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 domingo, 11 de septiembre de 2005  
Reflexiones
El rebuzno de los asnos

Carlos Duclós / La Capital

Advertidos de que la confrontación insultante no es el mejor método para captar votos y de que la sociedad, aunque agobiada por la pobreza y los sinsabores de todo tipo no deja de reflexionar y se espanta de ello, algunos funcionarios, políticos y candidatos han preferido morigerar sus expresiones. Claro que el mensaje sigue siendo pobre y la columna vertebral del discurso poco puede sostener por ser endeble. Parafraseando a un buen vecino que se ha pasado buena parte de su vida confiando en una de las tres virtudes teologales, la esperanza, puede decirse que en el mejor de los casos algunos candidatos ofrecen cacao mientras el público espera chocolate.

Pero aún cuando en las tribunas ya no se tiren con el tallo de los cardos, tampoco hay intercambios de margaritas en el terreno cotidiano. La verdad es que la costumbre argentina de hacer oposición descarnada por el mero espacio de poder, mezquindad o por venganza, no se ha perdido, sigue tan vigente como el mate, como el dulce de leche, aunque, desde luego, no tenga el rico gusto de estos. Claro que, como ya se ha dicho alguna vez, esta costumbre no es exclusiva de la argentinidad, aunque no se reporte en los países adelantados, por supuesto.

Históricamente, pero desenfadadamente virulenta en los últimos años, la oposición irracional de carácter político ha sido una maléfica institución nacional y es una de las grandes causas del lamentable deterioro social. No ha habido, por lo general, una oposición seria, crítica pero inspirada en mejorar la gestión oficial y en beneficio del pueblo. Casi siempre el rol opositor ha respondido a mezquinos intereses sectoriales de todo tipo: económicos, ideológicos, de poder, etcétera y es archiconocido el bastardo trueque: "Te apruebo esta ley a cambio de..."

Con todo, sería injusto decir que todos los dirigentes políticos adhieren a estos nefastos principios y costumbres. Sin embargo, no adherir a ellos suele también acarrear algunos inconvenientes provocados por quienes, despechados y acostumbrados a andar por la vereda de enfrente de las sanas costumbres, no toleran que se esquive lo que parece estar estatuido. Y sino que le pregunten a Elisa Carrió y a otros dirigentes que por protestar a favor de los intereses del ciudadano común deben soportar las diatribas de los insensatos. Y a estas diatribas suelen prestarse también algunos comunicadores sociales, sin cuyo auxilio la oposición perversa, que persigue la destrucción de todo lo rescatable, no podría sobrevivir.

En las últimas horas, y en el marco de la campaña, una operación de prensa, de escasa trascendencia, se intentó, por ejemplo, contra Carlos Alberto Reutemann reprochándosele que ahora esté cercano al presidente. No hace falta ser un sutil analista político para concluir en que tal campañita proviene, casi con seguridad, de su propio partido, aunque también, y de paso, beneficie a sus eternos y conocidos detractores que lo son únicamente porque necesitan bajarlo del pedestal para ocuparlo ellos. Claro que es muy probable que ni el senador nacional ni sus seguidores se inmuten por estas acciones sabiendo que como bien dice el proverbio arábigo: "Sólo se tiran piedras al árbol cargado de frutos".

Pero el hecho, no obstante, merece una reflexión. Todos quienes han seguido las alternativas políticas de Kirchner-Reutemann saben muy bien que el santafesino no fue, y no puede decirse que lo sea, un hombre perteneciente al "palo político" del presidente, ni en lo estructuralmente institucional partidario, ni en lo ideológico. También se sabe que Reutemann, en general, ha aprobado todos y cada uno de los proyectos de leyes requeridos por el Poder Ejecutivo y que determinaron una mejoría para esta sociedad abatida. No parece tampoco que el senador, por ello, haya recibido favores y tanto es así que ni siquiera ha impuesto nombres en la lista de candidatos a diputados. Entonces: ¿qué esperaban algunos de él? ¿Qué incurriera en el despropósito de no adherir a todo aquello que significara un avance social en aras de una absurda interna partidaria? Esto, para desconsuelo de algunos desorientados no ha ocurrido y habla de la responsabilidad política de Reutemann.

Por otra parte, se le ha cuestionado también que compartiera los escenarios con el kirchnerismo en los actos realizados en Santa Fe y en el marco de la campaña. ¿Acaso a un dirigente político no le corresponde apoyar a su propio esquema? En la vida interna de los grandes partidos y movimientos nacionales la mezquindad, el egoísmo, el resentimiento y hasta la venganza han estado a la orden del día. Y si esto ocurre en la propia existencia interna ¿qué se puede esperar a la hora de la confrontación entre los partidos? No extraña, entonces, que la prensa cada día en lugar de reflejar proyectos de los candidatos refleje agravios y naderías y que la publicidad sea, a veces, más agresiva que otra cosa. Si alguien, por ejemplo, sostiene que será un diputado en serio, ¿qué se quiere decir? ¿Qué Binner, o Alicia Gutiérrez o Rossi u otros son una broma para Videomatch?

Desde luego, la crítica no sólo es aceptable, sino imprescindible, porque ningún desarrollo humano puede concretarse sin ella, pero la crítica formulada sólo con el propósito de hacerse del poder, y encima para beneficio propio, no es en realidad crítica, es algo repudiable, porque sólo persigue la destrucción del otro pero no con miras a la felicidad del pueblo. Este tipo de crítica y oposición forman parte de la cultura argentina y a ella se debe, como se expresaba anteriormente, buena parte del actual estado de cosas. Un buen crítico político es aquel que puntualiza errores para que se rectifique el funcionario y no para golpearlo con el fin de que caiga. Sin embargo, a poco que se analicen los dichos de los opositores y se reflexionen las noticias, el lector advertirá que casi siempre aquí todo se expresa y se hace con miras al desprestigio del adversario, defenestrarlo, mancharlo, quitarle posibilidades. Ocurre no sólo en los ámbitos políticos partidarios, sino incluso en muchos ámbitos de la vida argentina: empresariales, laborales, deportivos y ¡hasta religiosos! En fin, que volviendo al principio esta oposición dislocada parece ser tan argentina como el dulce de leche. Afortunadamente para algunos, la gente comienza a madurar y a darse cuenta de las cosas y por eso parece que, como decía George Elliot, "un asno puede rebuznar cuanto quiera, pero no hará temblar a las estrellas".
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