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 sábado, 08 de diciembre de 2007  
Talleres y clases cotidianas de integración para que todos aprendan
Un proyecto de inclusión de niños sordos, sostenido por las docentes
Maestras de la Escuela Nº 1.357 pagan de su bolsillo un profesor de lengua de señas

Micaela Pereyra / La Capital

“Con las señas podemos comunicarnos con Lucas, ahora yo lo puedo entender, antes no le comprendía nada y él a mi tampoco”, resume Caren con sencillez los resultados de la experiencia realizada en la Escuela Nº 1357 Esteban Maradona, que incorporó la lengua de señas a las clases para todos los chicos, sean hipoacúsicos u oyentes. La iniciativa es solventada del bolsillo de las maestras.

Una vez a la semana Omar Safón, un adulto sordo que pertenece al Círculo Social, Cultural y Deportivo de Sordos de Rosario concurre a la escuela de la zona oeste para enseñarles la lengua de señas a Lucas, Ezequiel y Leandro, tres nenes hipoacúsicos. Lo particular es que a estas clases se sumaron también todos los chicos de 5º grado, las mamás de los nenes, las maestras y directoras.

Desde el inicio del proyecto, las autoridades escolares buscaron reconocimiento y apoyo para solventar las clases especiales. Sin embargo, Educación provincial negó la ayuda argumentando que ese cargo era inexistente.

Lejos de achicarse, las docentes siguieron adelante sosteniendo los gastos con plata de sus bolsillos y sin dejar de reclamar un cargo o un padrinazgo que permita continuar con la experiencia.

La decisión de sumar el lenguaje señado a las aulas fue consensuada con toda la comunidad que enseguida se encontró con los beneficios de la comunicación. “Nuestro objetivo es que la integración sea real. Veíamos que los chicos sordos estaban aislados y encontramos este recurso para mejorar la comunicación”, describe Griselda Giai Gischia que conocía el lenguaje y fue la encargada de introducir las primeras letras, palabras y números.

Con las clases del profesor Omar Safón el proceso se aceleró. Hoy chicos y grandes aprenden oraciones y tratan de entender las diferencias gramaticales que existen con el lenguaje oral.

Patricia Mandrussan es la maestra integradora que trabaja con el grupo completo de 5º grado y asiste a los tres chicos hipoacúsicos en contraturno con apoyo escolar, una actividad que en este caso depende de la Escuela Especial para Niños Sordos Nº 2013.

“Los contenidos se complejizaban cada vez más y ellos encontraban dificultades para aprender, para poder transmitir sus vivencias y expectativas, necesitábamos mejorar su comunicación y elevar la calidad de la enseñanza”, dice Patricia.

Durante octubre y noviembre decidieron sumar al profesor Omar Safón a la experiencia informal que venían desarrollando las maestras y crearon el taller de señas que funciona los jueves por la mañana. “Nos pareció imprescindible que esta lengua sea enseñada por un sordo adulto, los niños hipoacúsicos necesitaban ese recurso transmitido por un par y los niños oyentes necesitaban experimentar la comunicación cuando la comunidad sorda era la dominante”, explica Patricia.

“Fue fantástico —agrega— cuando hubo silencio absoluto y el adulto sordo les preguntaba en lengua de señas si habían faltado el martes, y los chicos respondieron igual que los sordos, asintiendo con la cabeza con caras de desconcertados. Era porque no entendían nada, ¡ninguno había faltado el martes!”. Fue ahí cuando los chicos oyentes experimentaron las mismas sensaciones que sus compañeros hipoacúsicos: no comprender y no animarse a decirlo por vergüenza.

“Al principio era raro, estábamos medios asustados porque no entendíamos pero después fue fácil y ahora todos sabemos usar las manos al mismo tiempo que hablamos”, relata un amigo de Ezequiel que además se encarga de contar que Lucas salió segundo en un torneo de ajedrez donde participaban otras escuelas y enumera otros logros de sus tres compañeros.



Un solo gesto

Facundo aclara que los chicos no son sordomudos porque pueden hablar y recuerda los primeros años con Leandro: “No hablaba mucho, estuvo varios años con nosotros, pero él no entendía y no se animaba a decir nada, a veces escribía en el pizarrón, a la señorita también le daba vergüenza decirle que no le entendía”.

Abigail, de 11 años, comenta que ahora todo es distinto, que los tres chicos están más conectados entre ellos y con todo el grupo. “Además a todos nos gustó conocer la lengua de señas, sabemos los números, el abecedario, los meses del año, los días de la semana, algunos verbos y cada vez más palabras que se dicen con un solo gesto”, agrega Aldana.

La vicedirectora Rosa Massat resalta la tarea de las docentes de la Escuela Nº 1357 que realizan esfuerzos de todo tipo para sostener este primer intento de integración de lenguas: “Pusimos la plata para cubrir los gastos del profesor, desarrollamos la experiencia sin ningún tipo de apoyo ministerial y la verdad es que los resultados obtenidos hasta ahora han sido buenísimos, la apertura que han logrado los chicos es impresionante”.

Y sigue: “Revalorizo mucho el compromiso de los docentes comunes que se han involucrado en la tarea y la impulsan cada día”.

La vice reclama el reconocimiento de la labor del profesor de lengua de señas, la incorporación del taller a la currícula y demanda “una capacitación asistida y permanente, para saber qué hacer y cómo para que aprendan realmente. Los docentes están dispuestos pero no tenemos apoyo”.

La escuela de White y Donado trabaja con chicos hipoacúsicos desde hace 8 años aunque esta es la primera experiencia con lengua de señas. Existe un compromiso institucional de avalar la propuesta en el tiempo. “Igual se nos hace muy difícil, después de tres años de peregrinar recién conseguimos los audífonos, los chicos se toman dos colectivos para venir y no tienen ningún tratamiento con fonoaudiólogos”, agrega Patricia.

Lucas, Leandro y Ezequiel presentan distintas realidades sociales y familiares, pero encontraron en la Escuela Nº 1.357 el espacio que en otras instituciones de la ciudad les negaron. Con mucho esfuerzo y voluntad propios, de sus compañeros y docentes, intentan superar las dificultades derivadas de su déficit auditivo. Y lo logran. Ahora Leandro ríe, Lucas aprende y Ezequiel se expresa sólo sin que su hermano haga de intérprete.


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Todos en un mismo aprendizaje. El profesor de señas del Círculo de Sordos, Omar Solís, y el grupo de chicos de 5º grado de la escuela de Donado y White.

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