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 miércoles, 17 de octubre de 2007  
Tipifican dos comportamientos que llevan a la infertilidad
Un equipo de médicos rosarinos estudió la relación entre la psiquis y el organismo

Florencia O’Keeffe-Sandra Cicaré / La Capital

Mucho se ha estudiado e indagado acerca de la multiplicidad de causas que pueden incidir en la dificultad de lograr un embarazo. Ahora, un grupo de profesionales rosarinos ofrece una nueva mirada con el objetivo de arrimar soluciones a los hombres y mujeres que no pueden tener un hijo. A partir de un trabajo realizado por el Centro de Investigación de la Concepción y el Embarazo (Cicoe) se establecieron dos escenarios diferentes por los que atraviesan las mujeres con problemas de fertilidad. Este descubrimiento permite a los médicos indagar sobre las verdaderas causas del problema y ofrecer nuevas soluciones, apoyándose en la interdependencia entre lo psíquico y lo somático.

   La investigación realizada con parejas diagnosticadas como estériles sin causa aparente permitió encontrar las causas de ese impedimento y lograr resultados satisfactorios, no sólo en la cantidad de embarazos sino también en cambios subjetivos producidos en la mujer y en la pareja.

   Estos dos comportamientos de mujeres que los especialistas pudieron tipificar se pueden encontrar tanto en mujeres que sufren somatizaciones como en aquellas en las que no existe una causa comprobada de infertilidad. “Hoy podemos decir con claridad que la fertilidad humana está atravesada por los avatares de la vida, quedando afectada de manera inexorable”, señaló el psicoanalista Diógenes Taboada, integrante del Cicoe.

   A partir del reconocimiento del impacto que lo anímico tiene en lo físico, los especialistas distinguieron dos tipos de comportamiento: en el primero, la mujer quiere un hijo y no lo puede tener. Su impaciencia la domina. Siente además que ha sido privada de ese hijo y que por lo tanto quedó excluida del “privilegio” que tienen otras. Como consecuencia de ello comienza a retraerse y a pasar por estados que no puede controlar, como por ejemplo, ira y envidia.

   “En este caso —explica el psicoanalista— la mujer quiere un hijo pero no lo puede desear, apareciendo como única referencia la apetencia, expresada en la necesidad imperiosa de tener ese hijo”. Cuando se da esta situación, el acto sexual fecundante no se produce: “La fuerza motriz que debería impulsar el deseo para que la fecundación se produzca queda a la deriva, entonces, no es raro que aparezcan reacciones orgánicas como por ejemplo pólipos endometriales, endometriosis, amenorreas, moco cervical hostil o ausente”, agrega Taboada.

  El segundo tipo de comportamiento es aquel en el que la mujer desea un hijo pero paradójicamente aparece una fuerza contraria que impide que dicho deseo continúe su trayecto y llegue a concretarse en una concepción. A veces son mujeres que tienen registro de una cierta inquietud que las paraliza. Como consecuencia, se produce una caída o desactivación de la potencia de la función reproductora a causa de una inhibición neuro-hormonal que imposibilita el embarazo.

   “La aparición de esta fuerza contraria al deseo surge como una defensa para evitar el embarazo porque, para estas mujeres, el hecho de que su deseo se concrete puede implicar un riesgo de derrumbe anímico o físico. Esta contradicción generalmente inconsciente impide que la mujer se embarace”, dice el profesional.

   El grupo, integrado además por el obstetra Hugo Páez y el ginecólogo especialista en fertilidad Miguel Marún, afirma que la investigación permitió confirmar la íntima relación que existe entre lo psíquico y lo físico: “Tomando los últimos descubrimientos de la neurobiología y la endocrinología reproductiva vinculados a la plasticidad neuronal pudimos corroborar la estrecha relación entre las experiencias psíquicas, su registro neuronal y la respuesta endocrina. Gracias a esto hallamos nuevas formas de tratamiento”.
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Los cambios socioculturales colocan hoy a la mujer frente a la contradicción entre ser madre y no frenar su desarrollo profesional. Esto lleva a que el acto sexual fecundante no se produzca.

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