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 domingo, 09 de septiembre de 2007  
[posiciones]
Renato Ortiz: juego de diferencias
El antropólogo brasileño sostiene que las identidades nacionales no explican las vidas particulares y propone pensar en espacios más allá de las fronteras

Mercedes Ezquiaga

“La construcción de la identidad nacional no tiene la capacidad de dar una única explicación de nuestras vidas particulares o colectivas”, dice el antropólogo brasileño Renato Ortiz, quien propone en cambio un concepto de cultura “internacional popular” que incluye sentidos, objetos y prácticas trasnacionales.

“Muchas veces, uno está más próximo a alguien que está lejos y mucho más distante de alguien que está cerca. Ocurre en todas las ciudades, porque tienen una carga de segregación muy acentuada, dividida en clases y grupos, y que hacen que uno circule en circuitos muy específicos”, señala Ortiz, quien estuvo de visita en Buenos Aires para inaugurar el Tercer Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano.

El especialista, nacido en San Pablo en 1947, recuerda que “cuando en los años 80 empezó el debate sobre globalización algunos imaginaron el fin del Estado nación, algo que es equívoco; pero hubo cambios que hicieron entender que la construcción de la identidad nacional no tiene la capacidad de dar una única explicación de nuestras vidas”.

Para el antropólogo, autor de “Mundialización y cultura”, entre otras obras, “la experiencia no está solamente vinculada al territorio físico. ¿Cuánto de la vida de la gente está demarcado por la territorialidad material de la ciudad donde reside y qué parte de otros elementos de su vida pasan por otros canales, por otros circuitos?”.

Ortiz confiesa que no le gusta la noción de identidad. “No es lo que me define. Si digo «yo soy brasileño», no estoy diciendo nada de mí mismo, porque hay 190 millones de personas que también lo son”, dice.

En cambio, “empiezo a decir algo de mí cuando digo «yo soy hombre, heterosexual, no me gusta la cerveza, me gusta el vino, me gusta viajar pero no ir al interior del país, me gusta la playa», y a cada momento que voy diciendo lo que me interesa estoy hablando un poco de mí. ¿Y cuando terminaré de decir algo de mi? Seguramente, cuando muera”.

Por eso, “mi identidad son mis diferencias. En ese sentido, mi identidad personal tiene mucho de social, pero es una ilusión imaginar que todos los brasileños son iguales en ese sentido. Deberían ser iguales desde el punto de vista político, tener los mismos derechos”.

“Desde el punto de vista individual, yo no tengo que ser igual a 200 millones de personas ni ellos tienen que ser iguales a mí. Por eso es que esta idea de identidad muchas veces dice tan poco. Yo no tengo ningún problema de identidad, y si lo tuviera, sigo siendo brasileño, hablo en portugués, me pagan en reales, vivo en San Pablo, no puedo escapar de eso”, explica.

Por eso, en su más reciente escrito, Ortiz se refiere a la noción de “espacio”. Un término que “se puede captar mejor a través de la idea de desplazamiento de la gente, donde la noción del otro cambia en el contexto de la modernidad-mundo”. En ese marco, “el viaje tiene una dimensión de expansión, al mismo tiempo que las inmigraciones tienen un movimiento de contención, y las dos cosas son verdaderas, aunque la gente suele tener un pensamiento más dicotómico, como si uno eliminara el otro, pero no es así”, argumenta el autor de “Los artífices de una cultura mundializada”.
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"Mi identidad son mis diferencias", sostiene Ortiz.

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