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 lunes, 13 de diciembre de 2004  
Obelisco copado

Rodolfo Montes / La Capital

Obelisco de Buenos Aires y Monumento Nacional a la Bandera de Rosario. Son únicos en el país, los más famosos. Son monumentos emblemáticos, llamados a convertirse en el punto de referencia inevitable para hacer converger las celebraciones más sentidas, las más auténticas, ingenuas y sinceras. Como la pasión por una camiseta de fútbol en un momento de consagración. Las oleadas leprosas que emprendían el regreso a casa desde el estadio de Independiente, se encontraron muy rápido con el Obelisco, en 9 de Julio y Corrientes.

Y allí funcionó la primera parada ritual de celebración de campeonato para los hinchas leprosos. Vuelta olímpica al Obelisco, fuegos artificiales que explotaban en pleno espacio aéreo de la avenida más ancha del mundo, cantos, saltos, humos de colores rojo y negro. En eso se convirtió el Obelisco porteño, ayer, desde las 8 y media de la noche y por un par de horas.

Del Obelisco hacia el sur la caravana de Newell's se compactaba sobre la avenida. Los hinchas se bajaban de los autos y corrían para gritar campeón. En un territorio ajeno, y tal por eso, el grito tuvo un sabor especial.

Entre muchos gritos, con la sonrisa a pleno, Juan Pablo Busleiman, un hincha leproso que va al Parque desde los tiempos en que la tribuna popular era de tablones de madera y piso de tierra, le dijo a Ovación: "Nos legitimamos, aunque hayamos perdido, nos limpiamos. Se limpió Independiente. Ahora nadie puede decir que nos regalaron nada. Si Vélez no ganó, es un problema de Vélez". Y siguió su fiesta Juan Pablo, con su pequeña cámara fotográfica digital encendida, tratando de meter toda la fiesta dentro del cuadro. Y que no se le escape nada.

La caravana leprosa que ayer invadió Independiente salió lenta por la calles trabadas de Avellaneda. Y encontró en el Obelisco su primer momento de rito sagrado. Después vendría el otro monumento, el de la Bandera. Pero claro, faltaban 300 kilómetros de ruta, y una madrugada caliente por delante.
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El máximo símbolo porteño rodeado por hinchas rojinegros.

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