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 domingo, 25 de abril de 2004

Brutal rescate. Condenaron a un hombre y dos mujeres por el homicidio del agente rosarino Alexis Salguero
Perpetua para tres por el asesinato de un policía en el Hospital Carrasco
Un joven le disparó en la nuca mientras dos chicas ayudaban a liberar a un detenido. Aunque no llevaban armas,ellas recibieron la misma pena por tener roles en el plan. Un cuarto integrante del grupo nunca pudo ser capturado

Jorge Salum / La Capital

El hombre del ojo defectuoso empujó con violencia la puerta vaivén, levantó la Browning y apretó el gatillo, todo en apenas un par de segundos. El agente de policía Alexis Fernando Salguero ni siquiera tuvo tiempo de ver el rostro del homicida. Su cuerpo se dobló y cayó al suelo. Nadie se explica cómo hizo para sobrevivir por algunas horas, aunque en un estado de coma del que ya nunca saldría. La muerte se produjo unas horas después, tal como habían anunciado los médicos. El agente tenía 23 años y hacía sólo siete meses que trabajaba en la fuerza.

El crimen ocurrió la tarde del 7 de julio de 2001 en la Sala 1 del Hospital Carrasco. Salguero custodiaba allí a Juan Eduardo Gómez, un detenido acusado de robo a mano armada que esperaba un veredicto y estaba internado porque tenía sida. A Salguero lo mataron precisamente para rescatar a Gómez, quien fue recapturado a las dos horas y luego moriría por su enfermedad.

Al homicida le decían El Tuerto, por aquel defecto que tiene en un ojo. Se llama Carlos Roberto Capansi y ahora tiene 23 años. El viernes el juez Julio César García lo condenó a prisión perpetua, igual que a las dos chicas que lo acompañaban. Para el autor del veredicto, Mariela Alejandra Gómez y Vanesa Yanina Ramos, ambas de 22 años, formaron parte de un plan destinado a rescatar al reo y por eso, aunque no apretaron el gatillo y ni siquiera llevaban armas, son tan responsables del crimen como el hombre que apretó el gatillo.

El grupo contó con un cuarto integrante. Se llama Alfredo Taboada y está identificado desde los primeros días de la investigación. Aunque lo buscó por toda la ciudad e incluso fuera de la provincia, la policía nunca pudo encontrarlo. Para el juez García es un prófugo y si algún día lo detienen, tendrán que hacerle un juicio por separado.

Salguero custodiaba al detenido Gómez junto con un compañero, pero en aquel momento quedó sólo en la Sala 1 porque el otro agente salió a almorzar. El reo estaba esposado a la cama y en ese momento lo visitaba su hermana Mariela.

Entre el policía y la chica había un diálogo tenso. Ella le hablaba todo el tiempo y él había pedido que ya no lo molestara. A veces salía de la sala y se apostaba frente a la puerta para evitarla. Pero el plan que había urdido junto a Capansi, Taboada y Ramos ya estaba en marcha.

Los tres llegaron al hospital en un taxi que estacionó en Avellaneda y 9 de Julio. Ramos le dijo al chofer que esperarían allí mismo y los dos hombres se bajaron. Caminaron a paso firme y fueron directamente a la Sala 1. Taboada llevaba una escopeta y Capansi la pistola de 9 milímetros que le había robado a dos adversarios en una reciente pelea callejera.

Apenas Capansi abrió fuego contra Salguero, Mariela Gómez se apoderó de las llaves de las esposas y liberó a su hermano. Después todos comenzaron la huida, incluido el detenido. Mientras Salguero yacía sin conciencia y apenas respiraba, Taboada atravesó una puerta de vidrio y abrió la vía de la retirada para sus cómplices.

Una mujer policía salió a correrlos. El grupo se dividió y en plena carrera Taboada y Capansi arrojaron las armas. La sorpresa jugó a favor de ellos y todos consiguieron escapar, aunque algunos días después tres de ellos serían capturados.


El testimonio inesperado
La investigación se centró enseguida en el entorno de los Gómez. Mariela no tardó en convertirse en sospechosa e inesperadamente sería su madre, Sara Beatriz Francario, quien aportaría un testimonio decisivo para los detectives de la Brigada de Homicidios. La mujer contó cómo llegó a su casa Ramos, en un taxi que ella misma tuvo que pagar, y le dijo que habían "zafado" a su hijo.

Media hora después llegó Taboada, a quien la mujer conocía bien porque había sido pareja de Mariela, con la que tuvo un hijo. "Hicimos cagada, matamos a un cobani", dijo el muchacho, muy nervioso. En el mundo del hampa, "cobani" es un apelativo común para designar a policías.

A partir de los datos entregados por Francario la pesquisa se encaminó, aunque Taboada escapó y nunca más apareció. Capansi también estuvo oculto unos días hasta que finalmente decidió entregarse. Iba a hacerlo ante el juez de Instrucción Luis María Caterina cuando la policía lo sorprendió a media cuadra de los Tribunales. El episodio desató airadas protestas del abogado del homicida, Carlos Varela, quien caminaba con él hacia el despacho del juez en el momento en que los colegas de Salguero lo detuvieron.

Varela quería que se tratara de una presentación espontánea y los policías pretendían evitarlo para presentarlo como una detención. Para los uniformados era casi una cuestión de honor por el compañero asesinado a sangre fría y una disputa en la que finalmente salieron airosos.

No sería el primer episodio fuera de lo común en torno al proceso contra Capansi. Ese mismo día lo llevaron a la Jefatura de policía y allí lo hicieron hablar. Entonces El Tuerto se atribuyó el crimen en un acto que al parecer no reunió todos los trámites formales para convertirse en un interrogatorio formal. Sin embargo todo sucedió delante de la fiscal Elida Rivoira, quien luego dio fe de que la confesión se había producido.

Capansi nunca más se reconocería autor del disparo mortal, pero las evidencias en su contra eran abrumadoras y terminó procesado. Ahora el juez García lo condenó como autor material de un homicidio destinado a favorecer la evasión de Gómez, y lo sentenció a prisión perpetua.

Igual sucedió con Ramos y Gómez, que fue detenida a pocas cuadras del hospital con una evidencia decisiva sobre su participación: tenía las llaves de las esposas que había usado su hermano y una ganzúa.

Para el juez, tanto Ramos como Gómez desempeñaron roles decisivos en el plan destinado a rescatar al preso y por eso mismo son partícipes primarias del mismo delito atribuido a Capansi. El resultado de esta calificación es que a las dos les corresponde la misma sanción que el homicida, y por los mismos delitos.

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El comisario Rubén Salguero, en primer plano, en el velatorio de su hijo Alexis, asesinado el 7 de julio de 2001.

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