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 domingo, 20 de junio de 2004

Túnez: Perfume de mujer
Recorrido por museos, tiendas y la histórica Cartago, la única ciudad del Mediterráneo fundada por una dama

Cartago sigue siendo la única ciudad del Mediterráneo fundada por una mujer, Elisa, hermana del rey Pigmalión. Cuando el soberano asesinó a su cuñado Acherba la mujer huyó con la fortuna del marido, pasó por Chipre donde tomó a 80 vírgenes para la prostitución sagrada y llegó a Túnez donde la bautizaron Dido, "la errante".

La espléndida Cartago tuvo muelles secos, bajo columnas, donde podían atracar 220 naves, que fue el orgullo naval de los cartagineses que desde allí partían a explorar el mundo.

Con el imperio romano llegó el cristianismo y también San Agustín, del pueblo aborígen berebere, que presidió el Concilio de Cartago.

Ahora la burguesía construyó allí chalets fabulosos, en el barrio que eligen los embajadores, incluído el de la Argentina. La Unesco, que en 1974 declaró a Cartago Patrimonio Universal de la Humanidad, lanzó una operación rescate para salvaguardar su rica historia.

La ciudad y la isla del Almirantazgo fueron cedidos a los británicos del proyecto "Salvar Cartago", quienes excavaron uno de los treinta astilleros primitivos y otros restos romanos posteriores.


La cuna de Claudia Cardinale
En el barrio La Goleta, donde nació la bella actriz Claudia Cardinale, una mezquita, una sinagoga y una iglesia católica representan el sincretismo religioso.

También están allí, a cielo abierto, las lápidas que señalan el lugar en el que se enterraba a los niños nobles sacrificados.

Por último, el Museo del Bardo posee la mejor colección de mosaicos del mundo, con obras que se consideran el gran testimonio que dejaron los romanos en el norte de Africa.

El museo ocupa el palacio del último Sultán turco, el "bey", que decía tener sólo cuatro mujeres pero que al dejar el poder lo hizo con treinta y seis. Y en el otro sector del edificio, que fue construído en 1882, funciona el parlamento.

Lo que más atrae a los occidentales de este país musulmán son sus medinas, un vocablo que en lengua arábiga significa simplemente ciudad.

Las enormes medinas están rodeadas de murallas y tienen imponentes arcos de entrada, que la gente, en la antigüedad, se apresuraba a cruzar antes de que la gran puerta -la "bab"- se cerrase a la noche para evitar el asedio de intrusos.

En las medinas el viajero occidental encuentra la esencia del oriente misterioso. En la ciudad de Túnez, que es la más grande del país, está el Suk el Attarine del siglo XIII, o zoco de los perfumistas, con sus tiendas bajas, estrechas y decoradas en verde y oro.

Allí se vende el henna rojizo con el que las mujeres tiñen la palma de pies y manos para que estén suaves la noche de bodas y los tarros de incienso en las estanterías de color ámbar.

También en la medina de Túnez está la Gran Mezquita, o Mezquita del Olivo -que los nativos llaman "mezquita aceituna"- rodeada de cientos de puestos donde se venden túnicas, zapatos, juguetes, encajes, artesanías y alfombras.

En este mundo tan especial hay un par de cafés donde los hombres se sientan en tarimas alfombradas a fumar con el "narguile", una pipeta de vidrio con agua en cuyo extremo se coloca tabaco con sabor a menta, fresa o durazno.

Pero lo mejor de estos sitios bulliciosos es el contacto con los mercaderes, expertos en el arte del regateo y capaces de perseguir por las angostas callecitas a quién demostró interés por algún objeto. El hombre lo seguirá bajando el precio y esgrimiendo este argumento: "por favor, sólo mirar".

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Ruinas de la antigua ciudad de Cartago.

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