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 domingo, 16 de septiembre de 2007  
[Nota de tapa] - después del temblor
Un pueblo que renace de las ruinas
El 15 de agosto un terremoto destruyó la ciudad de Pisco en Perú. Sus habitantes inician la reconstrucción

Rodolfo Montes (texto) - Damián Neudstadt (fotos)

A un mes del terremoto que la devastó, la ciudad de Pisco, en Perú, vuelve a caminar, lenta, entre los escombros. Mientras tanto, le llueven promesas de grandiosas reconstrucciones por más de 450 millones de dólares. Si Pisco hubiese contado con construcciones antisísmicas y servicios sanitarios eficientes, la maldición de la naturaleza no habría provocado más de 500 muertos y el triple de heridos.

En Pisco, la conmoción y el dolor le van dando lugar a las historias épicas, individuales, familiares. Como la de Marcos, un padre de familia que se aferró a un serrucho, casi su único instrumento constructivo a mano. “Trabajo para rehacerme la casa”, explica.

En la Plaza de Armas de Pisco, el monumento principal es al general San Martín. El monumento sobrevivió al terremoto.

Tres semanas después de la catástrofe, y al cumplirse el 187º aniversario del desembarco en esas playas de la expedición libertadora que logró la independencia del Perú, el primer ministro Jorge Del Castillo encabezó un acto oficial en la plaza local, a metros de un San Martín guerrero montado en su caballo, y dijo: “El Gobierno ha tomado la decisión de reconstruir Pisco y será una ciudad modelo con nuevo sistema de agua potable y alcantarillado, con fibra óptica, con conexiones de gas natural que incluirá a los domicilios, con nuevas plantas de procesamiento que darán trabajo, un aeropuerto moderno y un puerto con la mejor tecnología”. La promesa fue dicha entre los escombros, sobre el dolor incalculable de un pueblo malherido.

A Pisco llegó, y continúa arribando, mucha ayuda internacional. Y también planes del gobierno para organizar la reconstrucción, y dar trabajo, y salarios. Pero en Pisco, desde ya, no todo es paz ni armonía. La destrucción no sólo ha sido material: también ciertos lazos sociales y solidarios parecen, al menos, en tensión.

El terremoto destruyó el edificio emblema de este pueblo: la iglesia. Aquella tarde del miércoles 15 de agosto murieron unas 180 personas dentro del edificio más bello de la ciudad, pero el padre Alonso Benade, de 87 años, se salvó. Pertenece a la Orden de los Vicentinos y proviene de una familia de campesinos de Pamplona, España. “Ahora más que nunca mi familia son los fieles pisqueños”, cuenta.

Cuando todo se empezó a venir abajo, Alonso Benade estaba dentro de la iglesia. Intentó colocarse bajo un portal, pero un bloque de escombros lo golpeó en el abdomen y lo tiró hacia atrás. Y ocurrió el milagro, porque instantes después se derrumbó todo el sector donde el cura había intentado guarecerse. “Me salvó mi bendita barriga”, recuerda Benade y muestra las marcas en su cuerpo, todavía visibles.

“Hay que escuchar a la ciencia. Las leyes naturales son implacables, hay que escucharlas, no hay que desconocerlas. No fue un castigo de Dios. Hay que escuchar a la ciencia cómo escuchamos a Dios”, dice Benade, quizás en alusión al hecho de que Pisco es una ciudad construida sobre una falla geológica.

Julio Favre es director del Fondo de la Reconstrucción del Sur, un organismo estatal peruano creado a fines de agosto. Anuncia que “la nueva Pisco se hará en la misma zona donde se ubica la actual, en donde se continúa con la demolición de decenas y decenas de casas que quedaron inservibles, sobre todo en el centro de la ciudad. No vemos mayor problema en construir en el mismo lugar, si se hacen bien las construcciones”.

Pero el cura opina lo contrario: “Al futuro lo veo muy complejo, complicado, habría que pensar si convendría rehacer Pisco aquí, yo pienso que no”. De unos 50 mil habitantes, de la ciudad emigraron unos 10 mil.

El estado peruano promete a los damnificados un bono de un poco menos de dos mil dólares, al que se sumará otro de tres mil 800 dólares que entregaría el Ministerio de Vivienda. Pero por ahora, las obras avanzan con una paso lento. La reconstrucción es una ilusión entre las ruinas de una ciudad que fue.


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En la plaza de Armas. El sismo afectó al conjunto de la ciudad y dejó unos 500 muertos.

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