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 domingo, 31 de julio de 2005  
La vanguardia de la ganadería

"La historiografía rural pampeana por lo general miró los procesos productivos y a los actores sociales protagónicos en función de las ventajas comparativas que daban las tierras de calidad. Mi trabajo rompe con eso porque muestra que un proceso de alta complejidad, como el refinamiento del vacuno, que en definitiva permite la inserción del sector ganadero en el mercado externo, no es resultado del desarrollo natural sino una innovación tecnológica". Así lo explicó Carmen Sesto, autora de "La vanguardia ganadera bonaerense", segundo tomo de la "Historia del capitalismo agrario pampeano", que edita siglo XXI.

En una publicación que resume un trabajo de 25 años, Sesto se ocupa de los pioneros del refinamiento del ganado vacuno. Un grupo de 50 estancieros de apellidos no siempre simpáticos que a mediados del siglo pasado plantearon tempranamente la necesidad de implantar una genética de carnes de alta productividad, decisiva para la expansión del sector ganadero en la última parte del siglo XIX. Miguel Martínez de Hoz, Leonardo Pereyra, Eduardo Olivera, Carlos Casares y Miguel Aguirre integraron esta vanguardia que en 1866 creó la Sociedad Rural Argentina, no como entidad gremial sino como un club de innovadores tecnológicos.

Estas innovaciones se daptaron "en un contexto rudimentario y de alto riesgo en materia de inversiones", dice Sesto, quien rescata que "nunca fue claramente expuesto quiénes y cómo protagonizaron este salto de productividad enorme".

Con la introducción de los primeros Shorthorn y Hereford, este grupo de 50 terratenientes bonaerenses se conforma como "vanguardia empresarial", en tanto crea ganancias a partir de la innovación tecnológica. "Este grupo corre los riesgos, organiza la mano de obra y transforma su propia visión empresarial, trabaja en el mejoramiento de pasturas, en la implantación temprana del alambrado, en el acceso al mercado externo", señala y enfatiza que esta visión choca con la de una clase que "se sentaba a esperar que el precio de la tierra creciera".

La vanguardia, más allá de su identificación social, se veía a sí misma "como un grupo diferente". Claro está que muchos eran enfiteutas y que acumulaban vastas extensiones de tierra, pero no siempre eran los más grandes.

Para desarrollar su trabajo, Sesto elaboró un modelo teórico y metodológico que asigna un papel fundamental al proceso productivo. "La introducción del shorthorn, por ejemplo, no es un mandato del imperialismo británico sino que responde a la necesidad de darle más grosor al vacuno criollo", señala.

A su juicio, el prejuicio de que "acá tirás una semilla y crece" limitó los estudios sobre el agro pampeano. Por el contrario, "viendo el proceso productivo se va generando una nueva historiografía, que empieza a tomar en cuenta la tecnología", lo cual "plantea nuevos problemas, por ejemplo la diferenciación social que produce ya que para estar al nivel de la vanguardia ganadera había que tener invertidos más de 500 mil pesos oro en ganado", concluye
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