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 domingo, 18 de noviembre de 2007  
Cristina es Kirchner

Por Mauricio Maronna
El oficialismo hizo campaña con un eslogan que recorrió la Argentina de punta a punta: “El cambio recién empieza”. Los nombres designados por la presidenta electa, Cristina Fernández, para actuar como primera línea de fuego demuestran todo lo contrario: la continuidad es el dato saliente.

   Aunque los medios se entretengan y posen la lupa sobre la continuidad o no del polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno, los nombres anunciados por Alberto Fernández ratifican una idea que serpenteaba por la cabeza del poder. Cristina al gobierno, Kirchner al poder, parece constituir la fórmula para encarar cuatro años en los que, a priori, las diferencias serán de matices, de estilos, pero no afectarán el numen que, con éxito, debe decirse, ha consolidado el jefe del Estado.

   Fernández, pese a sus evidentes huellas de cansancio tras haber tenido un rol protagónico y casi excluyente a la hora de encarnar la delegación de funciones, seguirá siendo un hombre clave en la estructura piramidal del Estado. Conoce los recovecos del decir y hacer de Kirchner & Kirchner y se ha consolidado como un filtro eficiente a la hora de abrir las puertas de los despachos de la Casa Rosada.

El premio de Aníbal. El inefable Aníbal Fernández, pese al desastroso operativo electoral que concluyó mucho más allá del 18 de octubre, fue premiado con Justicia y Seguridad, un área que se había disuelto tras la partida de Gustavo Beliz y que ahora vuelve a tener vigencia.

   En un gobierno que vive y goza con la campaña permanente, Fernández es una pieza que no debe faltar a la hora de defender políticas y, fundamentalmente, marcarles la cancha a los opositores. La seguridad pública (también muy cuestionada) no tendrá nuevos formateos, pero sí se le otorga estatus ministerial al tema de los derechos humanos, clave a la hora de diferenciarse de gobiernos pasados que hace la actual administración.

   Los ríos de tinta que se escribieron sobre Julio De Vido, el ministro más sospechado de la era K, es una manera que utilizan los Kirchner de redoblar la apuesta y otra comprobación (por si faltara alguna más) del peso específico que tendrá el actual presidente en el futuro mandato de su esposa.

   La permanencia de Nilda Garré en Defensa es un mensaje directo al corazón de las Fuerzas Armadas: el gobierno no arriará ninguna bandera en su política de revisión del pasado.

   En Cancillería, enclave crítico a partir de los problemas irresolutos con Uruguay, de la falta de inserción con el mundo y de la necesidad extraordinaria de atraer inversiones, seguirá Jorge Taiana, un funcionario de extremo bajo perfil y muy poco propenso a enredarse en las disputas verbales en las que sí se enfrascó el presidente de la Nación. El actual ministro de Relaciones Exteriores deberá trajinar la cancha con mucha más velocidad teniendo en cuenta que la actual senadora nacional por Buenos Aires pretende insertar la marca Argentina en los países centrales.

   Otra de las nuevas caras será Florencio Randazzo, quien encabezará el Ministerio del Interior. Antes de hacerse cargo de la cartera, Randazzo recibió expresas indicaciones de marcarle la cancha a la oposición y de continuar la línea de campaña permanente que llevó adelante casi a la perfección Aníbal Fernández.

Demoliendo a Lilita. El día después de su designación se embanderó con la cruzada anti-Carrió, un plan demoledor del Ejecutivo para lacerar lo más pronto posible a Lilita, quien sorprendió por su ingenuidad el mismo día de los comicios al ratificar que no sería nunca más candidata a presidenta. La reacción contraria que provino de los electores de la chaqueña la obligó a morigerar sus dichos, pero quedó con el boleto picado, algo que la formidable máquina político-mediática del kirchnerismo nacional no iba a dejar pasar.

   “Lilita, hiciste una elección formidable... No podés decir que nunca vas a volver”, le suplicó el 28 de octubre a la noche un dirigente de la Coalición Cívica con raigambre santafesina. “Mirá, querido: si quieren que sea candidata me van a buscar al mar en carroza y me llevan directamente a la Casa Rosada”, respondió la indómita dirigente.

   Carrió no se guardó nada contra el futuro gabinete. Dijo que los sospechados de corrupción se mantenían en las primeras líneas y despertó a las células dormidas de Balcarce 50, que no ahorraron adjetivos (des) calificativos hacia la ex postulante presidencial, al punto de preguntarse cómo hacía para “tomarse vacaciones cuatro veces al año en Punta del Este” y poner en duda el patrimonio real de la ex diputada. Randazzo se dio, además, su baño de ministro aún sin cartera y alineó a Mauricio Macri como blanco.

   Si alguien es un ejemplo de transparencia y austeridad, esa es Carrió: uno de los pocos lunares en la luna dirigencial que ha perdido dinero desde que ingresó a la política. Pero, se sabe, el kirchnerismo es como un guerrero que no detiene jamás su marcha y aprovecha cualquier fisura opositora para descargar la tormenta. Los compañeros de ruta de Carrió tuvieron que explicar por medio de un comunicado que ellos contribuían con parte de su dieta a mantener el nivel de vida de la líder de la Coalición Cívica, en una explicación que le otorga entidad a esa cita campera que obliga a no aclarar demasiado porque, al fin, oscurece.

   “A esta altura, el problema ya no es el gobierno. El problema somos nosotros, los opositores. Kirchner sabe que no podrá volver en el 2011 por más bien que le vaya a Cristina; la sociedad no se banca más estas jugarretas. Lo que él quiere es ser el alma mater de los próximos 8 años, digitar a los futuros candidatos oficialistas. Carrió no tiene vocación de estar todo el tiempo proponiendo alternativas y a Macri no le gusta la política. Si Mauricio no cambia, el poder central le hará ingobernable la ciudad de Buenos Aires”, razonó ante La Capital un dirigente que juega en las grandes ligas de la política nacional.

La gran sociedad. Mientras los medios se entretienen con la continuidad del sheriff Guillermo Moreno, Kirchner ha ratificado quién es el que manda y quién es el mandado. Al fin, tanto el presidente como su esposa funcionan como una aceitada sociedad política desde hace tiempo, y si Cristina quisiese romperla le resultaría imposible por la cerrazón peronista a aceptar conducciones bicéfalas. Y si no, que lo expliquen Menem y Duhalde, cuyas peleas terminaron con ambos en el desquicio.

   La presidenta electa mostrará a Lousteau, Graciela Ocaña, Randazzo, Juan Carlos Tedesco (Educación) y Lino Barañao (Ciencia) como “la renovación del cambio”, en un juego de palabras que tendrá escasa correspondencia con la realidad. Los ministerios estratégicos (donde se definen las políticas y se administra la caja) están en manos de los Fernández y De Vido. Por lo tanto, y más allá de las lógicas diferencias de matices, los maquillajes y las puestas en escena: Cristina es Kirchner.

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