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 domingo, 09 de septiembre de 2007  
[testimonio] - una experiencia carcelaria
Grabado en la memoria
Margarita Drago fue presa política entre 1975 y 1980 en Rosario y Buenos Aires. Una historia que ahora relata a través de un libro

Osvaldo Aguirre / La Capital

Un libro hecho de recuerdos fugaces. Con historias y palabras que no dejaron de resonar y que al mismo tiempo parecían resistirse a ser reveladas. Margarita Drago no se puso un día a escribirlo, ni siquiera se dijo a sí misma que iba a contar su experiencia como presa política en Rosario y Buenos Aires durante la última dictadura. Simplemente no dejó de pensarlo, ni de escribirlo, y por eso, cuando al fin lo tuvo listo, lo llamó “Fragmentos de la memoria”.

Fue detenida en octubre de 1975. Estuvo en la alcaidía de mujeres de la ex Jefatura de Policía de Rosario y luego en la cárcel de Villa Devoto. Al ser liberada, en 1980, se radicó en Estados Unidos, donde todavía reside. Y después de 23 años sin volver, estuvo en Rosario para presentar su libro en el Museo de la Memoria.

Allí se reencontró con algunos de los alumnos a los que daba clase en una escuela de la zona oeste. Como antes, cuando fueron a visitarla a la ex Jefatura, apenas se enteraron de que estaba detenida. “Fue muy emotivo —dice—. Lloré mucho y todavía no lo puedo digerir, es una mezcla muy grande de emociones”.

Escribir sobre su experiencia significó imponerse a una dificultad. “Me costaba elaborar fundamentalmente la experiencia personal —explica—. La reflexión sobre cómo uno se siente como un ser humano despojado de todo. Cuando recuperé la libertad, lo primero que hice fue denunciar con nombre y apellido a los responsables de los crímenes y dar nombres de compañeros muertos y desaparecidos. Pero la otra reflexión, la mirada más íntima, me costó mucho trabajo”.

El diálogo con amigas y escritoras le ayudó a revisar el pasado. “No solamente tenemos que hablar de las cuestiones ideológicas y políticas sino también del ser humano, de cómo se siente alguien que es víctima de la represión. Mostrar al ser humano con sus aristas débiles y sus aristas valiosas. Y pienso que es importante porque nos muestra como somos, no como robots o como aquellos arquetipos que pretendíamos ser”. Quizás por eso insiste en destacar el carácter reparador de la palabra, y de la escritura: “Hablar de la intimidad, de lo que sufrí, me ayudó a tomar distancia. Y en la distancia la escritura me ayuda a entenderme, a aceptarme, y en ese proceso de aceptación me sana, me cura, aunque la herida sea imborrable”.

De una familia de obreros, Margarita Drago fue maestra en la escuela de la iglesia Nuestra Señora de Pompeya y militante en el gremio docente. “Mi militancia empezaba desde la mañana, cuando me preparaba para ir a dar clases a la escuela. Yo no era maestra de enseñar a leer y escribir, o de enseñar literatura, para mí enseñar era hablar de libertad, de justicia. Ahí sentía que estaba militando; y cuando iba a Villa Banana a dar clase los sábados y a hablar con los niños”.

“Fragmentos de la memoria” está hecho de relatos breves, ordenados en tres partes. En “La alcaidía de mujeres de Rosario”, Drago reconstruye el primer período de su cautiverio, desde su detención, en su casa de la zona oeste de Rosario; “La cárcel de Villa Devoto” describe la vida cotidiana de las presas a través de relatos sobre los calabozos de castigo, las requisas de los carceleros y el rol siniestro de un sacerdote, entre otros episodios; y “Homenajes” recuerda experiencias y relaciones tramadas en el encierro.

“Haber sido una detenida del gobierno de Isabel en cierto sentido me favoreció —dice Margarita Drago—. Hasta diciembre de 1975 tuvimos visitas de contacto en la cárcel. Así pude volver a ver a mis estudiantes de séptimo grado, que fueron a visitarme, como también el cura del barrio, maestras y vecinos”.

Antes de caer presa, escribe en el libro, “me sentía atrapada, y no podía compartir con nadie la angustia que me provocaba el miedo”. Y en la ex Jefatura de Policía esa sensación se mantuvo. “Hablar de que uno tenía miedo era sinónimo de estar quebrado. Pero con una mujer pude hablar abiertamente de mis miedos, y eso me ayudó”.

El trabajo de la memoria es por definición fragmentario. Y en permanente construcción. “Hay muchas cosas que me quedaron pendientes en este libro —comenta al respecto—. Ahora que hablo con la gente me estoy enterando de otras cosas. Y hay un tema que me hubiese gustado profundizar todavía más. Yo cuento en el libro que me enamoré de una mujer, pero de ese tema no se hablaba. En los códigos de la militancia y en el marco de la sociedad argentina estaba prohibido no sólo hablar de eso sino enamorarse”.

La cárcel no es aquí un hecho del pasado sino una de las circunstancias que marcó una vida y que no deja de surgir en el presente. “La convivencia con las mujeres, el nivel de solidaridad y entrega y las relaciones íntimas y profundas que yo desarrollé en la cárcel no las volví a tener con la intensidad y la profundidad con que las viví en la cárcel”, dice Drago. Y a la vuelta de los años “mi militancia sigue, porque sigo siendo la misma mujer que creció en un barrio y se dedicó a educar niños”.
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El poder de la escritura. margarita Drago destaca su carácter reparador.

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