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domingo,
18 de
noviembre de
2007 |
El nuevo gabinete
La presidenta electa, Cristina Fernández de Kirchner, ratificó en los hechos la lectura pública que había hecho del resultado de las elecciones. Sostuvo, cuando aún las mieles de la victoria endulzaban los oídos del gobierno, que los argentinos habían plebiscitado la gestión del presidente Kirchner. Por eso, desde el 10 de diciembre, su mandato estará impregnado por el fuerte dictamen de la continuidad política.
La gran incógnita era saber si la presidenta iba a optar por dejar en el camino a Alberto Fernández o Julio De Vido, dos de los funcionarios con más poder en estos cuatro años y protagonistas de una guerra de guerrillas cotidianas, en ocasiones soterrada y en otras más evidente.
No fue así. Decidió que los dos sigan en sus cargos; Cristina está mucho más conforme con Fernández, pero De Vido es un hombre de extrema cercanía con Kirchner. Afuera se quedó el ministro de Salud, Ginés González García. Y no solamente porque será legislador sino también porque en su lugar desembarcó Graciela Ocaña, con quien ha tenido más cortocircuitos que coincidencias. El nuevo-viejo gabinete ya está definido. Cristina deberá ahora encontrar mecanismos para que su gobierno no repita falencias que ha mostrado el actual. El resguardo de las instituciones, la pérdida de credibilidad del Indec, la seguridad de sus habitantes, la previsibilidad jurídica, por citar algunos, deben ser objetivos prioritarios. Obviamente deberá mantener y profundizar aquellas políticas que han distinguido a Kirchner y que han contribuido a forjar su categórica victoria electoral. Ya llega el tiempo de Cristina, pero aún no ha pasado el de Kirchner.
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