones más allá de las adjetivaciones, el estupor y las frases de ocasión. ¿Hay diferencias entre el médico que sigue tomándoles el pelo a todos en sus apariciones televisivas y el diputrucho que encrespó a los escribas furiosamente críticos del "noventismo", el "menemismo" y toda la cadena de "ismos"?

Plano corto para un opinator con sueldo estatal que también cumple funciones en el programa-kermese de Luis Majul: "Esto demuestra la escasa capacidad de retención de la derecha y la gran adhesión que suscita el presidente". En el mismo set televisivo, plano largo para Horacio Braga Menéndez, publicista oficial del gobierno: "Lo único que importa es el quórum".

Curiosamente (mientras todos creían que analizaba en su bucólica Santa Cruz el recambio de gabinete), el presidente analizó algunas encuestas y llegó a la conclusión, una vez más, de que era hora de desempolvar esa teoría, tan argentina como el dulce de leche, que reza que no hay mejor forma de esconder a un elefante que mezclarlo junto a otros mamíferos proboscidios.

Pese a la derrota política que sufrió con su aliado Aníbal Ibarra, leyó que el episodio Borocotó erosionaba su imagen más que la caída del otrora bambino de oro de la centroizquierda. Y apeló a los manuales clásicos de la realpolitik: elegir enemigos con quien pelearse. Y allí juntó las cabezas.

Como casi siempre, en un acto protocolar (para evitar repreguntas molestas) lanzó desde el Salón Banco de la Casa Rosada un rosario de descalificaciones hacia la Iglesia, la comparó con un partido político y volvió a recordar el papel de la institución durante la dictadura. Sin ningún rubor, defendió a Borocotó ("somos fify-fifty", dijo) y puso en el centro de la trituradora a Mauricio Macri, el dirigente que desde hace tiempo tiene más problemas que la defensa de Boca Juniors a la hora de evitar las filtraciones.

Impresiona, es verdad, la larga fila de dirigentes, organismos e instituciones que Kirchner denostó en las últimas semanas. Lula, Ricardo Lagos, el FMI, George Bush, Vicente Fox, Tabaré Vázquez, el primer ministro canadiense, los periodistas, Macri, la Iglesia, Carrió, y decenas de etcéteras fueron el blanco de la ira sureña.

Pero, más allá del primer efecto sorpresa, es bueno que desde el análisis se ponga la pausa y se formule la siguiente pregunta: ¿cuál es la novedad, más allá de que en el buscador Google haya trepado hasta el infinito la cantidad de referencias a las palabras "Kirchner acusó"?

El interrogante respecto a quién elegirá ahora el presidente para pelearse es de fácil resolución: a todo aquel que intente marcarle las zonas grises.

El documento de la Iglesia haciendo eje en el crecimiento de la desigualdad social y la injusta distribución del ingreso obedece a un pulimentado análisis de la realidad. Los números no mienten. El espectacular salto de la macroeconomía es el abono más fértil para atraer inversiones, fomentar el empleo y dejar de aferrarse a la eufemística teoría noventista (créase o no) del "derrame económico".

Desde el poder (y muy bien lo dijo Cristina Kirchner tras haber aniquilado electoralmente al duhaldismo) deberían saber que nada es eterno. Ni la alfombra roja ni la relativa bonanza económica sectorial deberían apunar a los que hoy gozan las mieles del éxito.

Desde la vereda de enfrente también tendrían que tomar nota y ocuparse full time, al menos por una vez, de intentar construir alternativas serias y con vocación de poder.

El presidente les dio una lección a los timoratos que, sin compartir casi nada sobre su ideario y su gestualidad, se escudan en el "sí Néstor" a riesgo de ser incluidos en el polígono de tiro: reivindicó la lealtad de José María Díaz Bancalari, quien dejó su estratégico puesto al frente el bloque en Diputados y se mostró dispuesto a no quedarse solamente en la puerta del cementerio sino a recibir las exequias junto a Chiche Duhalde.

En el justicialismo santafesino todos miran hacia la Casa Rosada esperando el lenguaje del cielo para desentrañar cómo seguirá la relación Kirchner-Reutemann y decodificar si el mensaje del jefe del Estado a Agustín Rossi para conformar un nuevo espacio es en verdad un camuflaje exploratorio de potencial acuerdo con el socialismo.

El Frente Progresista aprovecha el vacío y sigue jugando en el bosque mientras el lobo no está. La denuncia de "fraude electoral", que mucho le sirvió para terminar con la ley de lemas, la emplea ahora para justificar la derrota en la pequeña localidad de San Guillermo y para referirse a la Justicia provincial.

El gobernador Jorge Obeid parece haber acertado con las designaciones de Adriana Cantero (Educación) y Silvia Simoncini (Salud). Es un buen punto de partida para subir la cuesta. Al fin de cuentas, la ventaja que le sacó Hermes Binner en las últimas elecciones será remontable en tanto y en cuanto se produzca un respingo de la gestión y los candidatos estén a la altura de las circunstancias.

Si eso no se produce será tarde para lágrimas. O, como diría Kirchner: a llorar a la iglesia.
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Duhalde y el presidente Kirchner.

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