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 sábado, 08 de noviembre de 2003

Charlas en el Café del Bajo

-"El admitir que existe Algo en lo cual no podemos penetrar; el pensar que las razones más profundas, que la belleza más radiante que nuestra mente pueda alcanzar, son sólo sus formas más elementales de expresión; ese reconocimiento, esa emoción, constituye la actitud verdaderamente religiosa. En ese sentido yo soy profundamente religioso". La expresión le pertenece a uno de los más grandes sabios que dio la humanidad, Alberto Einstein, y con ella dejó un sello perenne en todos aquellos que buscan y seguirán buscando afanosamente que se devele el secreto de la vida. Con esta frase, Einstein, un científico, un genio de la física y las matemáticas, implanta su creencia en Dios. No un Dios unipersonal, es cierto, pero si "Algo" (como él mismo lo define) trascendente y superior. ¿Por qué digo esto?

-Es justamente lo que iba a preguntar, a qué viene esa frase de Einstein.

-Pues le diré, Inocencio. Yo no conozco ser humano que en algún punto de su vida no se pregunte por el misterio de la vida, por el sentido trascendente y determinante de la existencia, si es que ésta posee un sentido trascendente.

-¿Lo posee?

-Claro, pero sucede que, como el mismo Einstein lo afirma, es un sentido a veces incomprensible para el hombre, un sentido que subyace en una recámara cósmica impenetrable. Impenetrable al menos si se utilizan las herramientas biológicas (como los sentidos) o el conocimiento finito y limitado de la mente humana. Como es obvio que el misterio de la vida no puede el hombre descifrarlo a través de fórmulas físicas o matemáticas, ni siquiera desde el análisis filosófico, no le queda más remedio que intentar la alternativa de la religión.

-El opio de los pueblos, según Marx.

-Esto si nos atenemos a la visión que Marx quiso darle al tema. En mi modesta opinión él acota bastante el concepto de religiosidad. ¿Qué es religión? ¿Para qué sirve la religiosidad?

-Exponga su opinión.

-La primera acepción de la palabra religión es "conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social". Es decir, habría que determinar primero quién es, qué es y cómo es la divinidad. Podemos en ese sentido, en el marco de la tolerancia y el respeto, aceptar todas las formas sugeridas por las diversas corrientes religiosas. Pero hasta a un sabio como Einstein se le hace imposible aceptar una "no forma", una "no existencia". ¿Para qué sirve la religión o la religiosidad? Pues en cierto modo en la misma acepción del término se encuentra la respuesta: el establecimiento de normas para la conducta individual y social. ¿Con un criterio represor? De ningún modo. Con un criterio orientador, educativo, si se quiere, que establece algo así como: tu conducta determina tu destino. Tu conducta da forma al sentido de tu existencia. Es decir, si toda la conducta de un hombre se consume en lo cotidiano, en las cosas mundanas por todos conocidas (desde el placer hasta la angustia, consecuencias irrefrenables del mundo) entonces el hombre descubrirá más tarde o más temprano que su vida careció de un sentido trascendente. Lo descubrirá seguramente en un momento de dolor extremo.

-¿Cuál sería la alternativa, pues?

-No está mal, por el contrario, que el hombre disponga de una parte de su conducta en las "cosas del mundo". Pero creo que buena parte de ella debe estar dirigida a encontrar lo maravilloso. Y lo maravilloso o trascendente no es el placer efímero, sino la felicidad perenne que se consigue con la paz interior y buscar esto, aun cuando uno no asista a un templo, no acepte la regla del rito o dude incluso sobre la forma y sustancia de Dios, es adentrarse en la religiosidad. Por eso comparto la expresión de Einstein: "La vida de un hombre sin religión no tiene sentido; y no sólo lo convierte en un desdichado, sino en un ser incapaz de vivir".

Candi II

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