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 domingo, 14 de agosto de 2005  
Tantra: el amor por el universo

Para introducirse en el conocimiento del Tantra es importante dejar de lado los mitos culturales y prejuicios occidentales. Lejos de la new age, el Tantra es racional: se basa en la constancia y en la repetición de actos genuinos realizados conscientemente (corta todo aquello que limita la mente, el tántrico es aquella persona que alcanza y practica una vida controlada). La elevación tántrica es la comprensión y la vivencia de cada acto por el acto mismo.

Esta práctica requiere de un camino de autoindagación y de superación personal porque se confronta con la mismidad de cada uno. El significado etimológico es Tan (expansión) y Tra (liberación) representando una herramienta que libera y expande el campo de la conciencia.

Cuando un occidental inicia la práctica de este culto descubre cuántas situaciones vitales ignora, de cuántas se defiende y qué difícil resulta ser uno con uno, ser uno con el otro y ser uno con la existencia. El Tantra se puede rastrear desde hace 10.000 años atrás y se fundamenta en la percepción de la vida como un acto de amor hacia el universo. Esta búsqueda involucra un aspecto espiritual cuando se llega a entender qué es aquello que nos trasciende y cuál es el sentido que le damos a la vida. Implica tolerancia y aceptación de las diferencias (cada partícula que constituye la totalidad tiene un mismo grado de importancia, su motivo y su razón de ser).

Se dice que existen 108 volúmenes originales en los que está definido el sistema tántrico y sus prácticas, pero existen numerosos comentarios y ensayos sobre los primeros libros que también son conocidos como Tantra (surgieron en el Tíbet y curiosamente están escritos en tamul). Los volúmenes ofrecen a sus practicantes una forma completa de vivir, engloban el ámbito material y físico, aspectos metales y psicológicos, y la espiritualidad.

Aunque al Tantra se lo calificó como el "yoga del sexo", el elemento sexual es sólo una parte de su enfoque; las metas son más elevadas y amplias que simplemente lograr habilidad en el amor. Se trata de una tradición iniciática, se transmite por simbolismos y apunta a desanudar y destrabar los potenciales ocultos. Ese potencial no representa poderes sobrenaturales sino que es lo que cada uno trae como un don y que debe desarrollar en esta vida. No habla de vidas pasadas ni de futuras reencarnaciones: se trata del aquí y el ahora siempre instalado en un presente continuo. Esta posibilidad de vivir el tiempo libera tensiones y aporta seguridad y serenidad. El tántrico aspira a una conexión espiritual: experimentar el yo como parte del todo. Para lograr esa unidad, una de las técnicas a las que se puede recurrir es la meditación hasta alcanzar un estado de contemplación: el núcleo en el que converge nuestra vida. El hombre que medita adquiere serenidad interior, no se "traga" la vida sino que es consciente de ella.

Meditando se aprende a dejarse estar, se tiene en la mente lo justo y necesario. Los beneficios son numerosos para el cuerpo, la mente y el espíritu. Tener una actitud meditativa otorga mayor capacidad de observación, desarrollo intelectual, mejora la percepción de uno mismo, entrena la serenidad, el control de las emociones e impulsos, y la capacidad de encontrar el camino adecuado. El adepto tántrico no debe irse a la montaña ni abandonar todo contacto para alcanzar la liberación propia del budismo.

¿Por qué estará de moda el sexo tántrico en este momento, con licencias y libertades sexuales? Porque el verdadero tántrico es aquel que crea una relación íntima psíquica y física, establece una armonía profunda, se impregna del conocimiento del otro, de su sexualidad que no es sólo la genitalidad y se despoja de su ego (atento a las señales de su compañero, a sus estados de conciencia más que a sus posiciones físicas).

Aun cuando se plantee como una práctica sexual, el objetivo no es sólo el placer, sino que el sexo es la vía para despertar la energía y la creatividad dormida en nuestro cuerpo, mente y espíritu. Desde este punto de vista, nunca será frustrante y no tendrá la impronta de necesidades emocionales no satisfechas.

Para el Tantra, el sexo es una contemplación de a dos: un ritual donde el amor es más que un acto erótico, una especie de sacramento que lleva a la unión y no al placer y a la satisfacción individual. El tántrico no es un atleta sexual, sino un maestro de la receptividad propia, del otro y del contexto. La famosa duración de este tipo de práctica y del placer sin límites no es una erección y penetración permanente; lo que básicamente se alarga es el preludio y los juegos amorosos, y la postergación de la eyaculación pero no del orgasmo. En el Tantra el beso es un bien en sí mismo; el abrazo es por el abrazo mismo; la caricia es para acariciar y ser acariciado.

Olga Tallone

Juan Gómez Mella

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