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 miércoles, 15 de junio de 2005  
Tragicómico. La absurda historia de un robo entre parientes y su insólito esclarecimiento
Robó 52.699 dólares sin saberlo y cayó por una compra de 45 pesos

Andrés Abramowski / La Capital

Fue un robo tan insólito que por momentos eclipsa la magnitud del hecho delictivo. Apremiado por necesidades económicas, un hombre de 40 años hurtó un paquete con dinero verde de una caja de herramientas del taller metalúrgico de su tío, donde trabaja desde hace 20 años. Luego compró asado y vino en un supermercado. Por alguna razón hizo un bollo con el ticket y lo tiró antes de entrar a su casa. Dos días después, su tío denunció que le habían robado todos los ahorros de su vida. Un policía encontró ese ticket, donde quedó reflejada una compra de 45 pesos pagada con un billete de 100 dólares. Cercado, el empleado confesó: la plata estaba escondida en el baúl sin llave de un viejo auto estacionado frente a la empresa donde ocurrió el hecho. Allí, la policía constató que dentro de una bolsa de nailon había nada menos que 52.699 dólares, cifra desconocida tanto por la víctima como por el ladrón.

El golpeteo de martillos neumáticos es lo único que altera el silencio en pasaje Bologna al 5000 (Uriburu al 2400), en la zona sur de la ciudad. En un galpón de unos 50 metros de fondo está el taller de trefilado de alambre de Tomás Mena, un empresario de 60 años que también fabrica ventiladores. Entre sus tres empleados está su sobrino, Jorge Alberto Suárez. Según fuentes policiales, este hombre trabaja desde hace 20 años en el taller y, junto a su esposa y sus seis hijos, habitan una casa de la planta alta de la misma propiedad.


Caja metálica
Además de los protagonistas de esta historia, hay una caja metálica de 30 por 40 centímetros amurada a una pared dentro del galpón. Según reveló el titular de la comisaría 21ª, José Luis Di Vita, en ella se guardan bajo llave moldes que se usan para la producción cotidiana. Pero además, sin que nadie supiera, Mena escondía desde hace dos décadas los ahorros de 30 años, según contó a la policía, en una bolsa de nailon envuelta en un trapo grasiento. Un tesoro resguardado por un candado capaz de abrirse con sólo mirarlo feo.

Por eso Mena fue el único que casi se desmaya cuando un empleado le contó, el lunes a la mañana, que habían abierto "la caja de los moldes". A las 9.30 denunció el robo de "más de 35 mil dólares". Al respecto, el comisario sostuvo que la víctima no sabía exactamente cuánto dinero llevaba ahorrado, porque "simplemente iba metiendo los billetes en el escondite".

Luego de recorrer el lugar, la policía decidió demorar a los empleados del taller. "Habían violentado una chapa de zinc del tinglado que estaba ubicada junto a una columna que se podía usar para descender desde el techo. Pensamos que quien entró conocía el lugar", contó Di Vita.

El comisario dijo que los operarios "no entendían nada: lo único que los ladrones habían tocado era esa caja, de la que ni siquiera faltaban los moldes, y no se habían llevado nada más". Aunque en la comisaría los tres negaron haber visto un dólar en su vida, la policía centró su atención en Suárez, porque desde su casa se podía trepar fácilmente al tinglado.


Más que un comprobante
Al recorrer el lugar en busca de rastros, un policía encontró en la puerta de la casa de Suárez, hecho un bollito en el piso, un ticket del supermercado Libertad. Allí constaba una compra de carne y vino por 45 pesos pagada con un billete de 100 dólares y realizada el sábado 11. "Ubicamos a la cajera que expendió ese ticket -dijo Di Vita- que sólo trabaja los fines de semana. Por eso recordaba que le había llamado la atención un cliente que había sacado un fajo de dólares pero no era extranjero. Su descripción coincidía con el sospechoso".

A esa altura, ni el propio ladrón entendía nada, sobre todo las preguntas referidas a qué había comido y tomado el fin de semana. "Negó haber tomado vino, pero al allanarse su casa se halló una botella de vino vacía en el tacho de basura. Y el código de barras del envase coincidía con el del ticket del supermercado", explicó el comisario, y agregó que entonces Suárez terminó confesando, el mismo lunes a la noche, ser el ladrón.

Pero lo más insólito llegaría al revelar el escondite del botín robado: una bolsa de nailon adentro del baúl sin cerradura de un desvencijado Dodge 1500 bordó. "Hablamos con el juzgado y en presencia de testigos se requisó el auto y se contó el dinero: 52.699 dólares, nunca olvidaré esa cifra", relató el comisario.

Según dijo, el ladrón dijo haber tomado el dinero por necesidad y sin saber cuánto había. "La llave del candadito para sacar los moldes siempre la tenía Mena. Pero una vez tuvieron que sacar los moldes y el patrón no estaba y parece que el sobrino abrió la caja y vio el paquete. Esto fue hace un año", reveló Di Vita.

Suárez, quien no cuenta con antecedentes delictivos previos, quedó preso en la comisaría 21ª a la espera de ser indagado en el Juzgado de Instrucción Nº13. A la mañana sus compañeros seguían trabajando en el taller, mientras que en la oficina de al lado ningún responsable de la empresa quiso hablar con este medio. Según Di Vita, Mena estaba "sorprendido y muy dolido porque había ayudado varias veces a su sobrino". Mientras tanto, en esa cuadra del silencioso pasaje Bologna, nadie podía creer que durante dos días un auto con aspecto de chatarra hubiera albergado el equivalente a más de 150 mil pesos en un baúl que se puede abrir con un simple destornillador.
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El ladrón escondió el valioso botín en el baúl de un viejo Dodge 1500.

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