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 sábado, 30 de agosto de 2003

Combates por la historia. ¿Dioses, santos, demonios o simplemente seres humanos?
El día que San Martín se bajó del caballo
García Hamilton recuerda en una entrevista la presentación en Rosario de su libro "Don José" con motivo del 150º aniversario del fallecimiento del prócer

Guillermo Zinni / La Capital

Precedido por la polémica desatada por un artículo que había publicado en el diario La Nación, el 6 de julio de 2000 el abogado y escritor tucumano José Ignacio García Hamilton, en el marco de la Feria del Libro, vino a Rosario para presentar su novela “Don José”. Allí se dieron cita funcionarios, historiadores, periodistas y escritores. Pero también se hizo presente un grupo de sanmartinianos que dijo sentirse ofendido por la obra y que comenzó a proferir gritos como una barra brava a modo de “escrache”. Cuando un sector del público les pidió que se callaran, los sanmartinianos, vociferando amenazantes “¡Viva la patria!” y “¡Viva el general San Martín!”, se fueron al fondo del recinto. Media hora después de terminado el acto aún lo estaban esperando, y el escritor debió ser sacado en medio de un operativo de seguridad con ribetes de película.

¿Cuál había sido el “pecado” de García Hamilton? Intentar “bajar del bronce” al general San Martín para mostrarlo como un ser humano. En base a documentación citada en su libro sostenía la posibilidad de que fuera mestizo, que en realidad no murió pobre -sino todo lo contrario- y que solía gustar de la companía femenina. La noticia de lo que había pasado en Rosario corrió como reguero de pólvora. La agencia noticiosa Reuters y corresponsales en Buenos Aires de distintos medios periodísticos extranjeros difundieron la información.

Los diarios El Comercio y La República, de Perú, luego de recordar lo sucedido citaron las palabras del escritor Pacho O'Donnell para quien “nuestra historia muestra siempre héroes que no dudan, que no se enferman o que no cometen errores. Es bueno humanizarlos”. Los brasileños, por su parte, tomaron la cosa con humor. El diario O Globo, de Río de Janeiro, destacó que, según los informes de García Hamilton, San Martín “estava bebâdo” en la batalla de Maipú, a lo que la revista Veja dijo que ellos no tenían problemas en reconocer que “o responsável pela independência do país, dom Pedro I, ter sido um mulherengo incorrigível e um bebâdo dado a brigar em tavernas -em suma, um precursor do malandro carioca”.

-¿Cómo recuerda el incidente de Rosario?

-No sé quiénes eran. Yo no conocía a nadie. Fui solo a Rosario a presentar un libro, como hace cualquier escritor, y me encontré con un grupo de inadaptados y exaltados que gritaba y cantaba y no dejaba hablar. Fue una noche muy traumática. En el medio del acto hubo una chica que dijo: “Lo que usted ha escrito es lamentable”, y se armó una batahola. Este grupo no quería que el acto siguiera, y otra parte del público se puso a gritar para que se permitiera continuarlo; y yo ahí, en el medio, calladito. No sabía qué hacer. Nadie está preparado para eso. Y después se escuchaba que vociferaba afuera esta jauría. Te juro que sentí una gran soledad, como una especie de frío espiritual y climático. Después me hicieron abrir una puerta en el fondo y me sacaron.

-¿Qué opina de las repercusiones que tuvo a nivel internacional?

-El hecho fue publicado en Brasil, Chile, Perú, México, Francia, España y hasta en EEUU, y fue retransmitido por la BBC de Londres y la CNN en Español. Todos destacaron la intolerancia de los argentinos y la resistencia a “desmitificar sus próceres”. Hay un artículo de un diario de Nueva York que dijo que la intolerancia que habían demostrado los argentinos en Rosario era parecido a una “fatwa” musulmana, que son las condenas que hacen los musulmanes a quienes consideran que han blasfemado hablando mal de Mahoma, como lo que le pasó a Salman Rushdie. Es una condena que puede terminar con la muerte del tipo. Le condenan los libros, le queman los libros y lo matan, y todo musulmán tiene la obligación de matarlo donde lo encuentre.

-¿Se considera enrolado en alguna corriente historiográfica?

-No, yo hago biografía novelada porque me interesa contar bien la historia y trato de ser fiel a la verdad, pero a la vez es una novela. Sin prejuicios. Así, por ejemplo, soy un admirador de Sarmiento pero, al contrario, le pongo todos los defectos que le encuentro en “Cuyano alborotador”. Soy muy admirador de Alberdi, pero en mi biografía novelada de Alberdi le puse todos los defectos que le encontré y que están documentados. En el caso de San Martín fue lo mismo. No estoy de acuerdo con el culto monoteísta a San Martín que en vez de hacer historia hace mitología. Porque la diferencia entre el mito y la historia es que el mito explica el pasado a través de personajes sobrenaturales, divinos. En cambio la historia cuenta lo que hicieron los hombres de las generaciones pasadas.

-¿Cómo se llegó a la mitificación de San Martín?

-Es larga la cosa: empieza con la generación de Sarmiento, Mitre y Alberdi que dicen: “Hay que crearnos un pasado heroico”. Segundo, tuvo que ver con la homogenización de los hijos de inmigrantes que empieza en 1908. Ya en 1880, cuando se traen los restos de San Martín y se los pone en la catedral de Buenos Aires, después Belisario Roldán le hace una oración que pronuncia en Boulogne Sur Mer donde se le inaugura un monumento y dice: “Padre nuestro que estás en el bronce”, y también está Ricardo Rojas, que escribe “El Santo de la Espada”. También la mitificación se afirmó con el militarismo que empezó después del golpe de 1930, y en 1937 se crea el Instituto Nacional Sanmartiniano por un grupo de militares. Pero sobre todo con Perón, con la ley de 1949 que sacó Perón sancionando que 1950 iba a ser el Año del Libertador. Y ahí nos obligaban a los alumnos de las escuelas a escribir “Año del Libertador General San Martín”, se obligaba a todos los diarios a poner “Año del Libertador General San Martín”, y hasta los escribanos en sus escrituras tenían que ponerlo después de la fecha. Se clausuraron más de 140 diarios por esto. Se cambió el nombre a la avenida Libertador, que se llamaba Alvear, y se le puso Libertador General San Martin, y ahí ya se instaura un culto a la imagen de San Martín. Porque los peronistas lo querían identificar a San Martín con Perón, porque era un militar, y Belgrano era un abogado. Y los libros de lectura decían: “El Libertador Perón-El Libertador San Martín”. Se ponía la imagen de Perón sobre un caballo blanco. Había por todas partes la foto de Perón sobre un caballo blanco para identificarlo con San Martín. Pero en realidad en el siglo XIX el Libertador era considerado Manuel Belgrano. Y el Padre de la Patria, para Mitre y para Sarmiento, lo dicen en un acto de 1873, era Manuel Belgrano. Porque Belgrano es quien había liberado las provincias del norte. San Martín no lucha prácticamente en el territorio de la República Argentina. Cuando llega al Río de la Plata en 1812, las provincias del norte ya están en manos del gobierno republicano. Y cuando él se va, en 1824, el territorio de la República Argentina sigue en manos del gobierno republicano. Es Belgrano quien recupera de los españoles las provincias de Jujuy, Salta y parte de Tucumán. Entonces el Libertador era Manuel Belgrano. O Alvear, que había liberado en 1814 la Banda Oriental, o los otros generales del Ejército del Norte como Castelli, Pueyrredón y Arenales; éstos eran considerados los libertadores. Y San Martín era considerado el Libertador de Chile, pero nunca de la Argentina, hasta comienzos del siglo XX. Luego, con el peronismo, se establece un culto a la figura de San Martín, y un culto monoteísta: quieren un solo Libertador, un solo Padre de la Patria.

-¿Qué piensa de los escritos históricos de Sarmiento?

-Bueno, Sarmiento era un político, y escribió en el marco de una lucha política. De todos modos él no fue un historiador sino un ensayista, como en su “Facundo”, por ejemplo. Lo que pasa es que cuando una persona está actuando en política tampoco le pidás mucha objetividad.

-¿Cada corriente “fabricó” un San Martín a su medida?

-Lo mismo que pasó con San Martín también pasó con Bolívar. Hay sectores que se fabrican un Bolívar de acuerdo a sus necesidades y de acuerdo a sus ambiciones personales. Y acá con San Martín es así. La Iglesia se hizo un San Martín católico, la masonería un San Martín masón y los liberales agnósticos un San Martín agnóstico y los rosistas un San Martín rosista. Y Perón creó un San Martín para identificarse con los militares.

-¿También tuvo problemas en otros lados?

-Bueno, hubo una gran polémica en ese momento. Cuando fui a Mendoza en la puerta hubo un acto paralelo. El Instituto Nacional Sanmartiniano sacó una declaración de repudio del libro antes de que se publicara, por un artículo que publiqué en La Nación. Es decir que rechazó un libro antes de leerlo. Me llovían las críticas.

-¿A qué edición llegó “Don José”?

-A la décima edición, con cerca de 100 mil ejemplares.



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