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 domingo, 25 de abril de 2004

Panorama político
Duhalde, el próximo objetivo de Kirchner

Mauricio Maronna / La Capital

Quienes creían que la sorpresiva y misteriosa internación del presidente Néstor Kirchner operaría como un bálsamo para su carácter volcánico y marcaría un quiebre en su estilo abanicado de ejercer el poder (abriendo frentes aquí, allá y en todas partes) se han equivocado.

El jefe del Estado sigue asestando mandobles mediáticos como un "fajador" empedernido y agregando retadores a su cruzada. El jueves pasado traspasó esa raya que todos creían vedada por cuestiones de real politik y atacó a quien fue su mentor: Eduardo Duhalde. Ayer, con la respuesta del bonaerense, pareció arder Troya.

Más allá del intento por dejar en el lugar de la anécdota y la discusión de "alta peluquería" a las bravuconadas entre la primera dama, Cristina Fernández, y la esposa del caudillo bonaerense, Hilda González, aquel cruce alfombró el camino para que los tiempos se acorten y salieran a la luz las diferencias entre un presidente que quiere diferenciarse de todo lo que lo antecedió, y un ex mandatario al que sus seguidores ya le escribieron hasta los márgenes del libro de quejas por la forma de ejercer el poder que emana del santacruceño.

Nadie, sin embargo, debería creer que la sangre llegó al río: Kirchner y Duhalde volverán a sonreír para los flashes, se enviarán mensajes de mutuo reconocimiento y maquillarán el estado de las cosas hasta que la correlación de fuerzas los libere de esa falsa postura.

La gelatinosa senda transversal que la Casa Rosada intenta transitar, enviando a las provincias intermediarios de mediano espesor y casi nula representatividad, no logra encandilar más que a unos pocos dirigentes de segunda línea. Convencer a los que ya están convencidos es más que un juego de palabras: ilustra a la perfección lo que, hoy por hoy, sucede en las esferas del kirchnerismo.

Las recurrentes críticas del gobernador cordobés, José Manuel de la Sota, a la política del poder central, el hasta ahora infructuoso intento de domesticar a Jorge Obeid en Santa Fe para que rompa amarras con Carlos Reutemann y se lance sin más hacia los brazos de los operadores K y la decisión de la casi totalidad de los líderes federales de alambrar sus territorios impiden que el presidente se divorcie de Duhalde.

Ahora que llegó el tiempo de gobernar, el presidente no puede prescindir de los legisladores peronistas (o "pejotistas", como suele caracterizarlos), piezas clave para agilizar proyectos de ley que signarán el futuro de su gestión. La nueva norma sobre coparticipación no convence a la mayoría de las provincias grandes y su aprobación demandará incontables juegos de seducción de parte de los funcionarios hacia el bloque oficialista.

La propuesta sobre seguridad de Balcarce 50, nacida bajo la presión que metió buena parte de la sociedad desde la calle, tiene puntos ríspidos que no son digeridos por la totalidad de los duhaldistas.

El endurecimiento de las penas y la reducción de la edad de imputabilidad a menores (de 16 a 14 años) motivarán la primera contradicción entre el Ejecutivo y los diputados que hacen profesión de fe kirchnerista, creyendo ver en el presidente a un líder de la centroizquierda más combativa.

"¿Se imagina a (Miguel) Bonasso y compañía rechazando las órdenes de su jefe? ¿A quién tendrá que recurrir el presidente para sacar las leyes que endurecen los castigos? Obviamente que a nosotros... Pero tendrá que llamarnos, darnos una palmadita en la espalda y no seguir escupiéndonos en la cara como hasta ahora", se envalentonó ante La Capital un diputado por Santa Fe.

Aunque esos sean los temas que hoy ocupan la marquesina, existe un breviario de iniciativas que el peronismo bonaerense tiene en carpeta para llevar a la mesa de negociaciones y condicionar la gobernabilidad. Con este marco referencial tal vez se entiendan los últimos cortocircuitos entre el padre y la criatura.

"Lo que dijo Kirchner sobre Duhalde me hace acordar al agradecimiento de la vaca empantanada, esa a la que uno le pega un empujón para que salga del pantano pero que, cuando sale, le tira una patada", resumió con tono brutal uno de los más íntimos allegados al hombre de Lomas de Zamora.

En el justicialismo se está produciendo un curioso alineamiento: numerosos referentes menemistas que le habían jurado odio eterno a Duhalde hoy están buscando la sintonía fina para encolumnarse detrás de él. "Que un presidente peronista meta preso a otro peronista no cae nada bien en los muchachos. El Cabezón mandó la primera señal cuando defendió a (Carlos) Menem de las andanadas del juez (Jorge) Urso. Nos produce urticaria ver a Alberto Fernández y a Gustavo Beliz, quienes fueron menemistas y cavallistas, encabezando una cruzada para meterlo en cana al Turco. Para estos tipos la lealtad vale menos que un bono defaulteado", bramó un histórico sindicalista santafesino, mezclando simpatías políticas con cuestiones legales.

"Todo esto es un circo. El viejo (Carlos) Juárez fue el primero en bancar al Lupín y sin embargo le hizo un desastre en la provincia y lo mandó preso. No sea cosa que a Duhalde le pase lo mismo cuando a Kirchner se le seque la pólvora", agregó.

Ayer, una calificada fuente que transita diariamente la Gobernación bonaerense fue contundente con La Capital: "Kirchner adelantó los tiempos de la pelea, y Duhalde sabe que desde la Rosada van a ir por su cabeza como ya fueron por las de (Fernando) de la Rúa y Menem. Esa será la madre de todas las batallas".

El presidente salió del hospital de Río Gallegos con la certificación del alta médica pero también con la comprobación de que es imposible gobernar todo el tiempo para la tribuna. La caída en las encuestas, el abrupto cambio de agenda que le impuso la gente, la gravedad de la crisis energética, el mal momento de las relaciones con Chile y la mediocre gestión de algunos ministros (más allá de repartir libritos en playas y estadios de fútbol, ¿qué decisiones de fondo implementó Daniel Filmus en la anquilosada educación pública?) hicieron que el destemplado carácter del sureño se focalice en un nuevo adversario: el periodismo no oficialista.

"Los periodistas tienen la obligación de animarse a escribir artículos de fondo sobre la realidad argentina, opinar, algo que permita una discusión seria, no de la anécdota, no de la nota de color", aconsejó Kirchner, disfrazándose de editor, en una entrevista concedida a la revista oficialista Debate.

Eso que el presidente les exige a todos los medios de prensa es lo que también el gobierno debería comenzar a replantearse: menos campaña permanente, menos notas de color, más decisiones de fondo que empiecen a demostrar que el hasta hace poco multipromocionado "estilo K" es mucho más que una suma de gesticulaciones, sobreactuaciones y dureza verbal.

La búsqueda de consensos, la ampliación de interlocutores a la hora de tomar decisiones y el alejamiento del maniqueísmo conceptual es lo que le permitirá a Kirchner salir del corralito en el que, a veces, parece encerrarse.

Sin oposición a la vista, con el pasado inmediato cargado de sobresueldos a funcionarios menemistas, coimas aliancistas a senadores para aprobar una ley y devaluación duhaldista desmesurada, construir un país normal sigue siendo la mejor meta que se puede trazar. Y no parece de cumplimiento imposible.

Para lograrlo deberá ir más allá de la imagen que le devuelve su propio espejo y confrontarla con la realidad, que al fin de cuentas es la única verdad.

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