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sábado,
10 de
noviembre de
2007 |
Cómo serán los cambios en 2008
Rasino asegura que estudiarán caso por caso la aplicación de la ley nacional
“Nuestra idea es que los chicos tienen que comer en la casa, y eso es mucho más que no coman en la escuela”, dice Rasino para poner en debate hasta qué punto hoy los comedores escolares funcionan como factores de retención. Antes hablará de la necesidad de un trabajo en red para recuperar a los chicos y jóvenes que no están escolarizados.
—¿Qué plan tiene para recuperar los chicos que no están en la escuela?
—Mágicamente no se puede resolver nada porque esto no es algo que ha aparecido mágicamente. Son décadas en que se han destruido minuciosamente el aparato productivo y los vínculos que hacen a la contención del hogar. En principio, queremos trabajar sobre la población de vulnerabilidad social con un servicio de orientación social, con un trabajo muy específico en la recuperación del núcleo, de las responsabilidades y de los hábitos. Es un trabajo conjunto con lo que hay instalado, aunque somos concientes que lo instalado no alcanza, porque hay situaciones de desgranamiento que ya son crónicas. Es muy difícil que un niño o joven recupere la escolaridad por simple voluntad del adulto, y menos de una escuela de la que se ha sentido expulsado o no contenido.
—¿Cuál es entonces la salida conveniente?
—Tienen que haber procesos intermedios que son los que estamos diseñando con el gabinete social. Se trata de centros que brinden espacios de aprendizajes alternativos y lugares de encuentro, de establecimientos de otros tipos de vínculos, que vayan gradualmente habilitando para el ingreso a la escuela o para el aprendizaje de otros saberes que puedan ser además acreditables. Son propuestas que trabajamos con el futuro Ministerio de Cultura, conocidas como “fábricas culturales” y relacionadas con el aprendizaje de oficios no siempre tradicionales: desde la luthería se puede estudiar historia, música y carpintería; y desde el deporte, anatomía, química o física.
—Una de las discusiones que se reaviva con cada gestión que llega es el tema de los comedores escolares. Aún no se logró que su manejo no sea tarea de los docentes. ¿Qué estrategia tienen sobre esta cuestión?
—Nuestra idea es que los chicos tienen que comer en la casa, y eso es mucho más que no coman en la escuela. Para el Ministerio de Educación, para los chicos y docentes es un alivio sobre la carga pedagógica y sobre la dinámica propia de la escuela porque se recuperaría una dinámica de “normalidad”. Eso implica, primero, que ese niño no deje de asistir a la escuela, si es que todavía hoy el comedor es factor de retención escolar, es decir analizar si el hecho de no tener el comedor es un factor de deserción o de desgranamiento. La otra cuestión tiene que ver con recomponer la “normalidad” en la sociedad, los vínculos y los roles al interior de la familia y está enlazado con el programa social y con la propuesta de los orientadores sociales. Es un trabajo muy arduo.
—Y es a largo plazo...
—No es tan a largo plazo, más bien tiene que ver con la capacidad operativa, el presupuesto del que podamos disponer y con la actitud con la que nos encontremos en el personal que hoy existe en la planta provincial que compondrían estos equipos. Buscamos trabajar con cada familia, incluyéndola en distintos programas de salud, de educación, de sociabilización. Esto no lo inventamos nosotros, se hace en muchos lugares del mundo. Por ejemplo, a Chile les permitió bajar la pobreza en dos años del 39 al 19 % aproximadamente. Claro que el tema de la desigualdad no se resuelve con programas sociales sino con políticas macroeconómicas.
Para el ciclo que viene
—¿Qué pasa con los chicos que el año que viene van a enfrentar los cambios de una nueva ley de educación?
—No tenemos todavía un informe de situación de parte del actual Ministerio, esperamos tenerlo lo antes posible. De todas maneras, el tiempo de aquí a marzo lo emplearemos en compenetrarnos de cada realidad, y ver cómo este proceso se hace de manera progresiva y lo menos traumático posible.
—El temor en las escuelas y en los padres está en seguir ese modelo de fragmentación conocido, que ubica un año de un mismo ciclo o nivel en una escuela y otro curso en otra.
—En realidad la nueva ley de educación nacional lo que plantea es reparar esa fragmentación con una primaria de 7 años y una secundaria de 5 (o 6 en las técnicas). Volver a esa normalidad no debería ser tan problemático haciendo los ajustes de infraestructura correspondientes. Después habrá que ver la cuestión curricular, donde ya estamos trabajando, porque es donde también hubo un daño muy fuerte. Tendremos que ir haciendo el proceso, siempre garantizando que nadie pierda ninguna fuente de trabajo y acompañando con la capacitación necesaria.
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