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 lunes, 13 de diciembre de 2004  
Monumento a la locura

Rodolfo Parody / La Capital

El desenfreno y la pasión se exteriorizaron en el Monumento, sitio obligado de las celebraciones rosarinas. Apenas concluyó el partido en Avellaneda, miles de hinchas se convocaron sin necesidad de anuncios oficiales, adelantando el carnaval en diciembre. La procesión por calle Córdoba tuvo un destino obligado. Nadie confundió el camino. Una vez más, el hincha se sintió protagonista, cantó, bailó y se dejó llevar por la hermosa sensación de sentirse campeón.

"Ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad, para todos los canallas, el regalo de papá", fue el canto que se repitió una y otra vez, destinado al adversario de siempre. Es que un festejo futbolero no sirve ni tiene gracia si está exento de la burla.

El humo rojinegro inundó el ambiente frente al Monumento y el aire se llenó de bombas de estruendo. Amontonados y sudados los más jóvenes gritaron por "el glorioso Ñuls Old Boys". A una distancia prudencial, familias enteras se sumaban al "dale campeón", como esa madre e hija que tenían bandanas con el escudo de Newell's.

La voracidad por conseguir banderas con la inscripción de "campeón Apertura 2004" no le puso reparos a la hora de gastar. Desde cinco a diez pesos costaban los trapos que se vendían como pan caliente. Los afiches que decían "La lepra salió a demostrar quien es el más grande", a dos pesos, también fueron los preferidos.

El cordón policial colocado frente a la Feria de las Colectividades fue sólo parte del paisaje. No hubo desmanes. Unicamente el deseo de vivir una jornada histórica. Que nadie quiso olvidar. La mayoría se lo grabó en la memoria. Otro recurrió a la tecnología y arriba de una moto pasó por Avenida Belgrano con una filmadora en mano para tener la película de su vida. Tampoco faltaron las cámaras fotográficas, para retratar ese momento.

A las 20, un impulso natural movilizó a todos al patio cívico. Las escalinatas se transformaron en la tribuna del Coloso y diez mil almas siguieron expresando sus sensaciones. Los hinchas aparecieron de todos lados y los balcones se embanderaron con el rojinegro. "Quiero ver toda la gente, alentando al rojinegro..." entonaron eufóricos. No había más que mirar la movida para comprender que el canto se había hecho realidad.
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El deshaogo de los hinchas de Newell's después de la sufrida consagración.

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