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 miércoles, 28 de noviembre de 2007  
Tres tiros y cinco puñaladas contra un líder del sindicato de camioneros
Fue en el garaje del ACA a las 6.45 de la mañana. Testigos vieron a dos hombres correr e irse en un taxi. Abel Beroiz es el tesorero del gremio que dirige Hugo Moyano. Todo indica que fue premeditado

Leo Graciarena / La Capital

“Ya está. Lo hicimos. Dale para la esquina y hace señas a un taxi”. Con la adrenalina quemándoles el cuerpo, los dos hombres que ayer dejaron al borde de la muerte al dirigente camionero Abel Beroiz corrían por calle San Juan buscando Sarmiento. Un minuto antes, en el primer subsuelo de la playa de estacionamiento del Automóvil Club Argentino (ACA) en la plaza Montenegro, le habían pegado tres tiros y cinco puñaladas al tesorero de la Federación de Camioneros a nivel nacional, del entorno íntimo del líder cegetista Hugo Moyano. Beroiz, quien es secretario general de los camioneros de la provincia y tiene71 años, fue operado de urgencia en el Hospital Clemente Alvarez, donde quedó internado en terapia intensiva con pronóstico “reservado”.

“Eran como las 6.30. Estaba esperando para entrar a trabajar cuando vi dos tipos que daban muchas vueltas. Andaban por la cortada (Barón de Mauá) y por la salida de autos del ACA por San Juan. Pensé: «estos están por chorearle a alguien». Y me escondí. A los diez minutos los veo salir por la parte del ingreso de autos. Saltaron una baranda y corrieron por San Juan, hacia Sarmiento. Ahí se tomaron un taxi. Uno de los dos, que tenía una camisa blanca con manchas de sangre, tenía un brazo tieso, como si le hubieran puesto un tiro en el hombro”, comentó a La Capital un testigo que pidió no ser identificado.

Referente provincial de uno de los gremios más poderosos del país, Abel Horacio Beroiz es secretario general del Sindicato de Camioneros en Santa Fe desde el año 2000 y tesorero de la Federación que los agrupa a nivel nacional. El ataque que sufrió ayer fue violento en extremo. Tanto sus allegados como fuentes policiales coinciden en descartar un intento de robo frustrado. “Hay algo más”, como explicó ayer Ileana, su hermana. “Hay personas que dicen que estaba amenazado”, comentó la mujer.

Rutina.
Beroiz es un hombre de perfil bajo y a pesar del cargo que ocupa dentro del gremio se movía sin custodia. Oriundo de Venado Tuerto, el ascenso dentro del sindicato de Moyano lo llevó a residir en Capital Federal. Era un hombre rutinario y meticuloso. “Desde hace diez años, cuando venía a Rosario iba siempre al mismo hotel —el Plaza, que está Barón de Mauá 26, casi esquina San Luis— y pedía la misma habitación: la 501, en el quinto piso”, explicó una fuente cercana a la investigación.

El gremialista estuvo el lunes por la tarde en la sede local del gremio, luego cenó con unos amigos y ya entrada la noche dejó estacionado su lujoso Passat azul con vidrios polarizados modelo 97, patente GND 230, que estaba estacionado en el primer subsuelo de la playa del ACA, en el corazón del centro rosarino.

Tres tiros.
Bien temprano, ayer a las 6.40, salió del hotel y con un ataché en su mano caminó por la plaza Montenegro hasta el ingreso al ACA. Abrió la puerta de vidrio lindante con la explanada de ingreso de vehículos, bajó por la escalera un nivel y fue directo hasta la cabina. “¿Socio del ACA?”, le preguntó el empleado. El hombre pagó 14 pesos por la estadía y caminó 15 metros hasta el Passat azul.

“Este fue un hecho premeditado. Cuando abrió la puerta del auto lo sorprendieron y lo atacaron. Le aplicaron cinco puñaladas en el abdomen y tres disparos en el tórax”, explicó un investigador policial.

El análisis de la escena sugiere que Beroiz se vio sorprendido e intentó resistirse. “«Tomátelas, tomátelas». Fue lo que escuché, a los gritos, desde la vereda. Después sonaron los tiros y vi como dos tipos salían a toda carrera por San Juan hacia Sarmiento”, relató uno de los contados testigos que andaban ocasionalmente por la cuadra. Beroiz quedó apoyado en el asiento de su auto, reclinado sobre el cemento de la calle interna en medio de un enorme charco de sangre.

Las llaves del Passat estaban en contacto. La puerta del lado del conductor tenía un importante plomazo. El ataché, el celular y la agenda papel de Beroiz quedaron esparcidas sobre el piso. Al hombre no le faltaba ninguna pertenencia. En el lugar también quedaron algunas ojivas, que serían calibre 32 ó 38, un puñal de unos 20 centímetros de hoja corva —como un puñal árabe— y el reloj de uno de los atacantes.

No me mires.
“Serían las 6.45. Terminaba de estacionar mi auto cuando vi a los muchachos de la cabina que estaban como locos. «Vení, que balearon a un tipo», me dijo uno. El hombre estaba tirado sobre un costado, con las piernas dentro del auto. Lo que me comentó uno de los muchachos que estuvo fue que ellos escucharon una discusión, se asomaron porque desde la cabina la escalera le tapa la visual y se toparon con uno de los chabones. «No me mirés, porque te quemo», les dijo y salió corriendo”, rememoró Ariel, a quien a media mañana todavía le duraba el susto.

“Fueron menos de dos minutos. Escuchamos que alguien gritaba «no, no, no». Y luego cuatro o cinco disparos. Cuando llegamos al auto el hombre ya estaba malherido”. explicó Diego, uno de los empleados del estacionamiento.

Parte médico.
Beroiz estaba anoche grave, con lesiones profundas en duodeno, pulmón, intestino delgado, hígado y colon. Se hallaba en terapia intensiva con respirador artificial y pronóstico reservado.

“El ataque nos sorprendió a todos”, dijo un vocero de su gremio. “En nuestro gremio no hay internas”, sostuvo. Y agregó: “Beroiz se movía sólo porque no tenía necesidad de custodia. Venía a Rosario dos o tres veces por semana para cumplir con sus funciones en el sindicato. No se de donde sacaron que el gremio estaba por comprar el sanatorio Guemes, porque de eso no hay nada”, sostuvo el vocero del gremio.
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El VW Passat 2007 donde fue abordado Beroiz, en la cochera del ACA de plaza Montenegro.

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