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 domingo, 18 de noviembre de 2007  
La sexualidad no se apaga con la edad

Si ya resulta difícil que un hijo acepte que sus padres son seres sexuados, mucho más improbable es que lo admitan en sus abuelos. En la cultura la sexualidad ha sido asociada a la juventud. Y pasada la época en que las hormonas fluyen más vigorosamente, cierto imaginario popular supone que los adultos mayores entierran su vida erótica. Y hasta aquí, el prejuicio. Que la actividad de las hormonas y el rendimiento físico tienden a decrecer con la edad es cierto, pero, ¿por qué debería desaparecer la sexualidad?

   “No es indispensable ser joven para vivir la vida y gozar de ella. Basta con mantener activo el deseo, no importan los años que se tengan”, sostiene Leopoldo Salvarezza, psicoanalista y psiquiatra, especializado en psicogerontología.

   En el libro “El amor a los 70”, su autora, Silvia C. Fairman, sostiene que en la vejez se mantienen intactos el deseo y las fantasías. “El deseo es el que impulsa el hacer, imprimiéndole una dirección. Es lo que conduce en la búsqueda de lo que queremos. Deseo y fantasía no desaparecen, sino que se mantienen como fuentes de placer, comunicación y amor”, dice en el libro.

   Todo ser humano nace con una sexualidad que se determinará entre la infancia y la adolescencia y luego lo acompañará durante el resto de la vida.

“Desde lo inconsciente existe una negación casi universal de la sexualidad de los propios padres que se desplaza defensivamente a todas las personas mayores; es decir que se reeditan conflictos infantiles inconscientes en relación a los padres y se sostienen al mismo tiempo concepciones ideológicas impuestas por la cultura dominante, sin reconocer ni aceptar la necesidad de la sexualidad en la tercera edad”, explica la licenciada Claudia Karabaic.



Cantidad y calidad

Claro que nadie espera la potencia sexual de los 20. “En la juventud se suele vivir con gran intensidad el aspecto genital de la pulsión sexual ya que los jóvenes tienden a realizar una evaluación cuantitativa de su rendimiento sexual —aclara la doctora Victoria García Rivas, médica psiquiatra y psicoanalista—. En la sexualidad de los adultos mayores, en cambio, suele haber una mayor valoración de los derivados de la pulsión sexual, como la ternura, la sensualidad, la amistad, hecho que permitirá una evaluación cualitativa”.

Fairman sostiene en su libro que a pesar de los cambios fisiológicos la búsqueda del placer no merma. “La pareja añosa hace el amor con menos frecuencia y demora más tiempo que antes, pero lo disfruta tanto o más —asegura— porque ya conoce lo que le gusta y lo que no, así cómo lograr el placer llegando o no a la culminación del acto sexual”.

Aunque se sabe que la sexualidad no sólo pasa por la genitalidad, los estudios realizados en Estados Unidos por Kinsey y por Masters y Johnson demostraron que el 50% de los mayores de 75 años son sexualmente activos.

En ese sentido Fairman afirma que “las causas patológicas que pueden llevar hasta la impotencia sexual al adulto mayor, además de los problemas físicos, son la inhibición cultural y el hecho de que ellos mismos consideren ridícula esta actividad a su edad. Pueden tener miedo e incluso inhibirse para satisfacer a su pareja”.



Juventud eterna

“Los genitales internos y externos lentifican la tensión sexual pero no la anulan —justifica la licenciada Karabaic—. Pero la sexualidad no sólo es genitalidad y potencia, sino que es deseo, amor, encuentro con el otro en lo más íntimo, el arribo a las fantasías presentes desde el nacimiento que jamás se interrumpen, aunque pueden reprimirse individualmente o culturalmente produciendo graves perturbaciones psicológicas”. Aquél que no necesite amor, intimidad, caricias, abrazos, besos... que arroje la primera piedra.

   Ya en los ‘60 Simone de Beauvoir daba cuenta de que “si los viejos manifiestan los mismos deseos, los mismos sentimientos, las mismas reivindicaciones que los jóvenes, causan escándalo: el amor y los celos parecen odiosos o ridículos y la sexualidad, repugnante”.

En el libro de Fairman se incluye una frase del sexólogo uruguayo Flores Colombino que dice que “antes se consideraba al anciano como un condenado a vivir en miseria erótica, en castidad geriátrica, en castración senil, sólo apto para cumplir funciones de abuelo”.

Pero por suerte muchos adultos mayores ya no esconden el amor y la sexualidad. Elvira tiene 66 años y muchos planes.

“Me enamoré por primera vez a los 18 y ahora, a los 66. Y creo que esta vez me agarró más fuerte porque cuando una es chica se deslumbra, tiene la juventud, lo tiene todo y quiere llevarse el mundo por delante. Ahora es otra cosa, porque yo quería que un hombre me tome de la mano, que me abrace, que me bese y que no le importen mis canas”, relata complacida.



Patricia Manes
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