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miércoles,
28 de
noviembre de
2007 |
Desempleo, promesas y muy pocas mejoras
Villiers-le-Bel.— “Esperemos que se termine esta guerra. Esto no puede continuar así”, decía un anciano de Villiers-le-Bel, el suburbio parisino que fue escenario de graves disturbios después de que dos adolescentes perdieran la vida tras chocar con su moto contra una patrulla policial. En los suburbios de la capital francesa temen que la muerte de los jóvenes desate enfrentamientos similares a los del otoño (boreal) de 2005, cuando la violencia se prolongó durante tres semanas con un saldo de 10.000 autos incendiados.
Tras aquellos sucesos, la miseria de muchos barrios se convirtió en uno de los temas favoritos de los políticos: se hicieron promesas, se decidieron planes y se fundaron fondos, pero dos años después la situación apenas mejoró en los suburbios más desfavorecidos, habitados por inmigrantes que, aunque con frecuencia cuentan con pasaporte francés, se siguen sintiendo “ciudadanos de segunda”.
“En los últimos dos años nada ha cambiado”, comenta una joven negra que prefiere el anonimato. “Aquí sigue habiendo mucho desempleo, incluso para los que tienen una buena formación”, asegura.
Después de la segunda noche de violencia que culminó con decenas de policías heridos, varios alcaldes protestaron contra la política sin resultados de los suburbios. “La situación empeoró: el desempleo, la violencia y la miseria social”, remarcaron. También criticaron los previstos recortes de un fondo de solidaridad. “Cuanto más se retire el Estado, más se fortalecerá la formación de guetos en los suburbios”, consideraron los alcaldes en un escrito publicado por el diario Le Monde.
Un barrio cuidado. Villiers-le-Bel no es ningún asentamiento abandonado: hay bloques de viviendas, pero también casas unifamiliares, una biblioteca, un parque y un centro comercial con nuevos bancos metálicos. Muchos habitantes del barrio proceden del Africa negra o del Magreb, como los jóvenes que murieron en el accidente del domingo. Uno era “black” (negro) y el otro “rebeu” (árabe), explica un joven que los conocía. Uno de ellos hizo una formación como panadero y la familia del segundo llevaba ya más de 30 años en Francia.
Normalmente la relación de muchos grupos de diversa procedencia es buena, comenta una mujer de origen armenio, mientras mira a distancia la biblioteca que los jóvenes incendiaron. “Qué vergüenza, sólo provocan problemas, lo mejor sería devolverlos a los lugares de los que proceden”, afirmó amargamente.
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