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 lunes, 13 de diciembre de 2004  
Caravana de gloria

Una caravana impresionante. Pocas veces vista. O nunca. Buenos Aires asistió ayer a una comprobación cabal de la capacidad de movilización de uno de los equipos más importantes del interior del país. No sería una exageración pensar que esta fue la mayor movilización de la historia del fútbol argentino.

Si bien resulta imposible calcular la cantidad de ómnibus, autos particulares y combis, bien podría decirse que la segunda caravana, la que arrancó del parque Independencia alrededor de las 9 de la mañana, estuvo compuesta por mucho más de 200 vehículos. El tránsito se hizo moroso, exasperantemente lento. Sólo la ilusión de los hinchas rojinegros logró mitigar el fastidio que generó transitar por varios tramos de la autopista a paso de hombre. Y como siempre, los cuellos de botella se formaron en los peajes, donde los empleados no daban abasto para cobrar.

El ingreso a la General Paz también trajo un importante congestionamiento y ni hablar del Puente Pueyrredón, después de tomar por el bajo (detrás de la cancha de River), atravesar la autopista Arturo Illía y transitar la avenida 9 de Julio.

Allí donde el Puente se divide para optar por Avellaneda o Lanús y Lomas de Zamora, la cola de autos, combis y colectivos superaba largamente el kilómetro.

La caravana, ya en los dominios del inefable Herminio Iglesias, "tomó por asalto" la avenida Belgrano y después giró hacia la derecha para tomar la calle Italia, en uno de los extremos del hospital Fiorito. Allí el tránsito se detuvo por unos cuantos minutos hasta que la imponente hilera comenzó a moverse parsimoniosamente.

A esa altura, los adelantados, los que salieron de Rosario en autos particulares con los primeros rayos del sol ya estaban instalados dentro de la Doble Visera. No obstante, la cola para entrar a la cancha llegaba hasta la cancha de Racing.

Realmente fue sorprendente comprobar que todo era rojo y negro en las adyacencias, con muy pocas camisetas íntegramente rojas que identificaran a Independiente.

Ni hablar del interior del club, donde no había ni un solo resquicio que no fuera "controlado" por los leprosos. Es más, en las puertas de acceso, ni siquiera fue necesario buscar el ingreso que coincidiera con la entrada porque muchos hinchas de Newell's que tenían el ticket para la tribuna local accedieron a la visitante. Y al revés.

La Doble Visera, con capacidad habilitada para 52.000 personas, mostró a una amplia mayoría de ñulistas. Ni más ni menos que una clara prueba de que la caravana fue imponente. Asombrosa.

A. C.
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El Monumento en rojo y negro.

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