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 domingo, 09 de septiembre de 2007  
Escapadas
Un pueblo con historia

Hace ya 126 años, precisamente el 12 de agosto de 1881, se inauguró la estación ferroviaria de Carlos Keen, cerca de la ciudad bonaerense de Luján, donde ahora se crían caballos de pato, funciona una feria artesanal y hay viejas casonas para capturar en un safari fotográfico por este pueblo rural. Esa posta, que existe desde 1635, era un lugar de paso sin nombre por el que se iba y venía desde Córdoba. La bautizaron con el nombre de un abogado y periodista que nunca vivió allí.

El entonces presidente Julio A. Roca, a través de la Dirección de Ferrocarriles, homanajeó así a ese porteño del barrio de Flores que participó de la Guerra del Paraguay y murió en Buenos Aires en 1871, cuando ya gobernaba Domingo Faustino Sarmiento.

La estación ferroviaria, de sobrio estilo inglés, trajo consigo tanta prosperidad que la población de la vieja posta creció en ese tiempo a tres mil personas.

Las vías y los durmientes de este ramal del Ferrocarril Mitre, que no funciona desde los años ’70, aún se conservan como antaño.

El turismo rescató del olvido a Carlos Keen, que tiene ahora 800 habitantes. Lugareños y turistas recalan en el Bar Rebottaro, propiedad de “Chiquita”, un salón de techos altísimos donde se bebe caña Ombú, la bebida sanadora que se toma en agosto con ruda macho.

Después de recorrer el pueblo y admirar sus casonas señoriales, la más vieja de ellas data de 1888, y llegar hasta la iglesia de San Carlos Borromeo, donde se mezclan los estilos románico y gótico, un raro espectáculo en la quietud de la pampa.

Otro testimonio del pasado que sólo existe en el recuerdo de los memoriosos es la cancha de pelota a paleta, donde se jugaba el deporte que los vascos trajeron al río de la Plata.

También es interesante conocer cómo se entrenan los caballos de pato en esta tierra de domadores criollos, una tarea que demanda tres años.

En un predio que esta detrás de la estación los jinetes aprenden a montar y también a jugar el deporte nacional. Allí, tordillos y tobianos voltean, se acuestan en la tierra parejita y obedecen las órdenes de Oscar González, “Gonzalito”, que pasa entre las patas de los caballos como si nada.

Los días sábados y domingos los turistas llegan para visitar la feria artesanal y saborear las gustosas comidas criollas y las pastas caseras en el local de “Maclura”.
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Carlos Keen es una buena opción para disfrutar en paz y armonía.


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