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 domingo, 23 de octubre de 2005  
Interiores: autenticidad

En una escueta entrada nuestro diccionario dice de la autenticidad que se trata de la calidad de auténtico. Es decir que necesita de lo auténtico para ser tal, ya se trate de personas auténticas o bien lo auténtico de algo, por ejemplo un objeto o una situación. La autenticidad es una problemática esencialmente humana y de todos los tiempos, aunque por lo que parece es en estos tiempos donde lo auténtico tal vez no sea lo predominante. Es interesante eso de la calidad de auténtico porque precisamente lo que está en juego es la calidad en el sentido de que si algo es la versión auténtica, su calidad está garantizada. Lo cierto es que a partir de un momento, quizás después de la mitad del siglo pasado, una gran cantidad de cosas comenzaron a tener dos versiones:

u La original.

u La trucha.

Desde hace un tiempo esto está bastante generalizado, al punto que muchos repuestos originales, por ejemplo, sólo lo compran los que pueden o bien los que aman demasiado la seguridad. Pero en el fondo este tema tiene seguramente una historia más larga como lo prueba la historia de la pintura donde por una parte están los originales, es decir las verdaderas pinturas y, por otra las imitaciones, falsos cuadros que circulan en un mercado y donde hay pintores más imitados, es decir más falsificados que otros como parece ser el caso de Salvador Dalí.

Sin dejar de tener en cuenta que las reproducciones de pinturas que podemos tener los pobres son muy particulares ya que no tienen nada que ver con los originales, y que en algunos casos son reproducciones de originales que nadie puede tener en tanto es imposible que alguien pueda colgar en su casa Las Meninas o el Guernica. Con todo, no son estrictamente inautenticidades, pues lo más opuesto a lo auténtico es el plagio.

Curiosamente, el plagio que esencialmente consiste en una mentira, permite descubrir la verdad. En esta ocasión con respecto a Bucay y a sus libros iluminados e iluminadores de sencillez iluminante. Como se sabe el exceso de luz enceguese momento en el cual se cierran los ojos para poder ver. Cerrar los ojos frente a las páginas de Bucay es lo mejor que se puede hacer (cosa que ya sabíamos), pero de lo que nos venimos a enterar ahora es de que el ideólogo de la autoayuda es un plagiador. Pero es un descubrimiento por partida doble ya que es más que interesante hechar un vistazo (no más que eso) sobre la plagiada.

Es decir, la doctora española Mónica Cavallé, autora del libro "La sabiduría recobrada", donde Bucay por no tomarse el trabajo de inspirarse, le truchó nada menos que 60 páginas. El título del libro produce una desconfianza inicial (esto es un prejuicio) pues dispara la idea de que puede tratarse de un libro que vende sabiduría. El prejuicio comienza a confirmarse con el subtítulo de la obra que reza y anuncia: Respuestas a las inquietudes de la mujer de hoy. Efectivamente el que vende respuestas vende sabiduría, es decir "sabiduría" que se compra y no que se logra.

Por lo demás el que la vende obviamente es un sabio, pero un sabio que no está en ninguna cumbre, ni en ningún cielo, sino que está disfrazado de una sencilla profundidad. El libro y la autora pertenecen a un campo y un linaje conocido como "filosofía práctica" con asociaciones y cultores obviamente en EE.UU., pero también en España y muchos países incluido el nuestro. El texto más famoso de estos ricos y famosos se llama "Más Platón y menos Prozac", en alusión al célebre medicamento que hace unos cuantos años anunciaba con estridencia que curaba la depresión, y con referencia a quien para algunos es el mayor filósofo de la historia.

Como se sabe el Prozac no curó la depresión, además de que en ocasiones parece desatar un cuadro maníaco. En el caso de estos filósofos terapéuticos lo que hacen es curar con asertos filosóficos o con inyecciones de pensamientos, según la aflicción y el padecimiento del caso. El libro está dedicado a la mujer de hoy, y por lo que refieren las crónicas literarias se trata de un discurso que viene a conformar una terapéutica de la inquietud, es decir la práctica de una "filosofía práctica" destinada a que desaparezcan las inquietudes en la mujer. Es de suponer que inquietud está usado en el sentido de malestar, pero aun así hay un implícito insoslayable: que las mujeres no tengan inquietudes.

El libro en cuestión presenta una casuística que debiera alentar en este sentido, ya que en uno de los casos citados se trata de una mujer economista que duda de su vocación, para lo cual como terapéutica se le inyecta un pensamiento de Ortega y Gasset: "De cuando en cuando llega a la superficie de la conciencia la voz recóndita de nuestro fondo insobornable". Por efecto de la inyección intelectual la mujer abandona la economía y se dedica a la artesanía. Curiosamente en estos días se publican las obras completas del filósofo español, más bien poco leído (me incluyo), con artículos muy agudos y que en cualquier caso no merece ni por un instante el destino de ser una gragea filosófica, obviamente más inocua que el Prozac, pero con el desbastador efecto (supuestamente) de hacer desaparecer las inquietudes de una mujer. Con amigas así las mujeres no necesitan enemigos. La humanidad tampoco.

Bucay y la plagiada pertenecen al mismo club, una suerte de pastores intelectuales que enseñan a la gente a ser feliz y a no pensar, todo en el mismo combo. En tanto y en cuanto no pensar es la condición de ser felices que bien mirado es lo propio de los rebaños, todos muy felices con tal de no ser una oveja negra. Finalmente, habría que pensar que Bucay no se volvió inauténtico por plagiar sino que, por el contrario, plagió por ser inauténtico. Hay quienes dicen que del ridículo no se vuelve, de la inautenticidad seguro que tampoco.
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