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 domingo, 06 de noviembre de 2005  
Nota de tapa- Por la reconstrucción
"La inversión en cultura es productiva"
El titular de la Secretaría de Cultura de la Nación dice que el área que dirige aún padece los efectos de la década del 90. "Más que tierra arrasada es una selva enmarañada", advierte José Nun

Rodolfo Montes / La Capital

En el despacho de José Nun hay libros, fotos, carpetas, papeles y una sensación: en este lugar están pasando cosas. El más grande corporalmente -cerca del metro noventa de estatura-, también de edad, y tal vez -por qué no- el intelectual más acabado que tiene el gobierno nacional en sus primeras líneas, se sienta en su sillón preferido. Toma las preguntas de Señales y, de a poco, con claridad, va sacando las piezas de su mejor cofre: su capacidad de reflexión. Dice que llegó a la Secretaría de Cultura de la Nación con una concepción distinta a la de sus antecesores. La cultura en la Argentina "era producción simbólica en el campo de las bellas artes y de las letras: bibliotecas, museos, ballet y orquestas sinfónicas". Nun busca dar vuelta esa concepción, sin excluir a las bellas artes. "Cultura es toda la construcción social, la realidad que nos rodea, lo que no es natural. Creencias, normas, prácticas e instituciones", define. Y ratifica: "Entiendo que esta visión no sólo es justa, sino también necesaria para un tiempo donde la Argentina se da la tarea de reconstrucción, para revertir las políticas que se llevaron adelante durante los últimos 30 años".

-¿Cuál es la tarea que vino a realizar?

-La construcción de ciudadanía. Que los ciudadanos tomen conciencia de sus derechos políticos, económicos, civiles, culturales. Que se asuman como ciudadanos plenos. Para eso estamos preparando programas en televisión y en radio, de los que no le voy a adelantar detalles para evitar robos, y no lo digo por usted ( risas).

-Tiene un concepto de trabajo nuevo, ¿también recursos para llevarlo adelante?

-La discusión por el presupuesto en la Secretaría de Cultura hay que entenderla en su proceso histórico. La cultura se limitó a designar, hasta hace poco tiempo, la actividad de los museos y la orquestas sinfónicas. Entonces, y a partir de las sucesivas crisis económicas, fue más o menos lógico que recayeran sobre Cultura sucesivos recortes presupuestarios. Si la cultura era para una elite social, usted no puede pedir dinero cuando no alcanza para los comedores escolares. Por el contrario, si la inversión en cultura está destinada a toda la sociedad, a construir ciudadanía, entonces sí compite con los rubros de primera necesidad en el presupuesto.

-¿En cuánto piensa mejorar el financiamiento?

-Tenemos un problema: el piso presupuestario es muy bajo, del orden del 0,17 por ciento del total. Y los que hacen los presupuestos se manejan con porcentajes, así que si nos aumentan, digamos un 30 por ciento, resulta que llegamos al 0,20 por ciento, que sigue estando muy lejos del 1 por ciento, un porcentaje recomendado internacionalmente.

-Tiene una gran tarea por delante: convencer al ministro de Economía.

-Mi convicción es que la inversión en cultura es una inversión productiva, comparable a cualquier emprendimiento industrial. Además, la inversión en cultura es premisa fundamental de provocar deseos educativos en la población, que es la otra inversión clave de la Argentina. La cultura estimula a la educación, la valoriza y la coloca como un bien en la sociedad.

-¿Siente que su proyecto de trabajo está sostenido?

-A mi me consta que la cultura para el presidente Néstor Kirchner es una prioridad, pero las rivalidades presupuestarias son históricas en nuestro país.

-¿Por qué había que cambiar la política cultural?

-Porque la Argentina pasó de una política cultural histórica, digamos conservacionista -donde se mantenían abiertos los museos y en actividad a las orquestas sinfónicas-, a una política de promoción de artistas y mega eventos musicales. Este proceso empezó en los años ochenta y siguió en parte en los noventa. Fue la idea de farandulizar la cultura, buscando rédito para el funcionario o el gobierno a cargo. Los festivales dejan una marca limitada; usted va a un buen show musical y ahí queda la cosa.

-¿Qué marcas piensa provocar?

-Nosotros buscamos otras marcas. Y por eso impulsamos programas como los Café Cultura y Nación, una experiencia en bares especialmente elegidos de distintas ciudades medianas del país, donde pueden dialogar una figura relevante y conocida en el país -un intelectual, artista o músico-, distintos referentes locales y gente del pueblo. La idea es llevar cultura accesible para un público heterogéneo. No es un plan enfocado para los intelectuales o profesionales del pueblo, también queremos tener a los comerciantes y a los empleados.

-¿Cómo funcionan los cafés?

-Los viernes o sábados, en locales con 100 a 150 plazas, la figura convocante habla durante unos 20 a 30 minutos, junto a referentes locales, y luego se suscita el diálogo abierto con los presentes. Allí tenemos figuras como el Tata Cedrón, Carlos Gorriarena, Rep, Aldo Ferrer, Gastón Pauls, y una larga lista de artistas y cineastas, entre tantos. El concepto es el de animación cultural, animar el diálogo. Recuperar los espacios de sociabilidad, algo que se perdió fuerte a manos de la televisión, y no sólo de la televisión. La experiencia se pone en marcha con 6 provincias. En Santa Fe se realiza en Casilda y Reconquista, pero todo apunta a tener 100 locales funcionando en todas las provincias, para el 2006.


ANTES Y DESPUéS DEL CARGO
-Ahora que está dentro del aparato del Estado, ¿qué cambió en su mirada como politólogo?

-Antes de llegar a esta Secretaría, habitualmente ponía mucho énfasis en la idea del "Estado arrasado", una analogía clásica para analizar, en especial, lo que nos pasó en los años noventa. Pero ahora me doy cuenta que la analogía estaba equivocada. Es más, ojalá esto hubiese sido así.

-¿Con qué se encontró?

-Cuando hay tierra arrasada, usted no tiene nada, pero lo nuevo que pone en marcha empieza a funcionar. El Estado argentino no fue tierra arrasada, usted llega acá y se encuentra con muchas cosas, no puede hacer lo que quiera. La nueva analogía que ahora manifiesto es la de la selva enmarañada. Los canales naturales no funcionan, y las segundas, terceras y cuartas líneas, en muchos casos, están dispuestas a meter mano en cualquier proyecto, y alterarlo.

-¿Producir un cambio cultural en la gestión es más difícil de lo imaginado?

-Mire, yo lo entiendo al presidente Kirchner, y le digo que en muchos casos quienes lo acusan de hegemonismo no conocen la difícil que es hacer cumplir una orden en el Estado. Por eso el presidente se involucra personalmente, si la orden no la hace cumplir él, puede que resulte otra cosa.

-¿Qué otras cosas no sabía y ahora se enteró?

-Por ejemplo, le cuento: en el primer mes de mi gestión desafecté a muchas personas que tenían contratos con la Secretaría pero no hacían nada. Pero la sorpresa es que estas personas quedan flotando en una especie de éter que es el espacio público estatal (empleo público), y en algún momento un amigo político los reinserta, les abre una grieta, y vuelven a un puesto de algún ministerio. Ocurre que algunas personas saben conservar las amistades.

-¿No contaba con esa astucia?

-Sí, el problema es que puede venir la venganza, como efectivamente me ocurrió. Resulta que un expediente nuestro - donde se tramitaban unos 10 millones de pesos-, fue a caer al escritorio de un echado de esta Secretaría. Entonces el hombre qué hizo, podó los 10 millones a 4, y retuvo el expediente por dos meses. La tierra no está arrasada, está minada. Me recuerda una frase de Maquiavelo: "al enemigo, o no se le hace nada, o se lo elimina. Dejarlo herido es la peor solución".
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"Si la inversión en cultura está destinada a construir ciudadanía, compite con los rubros de primera necesidad en el presupuesto", dice Nun.

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