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 domingo, 16 de septiembre de 2007  
[perspectivas] - proyecciones del triunfo del Frente Progresista
Ante un cambio histórico
Los resultados de las elecciones del 2 de setiembre sacudieron el mapa político. Un suceso que puede analizarse a la luz del pasado del Partido Socialista y de la reunificación en 2002

Ricardo Falcón

Los resultados de las elecciones santafesinas del 2 de setiembre han dado lugar en la prensa nacional y local a una serie de interpretaciones, algunas muy relevantes, pero que en general se circunscriben a análisis de coyuntura. Por lo tanto, parece conveniente intentar una contribución desde el ángulo de la historia, tanto de la relativamente lejana como de la más reciente.

En primer lugar, es necesario recordar que el perfil del Partido Socialista quedó básicamente conformado en el curso de sus tres primeros congresos: los de 1896, 1898 y 1900. De ese conjunto de definiciones, hay dos que parecen pertinentes al interpretar su participación en los hechos recientes. La primera, es que se presentaba como un partido moderno, es decir, orgánico y programático. Y por lo tanto, se estructuraba democráticamente de abajo hacia arriba a través de una serie de instancias orgánicas, residiendo la soberanía partidaria en el congreso, y se dotaba de un programa preciso de reinvidicaciones sociales y republicanas, que tendía a representar lo que se denominaba el “pueblo trabajador”; que no servía únicamente para los días de comicio sino que era objeto de agitación cotidiana. En esto se diferenciaba de otras organizaciones políticas de tipo movimientista, estructuradas en torno a un líder carismático, con cierta laxitud programática que reflejaba su heterogeneidad social y una clara vocación de poder hegemónico.

La segunda es, en consecuencia, que no pretendía representar políticamente al conjunto del pueblo o de la nación y por lo tanto tempranamente revelaba una voluntad de alianzas con otros partidos, lo que lo alejaba de toda tentación de hegemonía. En sus momentos constitutivos el PS dirigió sus propuestas hacia el radicalismo, que entonces las ignoraba enfundado en el principio de la intransigencia. En los años 30 y 40 integró tres coaliciones, dos anticonservadoras y una antiperonista. En el enfrentamiento con el peronismo perdió todas sus posiciones legislativas, una porción importante del movimiento obrero que dirigía y una cuota de sus militantes, encolumnado tras la opción de “democracia o fascismo”. No obstante, no fue esa colisión la que provocó su crisis histórica de 1958, sino la actitud ante la proscripción del peronismo, que lo escindió entre el Partido Socialista Democrático (PSD), que la avalaba, y el Partido Socialista Argentino (PSA), que la rechazaba. Mientras el primero se abroquelaba en una postura liberal, “gorila”, el segundo sería alcanzado por el impacto de las revoluciones china y cubana y entraría en un proceso de sucesivas divisiones. Así, se produjo la diáspora socialista.

En 2002 se reunificaron los dos principales partidos socialistas que subsistían: el PSD y el Partido Socialista Popular (PSP). El primero, en los años 80, se fue desprendiendo de la mayoría de los dirigentes que se habían instalado en la división de 1958 y comenzó a ser poblado por militantes que venían de la dispersión del PSA y de otras experiencias socialistas. Por su parte el PSP tenía su plaza fuerte en Rosario. Surgido de una unión entre militantes de organizaciones universitarias o políticas locales, a las cuales no era ajena la prédica de Guillermo Estévez Boero, el PSP se dio en los años 80 una estrategia de penetración barrial, que combinada con participación electoral culminó con su obtención de la municipalidad de esa ciudad, en la cual realizó una gestión que le permitió no sólo proyectarse hacia el ámbito provincial sino también ser el eje de articulación del Frente Progresista.

En algún sentido, la reunificación socialista de 2002 es uno de los resultados de la crisis de 2001, al igual que el fortalecimiento del ARI, la actuación de la fracción frentista de la UCR en Santa Fe y el surgimiento a nivel nacional de la corriente kirchnerista en el seno del peronismo. Más inmediatamente, el triunfo del Frente Progresista en Santa Fe, aparece también como producto de las dificultades que desde las elecciones constituyentes de Misiones ha enfrentado el proyecto hegemónico del presidente Kirchner.

Sin duda, la reunificación socialista de 2002 dio mayor consistencia en el plano nacional a esa corriente y a la vez fortaleció la estrategia frentista en Santa Fe. Esa unificación fue posible, no obstante la presencia de divergencias tácticas y coyunturales, por la existencia de una tradición común que convertía al socialismo en una identidad política histórica. Además, aunque no determinante, no fue menor el hecho de que desde los años 80 algunos intelectuales se hayan aproximado o incorporado a las filas socialistas. Lo mismo vale para el conjunto del Frente Progresista en Santa Fe. Ciertamente, la nueva proyección del socialismo y el triunfo santafesino de la estrategia frentista en Santa Fe marcan un límite a la profundidad de la muy mentada crisis de los partidos, en la medida que ofrecen un incipiente nuevo modo de articulación de la representación política.

En el caso concreto del socialismo, la unificación del 2002 dejó pendientes algunas discusiones, como la de la valoración del peronismo como fenómeno social, que había estado en el centro de la escisión de 1958. Sin embargo, este debate se retoma paradójicamente en momentos de una profunda transformación de ese movimiento, que aunque con signos relativamente distintos había sido impulsada por Menem primero y por el actual presidente después. Por otra parte, una de las manifestaciones de su tradición histórica como partido es que los liderazgos se forjan tanto por la imagen exterior de sus dirigentes como por la correlación de fuerzas en el interior del partido. No hay líderes anteriores, exteriores o por encima del movimiento, como fueron los célebres casos de Yrigoyen y Perón o los menos trascendentes, actuales, de Lilita y Cristina. El caso más evidente fue el de Juan B. Justo, indudable promotor del Partido Socialista, que perdió sus principales mociones en el congreso de 1896, no integró los organismos dirigentes y tuvo que esperar para ejercer un liderazgo orgánico y no sólo moral.

En todo caso, el PS enfrenta hoy una triple tarea: desarrollar adecuadamente su gestión gubernamental en Santa Fe y conservar la integridad del Frente; consolidar una dimensión nacional que lo aleje de los riesgos del provincialismo e intentar mantener en el punto máximo posible su unidad y cohesión partidaria.



   Ricardo Falcón es historiador.


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El mentor. Binner, el dia de su elección como gobernador, con el retrato de Guillermo Estévez Boero.

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