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 domingo, 09 de septiembre de 2007  
Luxemburgo
El corazón de Europa

Sonia Lucía Díaz

El Gran Ducado de Luxemburgo es un pequeño país en el centro del Viejo Continente, por lo que se ha ganado el nombre de “Corazón de Europa”. Enclavado entre Bélgica, Francia y Alemania, su historia ha estado unida a la de sus vecinos. Presume de hablar tres idiomas, tener la red de transporte más eficiente — incluyendo la bicicleta—, levantar la primera institución europea y ser el país más próspero del planeta en renta per cápita. Promete lujos y comodidades si se dispone de una abultada billetera y si no, con una bicicleta, mochila y carpa, también es posible pasarlo en grande.

Su acotada extensión de 2.600 kilómetros cuadrados permite recorrer el país en poco tiempo y descubrir al norte una tierra conocida como la pequeña Suiza, salpicada de castillos románticos, antiguas ruinas y pequeños pueblos medievales con cajeros automáticos.

El visitante atraviesa paisajes soñados de tupidos bosques, verdes colinas, pintorescas villas como Vianden y ciudades cerveceras como Diekirch, pasando luego a un interior rico en valles y onduladas colinas, completando así un recorrido básico de la zona.

Si arriba al país desde Alemania, ni bien pasa la frontera, se encontrará en medio de una zona de viñedos, orgullo del país por la calidad de su variedad en blancos, frutados y jóvenes, con bodegas que ofrecen degustaciones al visitante y excursiones en barco que recorren el río La Moselle —de donde deriva el nombre del afamado vino de la zona— y los cultivos.

La ciudad de Luxemburgo, capital del pequeño país, es un lugar sin igual en toda Europa. La primera impresión que tendremos es la de no correspondencia entre la gran cantidad de edificaciones y su escasa población. Es que Luxemburgo es sede de un sinfin de instituciones financieras y políticas. Seguramente los ojos del visitante se extasiarán reviviendo a través de la arquitectura, cuentos de hadas y caballeros, el mundo medieval y las batallas. Lo solitario de sus calles y la perfección con la que mantienen las viejas construcciones nos dan esa sensación.

La ciudad, de aspecto bucólico y campestre, es atravesada por el río Alzette, cuyo recorrido tortuoso serpentea roca y meseta. La vida en Luxemburgo se articula en torno a la ciudad alta y la ciudad baja. Un camino de cornisa sigue el borde del acantilado dominada por el tortuoso río que determina el trazado de las calles vecinas. Puentes y viaductos enlazan la ciudad y ofrecen vistas de la preservación a través de los siglos de impresionantes fortificaciones y sus antiguos barrios, en medio de un entorno natural excepcional.

Durante un fin de semana en la ciudad no debe faltar una visita de lujo al Palacio de los Grandes Duques, residencia oficial de la familia real y a la catedral de Notre-Dame. La Place de la Constitution es el más animado mirador, con un monumento a los caídos que fue reconstruido después de la última guerra mundial. Un descanso para almorzar en algunos de los pintorescos restaurantes o bares de las Plazas Guillaume o d”Armes será la excusa para probar la gastronomía de la zona. Truchas, pastel de carne o estofados de liebre o cerdo son algunas de las especialidades de Luxemburgo.

El Centro Europeo, con su construcción de 23 pisos y esculturas de Henry Moore, es sede del Parlamento Europeo, del Centro Schuman y de la Corte de Justicia Europea y resulta interesante para los visitantes.

Luxemburgo, tal vez debido a su ubicación geográfica, es una bisagra cultural de los mundos latino y germánico y alberga una gran oferta de propuestas artísticas y eventos culturales. La exposición sin duda más interesante es la muestra permanente de fotografías situada en el castillo Cleveaux, proyecto basado en la dignidad humana e inaugurado en Nueva York, expone imágenes de los fotógrafos más prestigiosos del mundo, con un montaje inteligente acerca de los diferentes aspectos de la vida del hombre.

La villa milenaria de Luxemburgo es patrimonio cultural de la humanidad y ofrece hasta el 15 de septiembre próximo en el marco del Festival de Verano, conciertos, festivales de música clásica, rock y soul, y exposiciones folclóricas. Todos espectáculos al aire libre que hacen que la villa vibre, se agite y transforme sus espacios públicos mostrando su cultura y permitiendo que la gente baile sobre la hierba al son de la música. Pequeña pero cosmopolita goza de prestigio por sus cervezas, al igual que los países de su entorno y ofrece bares donde escuchar buena música que, eso sí, cierran a las 24.
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Los Jardines son uno de los paseos imperdibles.


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