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 sábado, 08 de noviembre de 2003

Dos violentos asaltos contra mujeres sin aclarar
Una noche de pesadilla en Arroyito
Una joven de 23 años quedó a merced de un delincuente que le robó pesos y dólares tras ingresar en su casa

Eduardo Caniglia / La Capital

Marianela Cequeira vivió una noche de pesadilla y de terror. Quedó a merced de un ladrón que la inmovilizó, la hirió y le robó 2.000 dólares y 400 pesos en su propia casa de la zona norte de la ciudad. El efectivo que el maleante se llevó era el sueldo que había cobrado la pareja de la muchacha.

Marianela tiene 23 años, trabaja en una inmobiliaria y vive con su novio, Gustavo Ortiz, un analista de sistemas de 27 años, en una casa de Intendente Lamas 1046, en el corazón del barrio Arroyito.

La odisea que debió padecer comenzó cerca de las diez y media de la noche del jueves. Marianela ya había llegado a la puerta de su vivienda cuando un empujón la sacudió. Sin todavía comprender lo que ocurría, la chica escuchó que alguien le pedía que ingresara al inmueble y al mismo tiempo le decía que se tranquilizara. "No te des vuelta y bajás la cabeza", ordenó una voz con tono enérgico.

Una vez adentro, Marianela debió cerrar la puerta de calle y las ventanas que dan al garaje. Recién en ese momento se percató de que estaba frente a una situación de riesgo. Se estremeció cuando vio el cuchillo que tenía en sus manos el hombre "morocho de pelo corto adelante y enrulado atrás". El relato de la joven era entrecortado y tenía dificultades para recordar la secuencia cronológica del suceso. Ayer a la tarde todavía estaba aturdida por el estado de shock y lucía somnolienta por el calmante que le suministraron los médicos del Sies que la atendieron.

Cuando el ladrón y la chica atravesaron el living de la casa, todavía estaba sobre una mesa la ropa de invierno que Marianela estaba ordenando. Entre las prendas, había unos guantes. Apenas los vio, el maleante se los pidió y se los puso. Tal vez lo hizo para no dejar huellas. Unos segundos después, la muchacha recibiría la primera agresión: un feroz puñetazo. "Me pegó para que no lo mirara", explicó.

El paso siguiente del malhechor fue apoderarse del teléfono celular y de dos relojes apoyados sobre un mueble. Después, el ladrón la obligó a introducirse en el baño. Y a partir de este momento no pudo moverse. Quedó sentada en ese sitio con sus manos atadas a una canilla ubicada debajo de la ducha. Los cordones de las zapatillas del delincuente entrelazaban sus manos.

El pánico de Marianela iba en aumento casi como el sonido de los discos que la chica había puesto en el centro musical antes de salir de su casa. Le rogaba al delincuente que no le hiciera daño y a él sólo le importaba saber dónde estaba el dinero. Ella le dijo donde estaba guardado el sueldo que había cobrado Gustavo. Y el maleante comenzó una desenfrenada búsqueda. Uno a uno fue abriendo los cajones de un armario para encontrar el efectivo.

Como el malhechor no encontraba la plata, la chica debió padecer una lluvia de amenazas. "Si no me decís dónde está (el dinero) te voy a matar y pinchar", exclamó fuera de sí el asaltante.

Enseguida el intruso cumplió con su amenaza. Le tiró una cuchillada a la cara y la muchacha levantó sus brazos para defenderse. Y un puntazo impactó en su brazo izquierdo. La ira del ladrón también se cobró otra víctima. La gata de Marianela recibió un corte en la oreja.

Después, el maleante volvió al living para hallar el dinero. Y antes de irse lanzó su última amenaza: "No me denuncies, porque me voy a enterar".

El ladrón recogió los dos mil dólares y unos 400 pesos y se marchó. Cuando Gustavo Ortiz regresó de una cena con sus amigos, la chica estaba sentada en el baño en medio de una crisis de nervios. Le contó a su novio lo que había ocurrido, pero recién ayer pudo radicar la denuncia en la comisaría 8ª. Recién en ese momento pudo describir a su agresor como un hombre "alto, vestido con jean, remera y zapatillas de lona blancas y sucias".

También recordó un hecho ocurrido unos días atrás y lo vinculó con el violento atraco. Dijo que un hombre llegó al barrio en una vieja camioneta. No tenía ningún uniforme y el vehículo no tenía inscripción que lo identificara. El visitante se trepó a los postes del alumbrado público y desde uno de ellos divisó su casa apoyado sobre las paredes de la vivienda de sus suegros. También sucedió otro episodio que a Marianela le llamó la atención. "Un hombre le compró un perro a una mujer que vive enfrente y es lisiada y no se lo pagó. Para mí es el mismo que antes estuvo espiando", explicó.

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Marianela fue sorprendida por el ladrón.

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