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 domingo, 16 de septiembre de 2007  
La carne de elefante, una nueva delicatessen de Africa
Antes era perseguido por el marfil, pero ahora integra la dieta de varios pueblos

Chris Tomlinsom / AP

Los mercados de la República Centroafricana ofrecen todas las delicias gastronómicas de la selva, incluyendo mono, chimpancé, antílope y, si el comprador tiene el dinero suficiente, hasta elefante.

   Los cazadores matan a los paquidermos y les cortan los colmillos para llevarse el marfil. Después, sobre parrillas con fuego alimentado a leña, cocinan la carne durante un día calcinando el exterior para preservarla durante el viaje hasta la ciudad. La carne de elefante es considerada una delicia y hay cada vez más pedidos.

   La mayoría supone que la demanda internacional de marfil es la mayor amenaza para estos animales. Pero los elefantes del bosque —quizás los más amenazados en el mundo— son cazados no sólo por sus colmillos sino también por su carne.

   “Son cazados mucho más que los del este y el sur del Africa”, dijo Karl Amman, fotógrafo de la vida silvestre e investigador del comercio ilegal de animales. “Estoy convencido de que la caza furtiva de elefantes del bosque en la región centroafricana es por la carne, y que el marfil se ha convertido en producto secundario”.

   En los mercados de Bangui, el marfil rinde al cazador ilegal unos 13,60 dólares la libra (453 gramos). La carne ahumada de elefante se vende a 5,45 dólares la libra, mucho más cara que cualquier otro tipo de carne, incluyendo la de vaca o de cerdo.



Cuestión de plata. Un elefante del bosque típico, que pesa de 2.250 a 2.700 kilogramos y produce 450 kilos (1.000 libras) de carne comestible, puede rendir al cazador ilegal hasta 180 dólares por el marfil y hasta 6.000 dólares por la carne. El ingreso promedio para un africano en la cuenca del Congo es de aproximadamente un dólar diario.

   Los moradores del bosque viven sumidos en tal pobreza que no tienen tiempo de pensar en la conservación animal, dijo Andrea Turkalo, investigadora de la Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre (Wildlife Conservation Society) que trabaja en el Parque Nacional Dzangha-Sangha.

   “Este país no puede operar sus dispensarios, no puede educar a sus hijos, ¿cómo se puede esperar que piense en la conservación?”, preguntó.

   Gabriel Mabele, jefe de la aldea de Mosapula, dijo que la creación del Parque Nacional Dzangha-Sangha y la prohibición de cazar elefantes significa que su gente tiene menos carne para comer, pero agregó que la gente sigue con ganas de comer elefante.

   Omer Kokamenko, un guardia forestal en el parque, agregó que la caza del elefante se ha volcado ahora hacia la carne.

   Los elefantes del bosque son diferentes de sus congéneres que viven en las sabanas del este y el sur del Africa, donde la mayoría es protegida por los guardias forestales. Son más pequeños y más oscuros, sus colmillos menos curvos y sus orejas más ovaladas. Habitan desde Guinea hasta Uganda, pero se concentran sobre todo en la cuenca del Congo, donde abundan la guerra y la pobreza.

   Poco se conoce sobre estos elefantes porque viven en pequeños grupos dentro de la selva húmeda. En 1989, los biólogos de la vida silvestre calcularon que en la cuenca del Congo había 172.000 de ellos.

   Desde entonces no ha habido estudios amplios, pero un estudio de seis áreas de elefantes de la Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre en parques nacionales, difundido en abril, halló que una combinación de matanzas ilegales y otras perturbaciones humanas ha tenido un profundo impacto en la abundancia y distribución de los elefantes del bosque.

   El fotógrafo Karl Amman dijo que la atención exclusiva sobre el comercio del marfil desatiende la cuestión mayor de la venta de la carne de elefante. Amman, junto con un periodista de la Associated Press, pudo documentar cómo la carne de animales silvestres, incluyendo elefante, se vende en la frontera entre la República Centroafricana y el Congo.



Funcionarios cómplices. Funcionarios gubernamentales en ambas partes cobran impuestos sobre ese comercio, aunque es ilegal según el derecho internacional.

   Los recaudadores de impuestos y otros altos funcionarios se negaron a responder preguntas sobre ese comercio o sobre el sistema impositivo.

   Mientras los gobiernos no actúen, la población de los elefantes seguirá en peligro, advirtió Amman.

   Desire Loa, ex guardia forestal que se convirtió en cazador ilegal, dijo que el comercio es tan lucrativo que funcionarios del gobierno están detrás de la mayoría de esa caza, para lo cual contratan pigmeos a quienes les dan fusiles para matar los elefantes.
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En el Congo los cazadores amenazan la supervivencia de los elefantes del monte.



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