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 sábado, 13 de agosto de 2005  
Editorial
Barenboim, talento y militancia

El notable pianista y director de orquesta nacido en la Argentina continúa enseñando el camino de la unión entre dos pueblos en conflicto: su orquesta en la que convive en creadora armonía un número similar de músicos israelíes y palestinos se presenta como ejemplo ante el planeta entero.

El mundo atraviesa una coyuntura difícil: el grave conflicto entre sectores radicalizados del islam y Occidente se ha convertido en un foco de acciones violentas -de un lado, terroristas; del otro, militares- cuyo sangriento "crescendo" resulta evidente y cuya salida, a la inversa, no se vislumbra. De lo único que se puede estar seguro es de que difícilmente las armas sean el medio que permita resolver diferendo tan hondo. Por el contrario, es a través del diálogo como vehículo de la mutua comprensión que tal vez se logre salvar el abismo que pareciera en la actualidad separar dos universos cuyos lazos de unión son, en realidad, mucho más sólidos de lo que pudiera pensarse. Y de ello es consciente el gran Daniel Barenboim, que trabaja activamente para resolver el añejo enfrentamiento entre israelíes y palestinos.

El notable pianista y director de orquesta nacido en Argentina y nacionalizado israelí es un hombre de fuertes convicciones que trascienden largamente la esfera de la música. Lejos de optar por una actitud acomodaticia al gusto del público que lo escucha, supo en su momento provocar polémica en la nación judía interpretando obras de Richard Wagner, tradicional y equivocadamente asociado con el nazismo. A la par que artista de indudable talento e incuestionable honestidad, Barenboim es un activo militante de la causa de la paz y la unión entre israelíes y palestinos. Y de ello ha dado una nueva prueba con la formación instrumental que creó, dirige y al frente de la cual se acaba de presentar con señalado éxito en el porteño teatro Colón: la orquesta de West-Eastern Divan.

La característica de esta agrupación es que incluye a un número similar de músicos israelíes y provenientes de naciones árabes -constituyen su base-, a los que se suman para completarla instrumentistas andaluces. La idea que la alimenta, fruto de la colaboración entre Barenboim y el brillante intelectual palestino Edward Said, resulta transparente: la integración entre ambos pueblos en conflicto es posible. Y sin dudas, más que deseable.

El Senado de la Nación ya reconoció los méritos del director: le entregó anteayer el diploma Domingo Faustino Sarmiento en reconocimiento a su trabajo. Y vaya si vale la pena que la creación de Barenboim cunda: su obra es la mejor prueba de que cuando se elige la ruta adecuada, es posible transitarla en armonía. Ojalá israelíes y palestinos aprendan de este pequeño ejemplo y puedan trasladarlo a otra escala.
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