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 domingo, 23 de octubre de 2005  
Los hostels rosarinos
Una modalidad de alojamiento más económica que pugna por hacer conocer a la ciudad

Van por los jóvenes y encontraron un público bien dispuesto. Los cuatro hostels de la ciudad se iniciaron en el último año con una forma de alojamiento seductora para los viajeros que buscan conectarse con el lugar, su gente y otros viajeros a tarifas accesibles. Es un modo de recibir turistas que a pesar de su desarrollo en otros lugares del mundo, no tenía sede en Rosario. Los hostels apuestan a brindar calidez, servicio, información sobre las actividades de la ciudad, y en caso de que no encuentren las suficientes, las inventan. Tienen huéspedes estables, estudiantes, extranjeros, muchos asistentes a congresos y una turba de hombres y mujeres- la mayoría entre los 20 y 30 años- que llegan a Rosario los fines de semana a recorrer los boliches, pubs, el río y ver recitales o muestras.

Los hostels ofrecen habitaciones y baños que por lo general son compartidos. Tienen una cocina para los huéspedes y un lavadero, que bajan los costos de una estadía, además de espacios comunes para desarrollar actividades cotidianas. Esas cuestiofnes básicas se complementan con una oferta de servicios que buscan no sólo diferenciarse de la hotelería tradicional, sino capturar a los viajeros durante los días de semana, cuando las visitas a la ciudad menguan. El resultado es una ocupación que promedia el 80 por ciento los fines de semana que a veces supera la capacidad de alojamiento, unas 120 plazas entre los cuatro.

"Cada espacio tiene una propuesta diferente, cuando el criterio de los visitantes lo permite", cuenta Matías, "anfitrión" en el Rosario Hostel. Es que, la falta de plazas vuelve frecuente la transferencia de huéspedes de uno ocupado a otro con camas disponibles. Aunque la hora de proyectar el crecimiento aseguran que en Rosario lo que hace falta son más hoteles, con su tradicional oferta. "La propuesta de un hostel es diferente, y aunque recibimos a los viajeros que no encuentran lugar para alojarse, para ellos la propuesta no igual de satisfactoria", aclara Gabriel Zysman, el dueño de La Casona de Don Jaime, el único hostel de Rosario que está incorporado a la cadena Hostelling Internacional. Los otros, son independientes.

En la convivencia se entreteje el intercambio cultural y gastronómico. Los viajeros descubren los distintos usos de los condimentos, o las maneras de asar carnes. Y mientras unos aprenden español, otros se especializan en los recorridos de pubs, bares que llevan músicos y boliches al son de ritmos diferentes.


Las propuestas
La Casona de Don Jaime, en Presidente Roca al 1000, abrió en diciembre de 2004 y se sumó al Rosario Hostel, otra casona ubicada en Urquiza al 1900, que había adoptado esta modalidad después de tres años de funcionar como Bed and Breakfast (B&B). Los siguió el Rosario Inn, ubicado en Sargento Cabral y el río y el Hostel de Pichincha, de Francia al 200, que aún no cumplió su primer mes. Los tres primeros se proyectaron en viejas casonas, y el último, en una edificación que fue clínica y antes un albergue estudiantil. "Eso fue una ventaja -contó Cintia Bonino, estudiante de hotelería que alentó el emprendimiento- ya que las habitaciones cuentan prácticamente con un baño para cada una, o, a lo sumo, compartido entre dos".

La capacidad de los hostels es bastante pareja, con 25 a 35 camas. El costo varía entre los 20 y 25 pesos, con un máximo de 30, de acuerdo a la capacidad de las habitaciones, si son dobles, cuádruples o de más camas, y si tiene baño privado o compartido. La mayoría ostenta un parrillero, indispensable para el interés gastronómico de los viajeros extranjeros.

1) El Rosario Hostel (Urquiza 1900) es una amplia casona de dos plantas. La música ambienta el hall de ingreso y sube hacia la planta alta. Abajo hay un espacio común, con la tv y una play station que motiva feroces competencias entre los huéspedes, después de algunas clases de entrenamiento. Desde su ventana se ve el patio, donde el asador concentra la actividad gastronómica, para todos los huéspedes, al menos una vez a la semana. La cocina está apartada de las habitaciones, "una ventaja para cocinar a cualquier hora", asegura el guía.

En las habitaciones, "el concepto es que las camas no formen barracas", explica Matías, orgulloso de las mesitas de luz que aportan intimidad a los huéspedes.

La casa tiene tres baños grandes, ubicados las dos plantas, y en uno de ellos, una bañera original de la época se vuelve objeto de deseo para los más cansados.

2) La casona de Don Jaime, en Presidente Roca al 1000, abre sus puestas desde el bar Root, un espacio de intercambio entre los huéspedes y cualquier rosarino que quiera tomar un café o comer. Es el único que cuenta con el bar abierto todos los días. Dos veces por semana, el equipo propone un viaje virtual hacia algún lugar lejano y la música, la comida, la vestimenta y la ornamentación del bar colaboran en la fantasía. Es uno de los atractivos que proponen los anfitriones.

La edificación, de 1920, fue totalmente remodelada para su nueva función. La galería, vidriada y decorada con plantas naturales, tiene sectores de techo fijo y otros que permiten ver el cielo, al que dan las habitaciones de ese nivel. Se cierra al final con una escalera que lleva a la plata alta y a un pequeño estar que entrona una hamaca paraguaya. En la planta baja, la galería finaliza en la cocina, el comedor y un sector que aglutina los baños. Las bicicletas, las mismas que alquilan para paseos, cuelgan de la galería.

Las mayoría de las camas son cuchetas, con un sistema de iluminación que contempla suavidad para las luces de tránsito e intensidad en los espacios individuales.

La pertenencia a la red internacional suma variedad idiomática, que queda registrada en el libro de visitas, junto a una muestra de satisfacciones que se expande a otros rincones del mundo.

Los dos hostels apuntan a sumar actividades para sus huéspedes. Aunque el volumen del Paraná es una de las mayores atracciones para los viajeros, a los anfitriones locales les cuesta brindar servicios de paseo y actividades náuticas, que resuelven con la ayuda de amigos u otros emprendedores que recién comienzan con un proyecto destinado a los visitantes de la ciudad. Eso mismo hace que los propios rosarinos los consulten para sumarse a excursiones en kayacs, o paseos a las islas.

3) El Rosario Inn se encuentra sobre la bajada Sargento Cabral. Una amplia escalera lleva a la planta alta, que deja ver el río desde las habitaciones del frente. Un patio interior es la ventana de las habitaciones internas y los espacios comunes.

Los baños y las duchas se concentran en un espacio central, y la computadora, con acceso a internet libre, tiene un espacio propio. Una habitación individual está disponible para los huéspedes que la prefieran en una estadía mas larga."Su demanda es constante, siempre hay alguien en lista de espera", cuenta Daniel Olivieri, a cargo del lugar. La casa lleva cuatro meses en los que no pararon de pasar estudiantes y jóvenes que vienen a pasar el fin de semana a Rosario. Especialemte a sus boliches.

4) El Hostel de Pichincha, en Francia al 200, se inspiró en el barrio. Los hermanos Esteban, Adrián y Germán Campi nombraron las habitaciones con los nombres de los burdeles más famosos: Madame Safó, Petit Trianón, Chantecler, Royal o Marconi. Algunas son dobles y otras "dormis" para 5 o 6 personas, que se distribuyen en forma laberíntica en el edificio.

Está sobre el bulevard, al que se asoma el comedor en la planta alta. Es pionero en la zona. "Está cerca del Mercado Retro La Huella, la Estación Rosario Norte, el Museo de Arte Contemporáneo, la Terminal de Omnibus, el Patio de la Madera, el Alto Rosario Shopping y los boliches más afamados de la noche rosarina", indica Cintia, desde la recepción.

El Pichincha tiene un bar que por ahora sólo abre los fines de semana, con fotos, postales y hasta estampillas de las viejas casas de citas. Es el espacio destinado a las exposiciones, las charlas, o las actividades para los huéspedes.

Cada uno con su propuesta recibe a los turistas más jóvenes de la ciudad.
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Los espacios comunes promueven el intercambio y la compañía entre huéspedes.

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