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 sábado, 11 de septiembre de 2004

La Escuela Nº 327 de Bigand abre sus puertas para mostrar cómo se aprende en una institución agrotécnica. En la provincia funcionan 20 establecimientos públicos similares
Una comunidad productiva que articula los conocimientos con las vivencias del campo
"Estamos orgullosos, acá hay experiencias que no se dan en otras escuelas", afirman los alumnos de su institución. También que volverían a elegir ese lugar para aprender

Silvia Carafa / La Capital

Una escuela agrotécnica es como un microclima, hay de todo en su justa medida. Aulas y sol. Traba jo y libertad. "Nosotros no mostramos figuritas", define el director de la Escuela de Educación Técnica Nº 327, Mario Marengo y de su afirmación no quedan dudas. En el predio de las 150 hectáreas que les donó el fundador del pueblo, los jóvenes articulan el conocimiento técnico con las distintas formas de vida. Además, en el lugar circula el saber ancestral de dulces, embutidos y conservas en un marco de relaciones humanas mediatizadas por el asombro y la atracción que sienten por la naturaleza.

En esta escuela no hay necesidad de inventar situaciones problemáticas para las reglas de tres simples, ni de imaginar cómo huele el pasto recién cortado o cómo despunta el sol en primavera para hacer las composiciones de lengua. Aquí las vivencias y el razonamiento están en un interjuego permanente, justo en plena adolescencia, cuando las sensaciones tienen la plenitud de los frutos que ellos mismos cultivan.

Se trata de un centro educativo mixto de jornada completa, al que concurren 254 alumnos de Bigand y la región, y que está ubicado sobre la ruta nacional 178, a cuatro kilómetros de la localidad, en un predio que Víctor Bigand, donó en 1909 para este fin. "Fue una actitud visionaria", explicó la vicedirectora, Stella Corsoni, y añadió que la donación se hizo efectiva recién en 1979, cuando la hereda del fundador del pueblo ratificó la voluntad de su padre.


Evitar el éxodo
"Don Víctor quería evitar el éxodo de los jóvenes y por eso pensó en crear una escuela relacionada con el campo, que es la actividad básica del lugar", comentó Corsoni. La visión resultó premonitoria. Hoy en la escuela se habla de comunidad productiva, un concepto integrador que incluye productores, padres, alumnos y fuerzas vivas. Claro que no todo fue lecho de rosas. En su origen la escuela no contaba con edificio y las prácticas se hacían en el campo que en ese momento carecía de infraestructura.

Claro que eso no impidió que cimentaran un prestigio que les permitió ser elegidos, en 1990, para recibir el Programa Nacional de Expansión y Mejoramiento de la Enseñanza Técnico Agropecuaria (Emeta). Se trata de un proyecto al que sólo podían acceder tres escuelas por provincia, y por el que recibieron los fondos necesarios para levantar el edificio escolar en el predio que les habían donado.


Más instituciones
Además de recibir los fondos de Banco Interamericano de Desarrollo para la infraestructura, ingresar al Emeta implicó ser monitoreados durante una década, por una Unidad Ejectora que velaba por la calidad de la enseñanza.

Esta experiencia enriqueció de tal manera al proceso educativo de la Escuela Nº 327, que la ley federal los encontró casi convertidos en referentes de la modalidad que impulsaba para la reforma escolar. Paradójicamente, en los años 90, mientras el campo entraba en plano inclinado frente a las especulaciones financieras, la Escuela Víctor Bigand se potenciaba como un reservorio para los jóvenes que eligen capacitarse para la producción agropecuaria.

La experiencia de la escuela de Bigand se multiplica en otras 20 instituciones públicas provinciales que tienen la misma modalidad agrotécnica. Tales establecimientos educacionales se ubican en Villa Minetti, La Potasa, La Gallareta, Malabrigo, Sá Pereira, San Justo, Pedro Gómez Cello, Colonia Macías, Alto Verde, Angel Gallardo, Laguna Paiva, Carcarañá, Ricardone, Rufino, Labordeboy, Landeta, María Juana, Ceres y San Cristóbal.

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Los chicos aprenden sobre ganadería, agricultura y huertas.

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