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 domingo, 20 de noviembre de 2005  
Historias de la noche. La Capital recorrió las zonas más conflictivas
Crónica de una madrugada con la violencia siempre presente
En los últimos 20 días, las calles de Rosario fueron escenario de fuertes grescas, persecuciones y tumultos

Pablo R Procopio y Diego Veiga / La Capital

Una alocada carrera de 12 kilómetros en medio de balazos y sirenas para eludir un control de alcoholemia, un botellazo a la salida de una disco que le parte la cabeza a un pibe, un puntazo a un joven que regresaba a su casa, una trifulca entre patovicas y parroquianos, y un boliche en el que ingresan casi 800 personas cuando en realidad tiene capacidad para 200.

Como si esto fuera poco, cerca de 60 automovilistas se ponen a correr picadas a 120 kilómetros por hora en medio de una concurrida avenida y un inspector queda colgado 70 metros arriba del capot de un irascible conductor. Todo esto sucedió en los últimos 20 días en las calles de Rosario y dejó al desnudo la existencia de focos de violencia que se ponen de manifiesto durante la noche, cuando la ciudad, sin dudas se transforma.

De todos modos, se evidencian tomas de conciencia por parte de los jóvenes conductores, quienes evitan los excesos de bebidas para que los alcotests no les den positivos.

No podría decirse que la noche de la ciudad dista, por incontrolable, de las de otras ciudades del mundo. Pero se registran brotes que impactan por su permanencia. Sin embargo, no se trata de conductas masivas.

A raíz de la serie de sucesos que tuvieron lugar en poco más de 20 días, La Capital salió a recorrer la madrugada de ayer y observó in situ qué pasa en plena noche y cuando amaneció.

Ya en frente de este diario (Sarmiento 763), mientras el equipo de periodistas se disponía a emprender la recorrida, un joven buscaba pleitos amenazando a otros con el pico partido de una botella. Se escuchaban insultos y gritos mientras minutos antes un móvil policial patrullaba la peatonal Córdoba tras haber pasado por la puerta de Dilan (Maipú y Rioja), un boliche que está habilitado como bar pero que, después de las 5, cuando las confiterías bailables cierran, funciona como after (donde la fiesta sigue después de hora).

Dos de los tres operativos de alcoholemia que realiza la Municipalidad se encontraban la madrugada del sábado en la esquina de Santa Fe y Ovidio Lagos. Había además 13 grúas que no pararon de remitir vehículos al corralón. Un joven que decidió con unos amigos venir a divertirse a Rosario desde Totoras cayó en el control y el alcolímetro marcó 0,56 (el máximo es 0,50). No sabía cómo convencer a los inspectores para que no le llevaran el auto. Estaba realmente apenado y luego iría caminando hasta el corralón para esperar allí hasta las 10 y poder retirar su Volkswagen Gol gris.

Sin embargo, un grupo de chicas se predisponía abiertamente a la prueba sabiendo que quien tripulaba el auto no había tomado ni soda. "¿Me vas a hacer soplar por ese tubo que usan todos?", preguntaba segundos antes la veinteañera. "No, para vos tengo uno especial", le contestaba irónico un inspector.

Minutos más tarde, desde un taxi un hombre visiblemente entrado en copas gritó: "Me chupé todo, pero voy en tacho". Así, dio cuenta de que había encontrado el modo de zafar de los operativos, cuidar su vida y la de los demás.

Emulando parcialmente el escape cinematográfico de una camioneta el pasado 11 de noviembre, la directora de Tránsito, Hebe Marcogliese, expresó en pleno operativo que varios rodados "se dan a la fuga". Aunque, en general, se detienen a las pocas cuadras. "Lo que no significa una persecución, porque cuando notamos conducción peligrosa llamamos a la policía", agregó la funcionaria, que no le escapa a las discusiones y se nuestra sanguínea ante las situaciones conflictivas.

La esquina de Tucumán y San Martín, en tanto, mostraba ya sobre las 6 los resabios de una noche agitada. Grupos de jóvenes con botellas y vasos de cerveza caminaban como si estuvieran perdidos por la zona. Había habido algunas riñas y efectivos de la comisaría 6ª actuaron tras la denuncia de un robo. Detuvieron a dos menores de 16 años sobre la barranca del parque de España que se habían llevado pertenencias de otros pibes pegándole en el ojo a una de las víctimas.

Por otro lado, un par de horas antes hubo piedrazos y golpes entre dos bandas en San Juan y San Martín. Un puñado de adolescentes que volvía del boliche El Muro (Buenos Aires 912) se trenzó con otro que regresaba del recital de Divididos en el anfiteatro municipal Humberto De Nito.


Sin taxis ni colectivos
La carencia de taxis y colectivos obliga a que los muchachos y las chicas esperen horas en las paradas y, para matar el aburrimiento, algunos instigan peleas mientras otros quedan casi desmayados sobre los cordones de las veredas.

Un párrafo aparte merece la zona de la terminal de ómnibus Mariano Moreno. Ahí, el ambiente es más denso. Dicen que la droga corre "por todos lados" y, "en ciertos bares de Santa y Castellanos se distribuye abiertamente".

La movida de las confiterías bailables debería terminar a las 5 y, media horas después, los locales tendrían que tener sus puertas cerradas; una situación que se cumple, pero motiva irregularidades paralelas. En efecto, cuando se apagan las luces de los boliches correctamente habilitados, se encienden las de otros que funcionan fuera de las reglas.

Por ejemplo, en Callao y Rivadavia, Güemes y Rodríguez o Rioja y Balcarce, hay bares en los que aparecen pistas de baile y luces intermitentes como por arte de magia.

Tienen mecanismos aceitadísimos a través de los que controlan la presencia de los inspectores y, en un triz, cortan el sonido.

Conocen hasta sus autos e instalan vigías en las esquinas que avisan al interior del comercio a través de sistemas especiales.

En la esquina de Rivadavia y Rodríguez, varias chicas de 17 años (no pueden ingresar menores) comentaban sus propias historias de la noche. "Es mentira que no se vende alcohol a nadie en los quioscos después de las 23, siempre encontrás algún lugar donde se puede comprar", señalaron. Uno de sus amigos agregó: "Y ni te digo adentro de los boliches, los pibes se ponen en pedo y se agarran a las piñas; hoy un patovica tuvo que sacar a tres".


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Después del boliche se impone la "birra" en la plaza.

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