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 sábado, 08 de noviembre de 2003

Este año se sembrarán 40 mil hectáreas con la oleaginosa de alto Profat
La soja se agranda con las proteínas
Productores, industriales y semilleros se alían para introducir la calidad específica en el complejo sojero

Sandra Cicaré / La Capital

El desarrollo de valor agregado en el complejo sojero está comenzando a despuntar con fuerza. En ese camino se embarcaron las multinacionales Monsanto y Cargill que en esta campaña salen a ofrecer al productor lo que denominan "un sistema integral", para producir y comercializar soja con mayor contenido de proteínas.

La propuesta se materializa a través de un contrato a través del cual la primera compañía pone a disposición del productor su nueva variedad de semillas denominadas Sojas de Alto Profat (SAP) con mayor porcentaje de proteína y aceite que las del resto del mercado; la segunda, garantiza la compra del 100% de esta producción y bonifica el precio en función del excedente en proteínas.

El gancho es seductor. Produciendo estas variedades el productor puede obtener, en promedio, 3,5 dólares más sobre el valor de la tonelada de oleaginosa en el mercado. Además, tiene garantizada la entrega inmediata y la colocación segura de su mercadería.

"No tiene costo comercial, se ahorra comisiones, paritarias, almacenaje", resumió el gerente de oleaginosas de Monsanto, Pablo Ogallar.

Desde Monsanto estimaron que en esta campaña se implantarán alrededor de 40 mil hectáreas con esta variedad de soja y prevén que crecerá hasta las 60 o 70 mil hectáreas en el próximo ciclo.

El optimismo se basa en una prueba que realizaron el año pasado con este tipo de semillas y que, según explicó Ogallar, dejó "muy conformes" a los productores.

En realidad, desde las multinacionales explican que se trata de "un cambio en el modelo productivo de soja", ya que el productor siempre estuvo acostumbrado a retener la mercadería para utilizarla como moneda de cambio y especular con ella de acuerdo a los vaivenes del mercado.

En este caso, desde la semilla hasta el destino final, el proceso está prefijado.

La firma Monsanto, a través de su red comercial, vende la variedad de semilla y el productor firma un contrato en el que se compromete a entregar el 100 por ciento de lo producido con ellas a Cargill, en su puerto de Punta Quebracho (Puerto General San Martín).

El productor tiene la libertad de fijar el precio en ese momento, puede hacerlo antes de la cosecha o bien tiene plazo hasta fines de septiembre del año siguiente para ponerle precio al grano, que además del valor de mercado obtendrá un plus en función del mayor nivel de proteínas y aceite que contenga.

El negocio se canaliza a través de Renessen, el joint venture que a nivel mundial conformaron ambas compañías para el área de nutrición animal.


Calidad diferenciada
El desarrollo de variedades que permitan aumentar el tenor de proteínas surge de una tendencia que fue marcando la propia demanda externa, especialmente de harinas de soja.

"Hace aproximadamente cinco años el mercado comenzó a demandar harina con alta proteína y desde la Argentina nos comprometimos a suministrarla con un nivel del 47 por ciento y un máximo de 3,5% de fibra", explicó Héctor Autino, miembro de la Asociación Argentina de Grasas y Aceites (Asaga).

Para lograr esto, las fábricas de la región debieron adaptar su tecnología para realizar un proceso de descascarado de la semilla, lo que permite aumentar los niveles proteicos de las harinas y pellets.

Actualmente la soja en la Argentina tiene un porcentaje de proteínas de alrededor del 38,5% base seca, más bajo que el que contiene la oleaginosa producida en lugares como Brasil, Paraguay o Estados Unidos.

El fenómeno, que está relacionado con características medioambientales, deja a la producción argentina en inferioridad de condiciones a la hora de competir en los mercados que demandan granos o subproductos (especialmente pellets para alimentación animal) con mayor nivel proteico.

Autino explicó que la carencia de proteínas se da mucho más en las sojas de ciclo corto. "Esto sucede por las condiciones climáticas del país y por otro lado, por la carencia de nitrógeno, fósforo y azufre en el suelo", dijo el directivo de Asaga y recordó que "si bien aumentó el consumo de fertilizantes no fue suficiente como para reponer al suelo esos nutrientes".

Con ese nivel de proteínas en la semilla de soja (38,5% en base seca), luego del procesado industrial se obtienen harinas con un tenor de proteínas de alrededor de 47%, mientras que Estados Unidos está garantizando al mercado 47,5% y Brasil llega al 48%.

"Esto movió a que algunas industrias empezaran a requerir a los proveedores de semillas variedades que aseguren un contenido de proteína sobre base seca en soja por encima del 39%, de ese modo se pueden garantizar harinas terminadas con niveles proteicos que superen el 47% y se puede aspirar incluso a 48%", concluyó Autino.

La variedad SAP permite obtener niveles proteicos que oscilan entre el 41 y 42%, lo cual se mide a través del índice Profat. Cuanto más alto el porcentaje, mayor la bonificación para el productor. A priori se estableció que la base de bonificación para aceite es de 21% y 40,5% para proteínas, ambas base seca.


El negocio agrocéutico
El desarrollo de alianzas entre compañías para generar mayor valor agregado a la producción de commodities es una tendencia que se viene consolidando en los últimos años.

Así, durante 2003 las multinacionales Dupont y Bunge incursionaron en el terreno consolidando un joint venture (Solae) para producir y comercializar ingredientes alimenticios especiales, comenzando con proteínas de soja aisladas y concentradas y lecitinas. También, un acuerdo de biotecnología para desarrollar y comercializar, en conjunto, porotos de soja con características resaltadas y de mejor calidad.

El especialista del Centro David Rockefeller de la Universidad de Harvard, Ray Golberg, quien disertó en el último congreso de Aapresid, resaltó los cambios que se están produciendo en el sistema de agronegocios en el cual comienzan a "interactuar los distintos sectores no sólo a través de la competencia sino asociaciones".

El especialista explicó que esto es fruto del desarrollo del sistema "agrocéutico" que se basa "en la incorporación de valor agregado producto del avance científico, en producir lo que el consumidor quiere y en el cuidado de los recursos naturales y la biodiversidad".

En rigor, se trata de sistemas complejos donde intervienen todos los actores de la comunidad de agronegocios y hacia el cual se inclinan las principales compañías que intervienen en toda la cadena, desde la semilla hasta el procesamiento y la exportación.

Golberg recordó que la agricultura como se conoce tradicionalmente sólo aporta el 10% de la cadena, mientras que "todo el sistema agrocéutico involucra un negocio por 15 trillones de dólares".

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La soja es la locomotora del complejo exportador.

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