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domingo,
23 de
septiembre de
2007 |
Un poeta en el Pago de los Arroyos
Eduardo D'Anna
Rosario no tuvo fundación institucional. Esta carencia es el primer rasgo significativo de su particularidad. En efecto, las ciudades fundadas por los conquistadores españoles en el siglo XVI establecían principalmente por ese acto los rudimentos de aparatos superestructurales básicos, incluído el gobierno municipal del nuevo poblado. Después y a partir de ellos, la ciudad podía ir afirmando una mayor personalidad cultural, que en el plano que nos atañe tenía como punto máximo la erección de una universidad. Sólo esta última podía darle a un núcleo urbano americano cierta producción propia en el campo del pensamiento y de la literatura.
Contrariamente, el territorio donde hoy se asienta la ciudad de Rosario, que fue cedido por merced real a particulares en el siglo XVII, se fue poblando espontáneamente, hasta que se producen las primeras manifestaciones urbanas. En 1731 ya hay una capilla y se abre el libro de bautismos con el primer nacimiento. Pronto habrá también una pulpería, y en 1757, un propietario de terrenos dona parte de ellos a la Iglesia para dar estabilidad legal al emplazamiento religioso; y fracciona la propiedad permitiendo el asentamiento definitivo de vecinos.
Al comenzar el siglo XIX, con una población de unos 400 habitantes en torno a la plaza formada frente a la capilla y los trazados rudimentarios de las calles céntricas actuales; Rosario no posee, sin embargo, más que instituciones rudimentarias: el cura, el alcalde de hermandad, el maestro de escuela primaria, todos nombrados por el cabildo santafesino.
No debe concluirse de lo modesto del marco que se careciera de toda actividad intelectual. Lugar de nacimiento de Vicente Anastasio de Echevarría y con el presbítero Julián José Navarro de cura de la capilla desde 1808, cabe suponer que en Rosario por aquel tiempo existían personas lo bastante versadas en la problemática política y jurídica que se ventilaría dramáticamente después en la Gesta Emancipadora, y que ella se hubiera tratado en tertulias o sermones.
El hecho cultural más relevante ocurrió el 19 de septiembre de 1801. Ese día se dio a conocer en “El Telégrafo Mercantil” de la ciudad de Buenos Aires —Rosario careció de imprenta hasta 1852—, unas “Décimas” escritas por Pedro Tuella, vecino del poblado. Se trata, así, de la primera pieza literaria rosarina.
(fragmento de “Capital de nada”)
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