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 miércoles, 17 de noviembre de 2004  
El vuelo se demoró 20 minutos y hubo un fuerte operativo
Muestras de afecto en el arribo a Rosario de los monarcas españoles
Tras un acto protocolar en el aeropuerto, fueron sorprendidos por la gente en la puerta del hotel

Marcelo Castaños-Pablo R. Procopio / La Capital

Los reyes de España, Juan Carlos I y Sofía, llegaron ayer a Rosario, donde participarán hoy del acto inaugural del III Congreso de la Lengua Española. Y mientras en el aeropuerto fueron recibidos con un acto estrictamente protocolar, en la cuadra de Dorrego al 400, donde se levanta el hotel Holiday Inn que los alojó, tuvieron que poner vallas para contener a la gente que los fue a recibir y brindarles su afecto.

El Airbus de la Fuerza Aérea Española pisó suelo rosarino a las 21.05, 20 minutos después de la hora que se había fijado. La espera había comenzado antes, por la tarde, cuando el aeropuerto comenzó a poblarse de encargados de prensa, periodistas, camarógrafos y funcionarios. Pero era una espera tranquila, a la que sólo agregó su toque de color la llegada del presidente de Navarra, Miguel Sanz Sesma, recibido por la colectividad de ese país en Rosario con escudo, banderas, ropas típicas, flores, música y bailes tradicionales.

Eran las 19 cuando se avisó que la llegada de los reyes, prevista para las 20.45, se demoraba una hora. Pero ya a las 20.30 comenzó a notarse movimiento. Antes que eso, habían comenzado a aparecer en el hall del aeropuerto caras conocidas, como la de Adolfo Pérez Esquivel (que dejaba la ciudad) y María Kodama, que recién llegaba.

Se acercaban las 21 y los funcionarios comenzaron a ingresar a la pista, donde ya esperaban los automóviles que llevarían a la comitiva hasta el hotel Holiday Inn.

Poco antes de las 21, el avión real surcó el aire de Rosario, y aterrizó en la pista, para detenerse a las 21.13 frente al edificio del aeropuerto. Según se supo, no pasaron por Buenos Aires, sino que vinieron directamente de España, con escala en Brasil.

En la pista los esperaban el ministro nacional de Educación, Daniel Filmus; el canciller español, Miguel Angel Moratinos; la ministra de Cultura de España, Carmen Calvo; el gobernador Jorge Obeid y su esposa, Elba Kemer, y el intendente Miguel Lifschitz.

Los reyes descendieron y fueron recibidos por la comitiva local. Juan Carlos I vestía un traje gris y una corbata bordó y ocre, con una camisa clara. Sofía lucía un saco corte Chanel combinando tonalidades claras y oscuras, un pantalón negro y el detalle de una chalina de gasa del mismo color, más una cartera discreta de gamuza, también negra. Sobria y elegante.

Recién llegados y anfitriones se dirigieron al interior del edificio, donde el gobernador Obeid entregó al rey el decreto de huésped de honor. Juan Carlos I lo agradeció y le preguntó cuántos habitantes tiene rosario. La señora de Obeid le entregó a Sofía un ramo de pimpollos de rosa en corona de orquídeas blancas y lilas.

Los reyes abordaron un Volvo gris oscuro, blindado y con neumáticos antiproyectiles. Cuando el automóvil -el tercero de la caravana- arrancó, Sofía regaló un último saludo. La fila de vehículos fue hasta la ruta 9, ingresó por Eva Perón, tomó Oroño hasta Tucumán y llegó a Dorrego.


En el hotel
Poco antes de las 22 el Volvo arribó al ingreso del hotel. La reina Sofía saludaba a los privilegiados que estaban frente al Holiday Inn. Allí sólo pudieron estar los vecinos de la cuadra, el resto debió permanecer tras el vallado de ambas esquinas.

Una bandera argentina, flanqueada por dos españolas, fue instalada en la entrada del hotel.

A las 18.30, la policía cortó el tránsito y a las 20 el público comenzó a congregarse en la zona. "Vinimos a estar en contacto con la realeza", bromeó una joven.

Es que la caravana real llegó a alta velocidad y en medio de un intenso operativo que hasta logró desviar la atención. A decir verdad, muy pocos pudieron ver a los monarcas.

De todos modos, la gente apreció haber estado en medio de semejante despliegue. Sirenas, motores y hasta un helicóptero sobrevolando en medio de la noche le pusieron color al cierre de día. Y aparecieron improvisados fotógrafos.

En los balcones y ventanas vecinas se asomaron curiosos, algunos se animaron a instalar banderas españolas y hasta aparecieron los vendedores ambulantes que ofrecían estandartes argentinos.

Juan Carlos y Sofía descendieron en el lobby del Holiday Inn y fueron a sus habitaciones. Al cierre de esta edición, cenaban en el restaurante Excalibur, del primer piso, un plato de ensalada Italian compuesta por rúcula, alcaparras, queso parmesano, champignones y tomates cherry. Todo acompañado por agua mineral.
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Un Volvo blindado transportó a los monarcas hacia el hotel.

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