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 domingo, 14 de agosto de 2005  
El cazador oculto: "Los grandes valores del rock nacional"

Ricardo Luque / Escenario

¿Cuánto hace que el rock dejó de ser la música joven? Tanto tiempo... Lo raro es que hay gente que sigue creyendo que lo es. Que ese pesado dinosaurio en el que se convirtió por obra y gracia de la voracidad del negocio sigue vivo. Y no es así. Pasen y vean las caras de momias de Mick Jagger y Keith Richards, que siguen empeñados en salir a la ruta como si nada hubiera pasado desde que, allá lejos y hace tiempo, eran la banda nueva. Ridículo. Como las cirugías estéticas de Paul McCartney, que le dejaron la cara parecida a la del jovencito que sacudía el flequillo en el Hollywood Bowl, pero no igual. O acaso no se les paralizó corazón cuando vieron a esos cuatro abuelitos en el escenario del Hyde Park tocando los grandes éxitos de Pink Floyd. Y eso no es nada. Todavía puede encontrarse, rotando incasable en la MTV, la cara de pergamino del British Museum de Steve Tyler en una playa de Hawai, rodeado de chicas en bikini y cantando zonzas canciones de amor para adolescentes. ¿No es demasiado? Parece que no. Todavía faltaba revivir a Los Gatos Salvajes. ¿Se acuerdan? La verdad, no. Hubo que explicarlo una y otra vez (la voz monocorde de obispo de Gustavo Lorenzati aún resuena en el aire como una maldición) para que se entendiera de qué se trataba. Y aún así se organizó un "meet agree" con los chicos de la banda en Taura. Promedio de edad: un millón de años. Cómo será que Chiquito Reyes, que va hasta adonde no lo invitan, pegó el faltazo porque no quería quedar pegado con el viejerío. Y eso que el catering era bueno y el vino, ni hablar, había sido una elección de Claudia Simón, la inquietante somelier del restó, que, siempre prudente, lució un equipo negro y un saco rojo tejido que le llegaba a al cintura. Muy sugerente. Pero, hay que decirlo, la reunión no fue una velada fashion. Ni nada que se le parezca. Había mucho jean, camisa a cuadritos y sweater escote en V. Para que fuera completa sólo faltaban las carteritas de cuero. ¿Se acuerdan? Esas en las que los pesados, en los 70, escondían los fierros. Había, claro, una luz de esperanza. Miranda. Una teenager, de pelo ensortijado, mirada inocente y un muy sutil sex appeal. Pero hay un problema es la hija de Litto Nebbia. ¿Se imaginan los ravioles del domingo con el viejo cantando "La balsa" hasta que caiga el sol? No se enojen, paso. "Cocoon", ya la vi.
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